Me acurruco más cerca y siento cómo su mano sube para descansar en mi cabello enmarañado. Entonces, cierro los párpados y la pesadez del sueño me invade.

Estoy agotada. Derrotada... Así que me aferro a la bruma de la inconsciencia y dejo que me trague, porque sólo así voy a ser capaz de olvidar el dolor persistente de mi pecho. Sólo así voy a poder olvidar que mi vida se acabó en el instante en el que mi familia falleció...



~*~



Estoy moviéndome. Mi cuello está acomodado de forma dolorosa, pero no puedo arrancar las garras del sueño lejos de mí. Hay algo firme y cálido junto a mi brazo bueno y me acurruco más cerca casi por instinto.

De pronto, mi estómago cae en picada y siento cómo el movimiento cede. Ahora, me encuentro recostada sobre algo blando y me aovillo en mi lugar, en un intento desesperado por aferrarme a la inconsciencia que amenaza con arrastrarme de nuevo.

Soy vagamente consciente de cómo algo me cubre, pero no abro los ojos hasta que siento la ráfaga helada de viento colándose en mi sistema.


La habitación está casi en penumbras. Es sólo iluminada por un pequeño halo de luz azulada que sé que proviene de la ventana.

Me incorporo de golpe y siento cómo el mareo viene a mí en oleadas, sin embargo, eso no impide que barra el lugar con la vista. Mientras lo hago, absorbo la imagen de mi alcoba y trato de recordar cómo llegué hasta la cama, pero es imposible.

Poco a poco, los recuerdos de lo ocurrido más temprano vuelven a la superficie y mi corazón duele de nuevo. Las palabras de Dahlia, la conversación entre Axel y Mikhail, la decepción y la angustia en mi pecho... Todo se funde en ese instante y me abruma por completo.

Lo último que recuerdo es haberme acurrucado en el suelo con Mikhail...

"¡Mikhail!"


Mi vista se precipita hasta la ventana a toda velocidad y mi corazón se detiene durante una dolorosa fracción de segundo.

Está ahí, de pie junto a la ventana abierta y me mira con cautela. Desde esa posición y con esa cantidad de luz iluminando su rostro, luce sombrío; casi atemorizante; sin embargo, no dice nada. Se limita a fijar su vista en la mía.


—Te vas —Mi voz suena débil y pastosa. No estoy preguntándoselo. que va a marcharse.

—Deberías dormir —su voz suena ronca y pastosa. No me pasa desapercibida la forma en la que evade mi afirmación.

En ese momento, mi vista viaja a las sábanas que me cubren y siento cómo un nudo se instala en mi garganta.

—Debería hacer muchas cosas —digo, en tono suave y cansado.

De pronto, el silencio se extiende entre nosotros y crea un abismo imposible de cruzar. Crea una barrera invisible entre nosotros.

De cualquier modo, me pongo de pie y avanzo hacia él.

Me detengo justo cuando quedamos a pocos pasos de distancia y él me mira a detalle. Sus ojos barren cada centímetro de mi rostro y, sólo entonces, aparta un mechón de cabello lejos de mi cara. Una inspiración profunda es inhalada por sus labios, pero no dice nada. Se limita a asentir de manera ceremoniosa antes de apartarse y sacar la mitad del cuerpo por la ventana. No se deja caer como habitualmente hace, sin embargo.

DEMON © ¡A la venta en librerías!Where stories live. Discover now