Prefacio

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-Dame la maldita botella -La aviso-. Dame el alcohol.

Ella me muestra una sonrisa burlándose de mí, me enseña el dedo del medio, y da otro sorbo al Jim Beam que ha encontrado al fondo del armario, donde yo lo había guardado y escondido días atrás, cuando salió a comprar más botellas de whisky. Me enfurezco mucho más que antes, cuando la he encontrado en el viejo sillón que pilló ella misma en un vertedero, y camino rápidamente hasta estar a escasos centímetros de su rostro. Le cojo la botella de las manos, y la voy a lanzar al cubo de basura, pero su mano en mi brazo, me para, y hace girarme de manera violenta.

- ¿Quién te crees que eres, mocosa? -Dice ella, cogiendo de la parte de arriba del asqueroso whisky, mientras yo lo cojo de bajo, haciendo fuerza-. Dámela, Arizona.

Lo cojo con las dos manos, atrayéndolo más hacia mí. Ella no tiene ni la más mínima intención de dejar la botella con líquido marrón dentro, y yo tampoco. Estoy cansada de entrar en casa, -si es que a esto le podemos llamar casa-, y encontrarme con la misma escena cada día. No lo aguanto más. Si no fuera por Betzy, ya me hubiera largado de este apartamento de mierda. Por qué es donde vivimos, en un apartamento de mierda, donde las paredes se caen de a poco, y ya no se puede duchar en el lavabo, con las grietas y las humedades que hay. Solo hay dos habitaciones, y los tres hermanos tenemos que compartir una, cuando mi madre se pasa el día durmiendo en el sillón destartalado del salón. Las lágrimas se vuelven acumular en los ojos, pero como cada jodida noche, no las dejo bajar, porque eso me haría débil delante de ella. Y ella se lo tomaría como una amenaza.

Crack. Y todo el líquido marrón, se escurre por nuestros dedos, mientras los cristales se clavan en mi piel, rasgándola. Dejo ir un grito ahogado por la boca, cuando siento el dolor, y veo la sangre resbalándome por las manos. Una puerta chirria abriéndose y una pequeña cabeza dorada sale por ella.

- ¿Estás bien, Arizona? -Betzy me mira con sus grandes ojos azules, preocupada.

El corazón se me encoge al ver a la pequeña preocuparse por mí, y asiento con la cabeza.

-Estoy bien, ve a la cama a ver los dibujos, ahora iré yo -Ella me hace caso, entrando en la habitación, y cerrando la puerta. Vuelvo a mirar a la mujer que tengo delante, con una sonrisa de pocos amigos-, ¿Estarás contenta, no? ¡Mira que has hecho!

- ¡Esto es tu puta culpa, niñata! Ahora me he quedado sin alcohol.

- ¿Para qué? ¿Para quedarte inconsciente en el sillón hasta mañana por la noche? -Le grito mientras voy a buscar un trapo limpio y envolvérmelo en la mano, quitando primero los trozos de cristal-. Para una noche que no lo hagas en 5 malditos años, no te pasará nada.

- ¡Te dije que era la puta...!

-Sí, la puta depresión post-parto. ¡Pero Betzy tiene ya 5 años! Y no te has hecho cargo de ella ni un solo minuto.

-Ella solo me hace recordar a Richard. ¡Lo sabes! Pero no lo entiendes, por qué a ti nadie te querrá nunca.

Un nudo se coloca en la boca de mi estómago. Eso ha sido como una bofetada en la cara, peor aún, porque las palabras duelen. Y más si las dice tu madre. Otra vez las lágrimas me entelan la vista. Bajo la vista, limpiándome la sangre de la mano. ¿Esa es la madre que yo me merezco?

- ¿Sabes, mamá? Me ha hartado de tus mierdas. Si quieres morirte de un coma etílico -Subo mis hombros-, hazlo, no me importa. Tú ya no me importas.

Me doy la vuelta, dispuesta a ir a mi habitación, y como todas las peleas con ella, cerrar de un portazo la puerta. Pero un grito estruendoso sale de su garganta, y hace que me gire de golpe.

- ¡No te quiero! Nunca lo he hecho y nunca lo haré, cuando naciste lo destrozaste todo.

Coge una parte de la botella de cristal que minutos antes ha caído al suelo, y la lanza hacía mí, con todas sus fuerzas. Me agacho a tiempo que se estampa con la puerta de entrada, justo detrás de mí.

- ¿Pero qué coño pasa? -La voz de mi hermano, hace que me gire, y que vea que ha caído a escasos centímetros de él-. ¿Le acabas de lanzar una maldita botella a Arizona, mamá?

Ella me mira con rabia a los ojos, convirtiendo sus manos en puños. Se acerca a mi hermano y a mí, haciéndose un moño mal hecho con su pelo rubio ceniza.

-Sí -Dice mi madre con total normalidad-. Y ahora, voy a comprarme otra Jim Beam, por que la imbécil de tu hermana, me la ha roto.

Daniel, mi hermano, la coge del brazo, y cierra la puerta con el pie. Ella le mira enfadada, como su cara habitual, y se echa hacia atrás, para que deje de sujetarla.

- ¿Tu igual, Daniel? -Dice mi madre chasqueando la lengua-. No me seáis egoístas, y dejadme beber para olvidar la mierda de vida que tengo.

Mis lágrimas ya no dan para más, y salen dispersadas por las mejillas, mojándolas y dejando un recorrido hasta mis labios.

- ¡Nosotros no nos merecemos esta mierda vida, mamá! Espera, mamá no, porque las madres te cuidan cuando enfermas, te dan cariño, te apoyan cuando lo necesitas, te dan consejos cuando crees que algo va a ir mal. O simplemente están a tu lado, abrazándote en un momento difícil -Retiro con las palmas de mi mano, las últimas lágrimas-. Así que no, aparte de que has sido una mierda de madre, no te considero como tal. Estoy harta de quitarte el alcohol cada mañana de las manos y escondértelo en el armario para que luego lo vuelvas a encontrar y te vuelvas a emborrachar. Créeme, me hubiera ido de tu vida antes de lo que crees. Si no fuera por Betzy, ni recordarías mi nombre.

-Pues vete, Arizona, nadie te necesita. Ni siquiera te he pedido ayuda.

-Pero la necesitas, y mucho. Y ya que no aceptas la mía, cuando de aquí dos meses me haga mayor de edad, lucharé para la custodia de Betzy, y nos iremos de esta casa. Para siempre -Me acerco unos pasos a ella, y la observo-. ¿No es lo que querías? Pues lo tendrás. Te has quedado sin hijas, Marilyn.


SEGUIRÉ CON LA HISTORIA EL 1 DE SEPTIEMBRE.

GRACIAS POR LEER, ESPERO QUE OS GUSTE TANTO COMO A MÍ.

BESOS,

LENA.

APARTAMENTO 206Donde viven las historias. Descúbrelo ahora