Dolor (I)

4K 382 86
                                    

Samuel estaba poniendo unas cosas en su nueva habitación. Él se mudaría definitivamente aquí en enero, pero ya era hora de ir dejando algunas cosas aquí mientras tanto para que luego no costara tanto ni fuera tan cansada la mudanza. Hacía mucho tiempo que no le veía y estaba muy feliz de tenerlo aquí haciendo el parguela. Entonces, ¿por qué me dolía tanto el pecho?

Hacía ya varios meses —en realidad prácticamente un año entero— desde que Vegetta y yo nos habíamos vuelto oficialmente una pareja. No puedo describir lo que pasó por mi mente en ese momento, la palabra felicidad se quedaba corta para todo lo que yo sentí en aquel entonces.

Mas esa felicidad pronto se volvería una tremenda carga para mí. Él dijo que lo mantuviéramos en secreto, que solo los dos sabríamos lo que había entre nosotros y que nadie más tendría por qué enterarse de nada. Y yo, como el pringado que soy, acepté porque lo que me importaba era estar a su lado.

A cada mes que pasaba se iba haciendo más difícil ocultarlo. Para él no, estaba como el primer día, pero para mí era totalmente distinto. Quería decirlo, quería que cuando alguien me preguntara poder contestarle que no estaba soltero; quería poder ir a visitar a mis padres y mi hermana con Samuel de la mano y decir: «Lo siento, llegamos tarde porque mi novio se quedó dormido y salimos tarde»; quería poder abrazar a mi hombre cuando me diera la gana sin importar si había gente alrededor y no solo limitarme a mirarlo.

Hasta que rompí la promesa de no decirlo. Sí, lo hice. Fue un momento de debilidad pero tenía que decírselo a alguien. En ese momento entra Celopan. Una persona que fácilmente se había convertido en mi amigo y me había aconsejado. Él pasó por una situación parecida, pero ellos fueron valientes y por estas fechas del año pasado dijeron lo que pocos se atreven: que se amaban y que no les importaba lo que dijeran los demás. Despierta una gran envidia en mí, yo también quiero y no puedo; Vegetta se niega en rotundo, no puedo hacer nada.

Mi móvil vibró recibiendo un mensaje de mi amigo:

«Hey, Willy, ¿cómo te va con Vegetta? ¿Ya está ahí?», escribió.

«Sí, ya llegó», respondí. «Como siempre, ya sabes...»

Celo está escribiendo...

Escribía, escribía mucho, pero ningún mensaje se envió en los segundos siguientes. Habíamos tenido tantas veces esta conversación que seguramente ya no sabría que decirme que no me haya dicho ya.

«Repito lo que tantas veces te he dicho: Habla con él, dile cómo te sientes. Tiene que entenderlo», leí.

«No»

Celo está escribiendo...

No. Definitivamente no. Me niego en rotundo a que eso vuelva a pasar. La última vez que hablé con él del tema se enfadó mucho. Tanto que se marchó para España dejándome solo —bueno, tuve a Carlos, junto con Luzu y Lana, pero no era lo mismo— y no nos vimos hasta el Club Media Fest donde pude hablar con él como Dios mandaba.

«Por favor..., entiende que una relación así no merece la pena»

«No. Ya viste lo que pasó la última vez», escribí lentamente. «Si me vuelve a dejar, no lo soportaría»

Nunca más, prefiero sufrir a que él me vuelva a dejar de esa manera.

«Como quieras» Al parecer ya se había rendido. «De todas maneras, Willy, si te deja por algo como eso, es que no te quiere como dice. He quedado con Zeus. Cuídate»

Esa verdad me caló tan hondo que llegó hasta mi corazón golpeándolo fuertemente. Sabía que tenía razón, pero no quería separarme de él con lo mucho que me había costado conseguirlo.

Decidí ponerme a mirar el Twitter un poco y me llegaron varias menciones de una persona que conocía a medias, Ismael, un antiguo amigo de Samuel que al parecer ahora estaba creando salseo con las shippers. No me molestaba en absoluto, porque veía que por lo menos había una parte que aceptaría todo esto, pero también que había otra parte que empezaría a criticar y a insultar. Si ya lo hacía ahora que solo se lo suponían, cuando se enteraran de verdad. O eso fue lo que me dijo Samuel, la verdad a mí todo eso me traía sin cuidado.

Ese chico, Ismael, me cae bien; no entendiendo por qué Vegetta nunca ha querido presentármelo. Puede que él no lo sepa, pero con Ismael ya me he hablado varias veces por Twitter, y en una ocasión el mismo me había pasado su Skype para poder hablar mejor.

Me levanté de mi cama y fui a la habitación de mi compañero dónde me lo encontré echado en su gran cama hablando por el móvil con alguien o bien mismo cotilleando el Twitter.

—Hey, compañero —me saludó dejando el móvil a un lado en una mesilla.

—Hola —dije simplemente.

Me quedé parado en la puerta observándole, me dolía el pecho por la conversación de antes con Celo, me estaba quitando la respiración la angustia que había generado en mí; no iba a dejar que lo notara.

Él ladeó la cabeza y elevó una de sus cejas, mirándome con un poco de gracia.

—¿Qué te pasa, Willy? Supongo que habrás venido por algún motivo —dedujo. Se apartó un poco dejando un espacio en la cama y colocó ahí la mano indicándome que fuera—. Vamos, ven aquí.

Acepté su petición y con los ánimos caídos me eché en su cama, pero por mi condición y mi carcasa de pasividad que pronto se vendría abajo, decidí darle la espalda. Pude notar a mi espalda que Samuel se tensaba ante eso, puede que no entendiendo bien lo que intentaba hacer. Sin más, note que unos fuertes brazos me rodeaban de la cintura y me atraían a su pecho pegando mi espalda a él. Su boca estaba en la curvatura de mi cuello y podía notar su aliento en mi piel erizándomela.

Agarré con mis manos sus brazos, como temiendo que me soltara. Este abrazo calmaba mi frustración, pero solo un poco. Lo suficiente como para que el dolor de mi pecho pasara ligeramente.

—Guille —me llamó por mi nombre, eso solo pasaba en ocasiones muy puntuales—, dime, ¿te pasa algo?

Tragué saliva y me abracé más contra él.

—No me pasa nada.

Tenía que proteger lo que teníamos, tenía que protegerlo. Aunque me tocara sufrir todos los días.

Por mucho dolor que sintiera, por mucho que doliera: tenía que hacerlo.

Dolor || Wigetta Where stories live. Discover now