Capítulo 4: El Amor Duele

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(AVISO: Este capítulo posee contenido sexual. Quedáis avisados).

Stanford gemía con sus manos sudorosas agarradas al cabecero de la cama.
Sentía cómo Stanley entraba y salía de él con movimientos suaves, teniendo sumo cuidado para no hacer daño a su querido hermano.

Los jadeos de ambos se intercalaban en el aire, haciendo que los dos se intoxicaran del contrario mientras se ahogaban en el calor del momento.
-S-Stanley... -murmuró Ford con voz angustiosa-. ¡...Stanley...!
-Aguanta, Sixer, me queda poco... -Lee sonrió-. Veo que a ti también...

Observó con satisfacción cómo Stanford estaba a punto de "terminar", con una expresión dolorida de placer en su rostro.
Lee comenzó a ir más rápido, por lo que los gemidos del otro se intensificaron.
Los dos, llegando a su clímax, juntaron sus sudorosos cuerpos. Stanley acabó dentro de Ford, y éste soltó un pequeño grito placentero.

Lee abrazó a su hermano, cayendo sobre su torso y decorándolo con pequeños besos.
-...Fordsie... eso ha sido genial -susurró.
El contrario no pudo contestar al instante, dado su estado de trance.
-Stanley... ¡te quiero tanto...!
-No más que yo, Sixer.

***

Después de varias horas durmiendo como lirones, los gemelos fueron despertando, estando en la misma posición de antes.
Desgraciadamente, el teléfono comenzó a sonar en el salón.
Stanford chasqueó la lengua con desprecio, y se dispuso a levantarse para cogerlo.

-No hagas ni caso -murmuró Stanley, aferrándose aún más a su hermano para que no se fuera-. Seguro que es uno de los clientes de mamá.
-Lee, puede ser importante... enseguida vuelvo.
El otro lo dejó ir con desgana, deseando casi al momento que regresara pronto a su lado.

Ford se apresuró para ponerse una manta sobre su cuerpo desnudo, y corrió hacia la sala de estar.
Cuando por fin llegó hasta el endemoniado teléfono, lo descolgó.
-Familia Pines, ¿dígame?
-¿Stanford? -la voz de su madre sonó al otro lado de la línea.
-¡Mamá! ¿Está todo bien?
-Perfectamente querido. Volveremos en una hora, como mucho. Shermie está la mar de sano -se le notó la sonrisa al hablar.

-Qué rápido os han atendido, ¿no? -preguntó Ford, extrañado.
-¿Rápido? ¡Pero si llevamos aquí siete horas, cariño!
El chico miró el reloj del salón con sorpresa. Eran las dos de la tarde.
No podía creer que hubieran estado durmiendo más de cinco horas.

-Oh, es verdad, que sigo medio dormido...
-Anda, perezosín -rió su madre-. ¡ya va siendo hora de que te espabiles!
-¡S-sí, mamá!
-Nos vemos en un rato, cielo.

Ford colgó el teléfono, algo incómodo por la situación.
Stanley lo abrazó suavemente por detrás.
-¿Qué, mamá y papá ya han terminado con lo de Shermie? -murmuró, besándole el cuello.
-Stanley... Hemos estado ahí en la cama desde las nueve de la mañana.

Lee soltó una risita, revolviéndole el pelo a su hermano.
-Me daba nosequé decírtelo, igual así estábamos aún más tiempo...
-No es por eso, sino que... ¿cómo es posible? ¿De verdad estuvimos desde las ocho hasta las nueve haciéndolo?
-Buah, ¿y qué más da? Así te tengo para mí durante más rato, je, je.

Ford ahogó una risita y besó con ternura los labios de su gemelo.
-Sabes que eres bien sexy, ¿no, Sixer?
-Cállate, pervertido.

***

Era un día de clase normal. Los hermanos Stan estaban presentes en el aula, uno atento a la lección y el otro sumido en su mundo interior.
De repente, una desagradable voz salió de la megafonía.
-Gemelos Pines, acudan al despacho del director. Repito, gemelos Pines, acudan cuanto antes a la sala del director.
-Pff, ¿qué habrá pasado ahora? -bufó Stanley, incorporándose.

Cuando llegaron al lugar indicado, de dieron cuenta de que sus padres estaban ahí, esperando su llegada.
Lee, el primero que se disponía a entrar por la puerta de la Dirección, se detuvo al oír a la secretaria.
-Stanley Pines, usted debe quedarse aquí.

Refunfuñando, el muchacho se sentó sin ganas en una silla de la sala de espera, echando a Ford una mirada de desconcierto. Éste se la devolvió, también confuso.

El portazo que dio su padre produjo en Stanley una sensación de agobio.
Claro, él era la oveja negra de la familia; nadie quería tratar asuntos con un estudiante tan pésimo. Siempre era el que se quedaba fuera, esperando otra impresionante noticia con respecto a su talentoso hermano.

Se alegraba muchísimo por él, pero el dolor que sentía al ser el gemelo fracasado era lo suficientemente grande como para formar una amarga burbuja de tristeza en su débil corazón.

Los minutos pasaban, y la intriga de Stanley iba creciendo. Que sí, que sí, que ya se había enterado hasta él, no hacía falta que se liaran a contar lo estupendo que era Ford. Ya lo sabían de sobra. Para estar hablando de lo de siempre, se estaban demorando bastante.

Su testarudo carácter le llevó a pegar la oreja a la puerta, ansioso por saber de qué estaban hablando.
Escuchó con atención la voz de su amada madre.
-¿Y qué pasa con nuestro pequeño Stanley?
-¡Ja! ¿Ese payasete? -exclamó el director-. Tendrá suerte si aprueba la secundaria. Siento decirles que es un chaval sin nada de potencial, un caso perdido. Pero miren el lado bueno, ¡al menos tienen un hijo excelente que les hará millonarios!

El alma del pobre Lee se hizo pedazos. Sus ojos se llenaron de lágrimas al tiempo que se desplomaba lentamente en el suelo. Destrozado, hundió la cabeza entre las piernas y dejó que pasara el tiempo.

***

-Miren, ustedes tienen dos hijos. Uno es increíblemente inteligente; el otro está fuera de este despacho y su nombre es Stanley.
Stanford sintió un tremendo nudo en la garganta. Se encogió en el asiento, no sabiendo cómo reaccionar a un comentario tan doliente. Miró al suelo con preocupación, pensando en su pobre hermanito.

Hermanos. (Stancest - StanleyXFord Pines)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora