LA LIBERACIÓN

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Como ya es costumbre, discutí con papá anoche, se ha convertido en el pan de cada día, no sé cuánto más podré soportar esta situación. No entiendo el porqué de su lealtad tan ciega, pareciera que le debiera algo a Draggon, pero qué.

Anoche dormí bien a pesar de todo lo sucedido, la herida de mi pierna sanó. La indiferencia de mi padre me agobia, la culpa me carcome por lo de Jeremy que aún está en el calabozo, sin poder hacer nada para evitarlo. Pero algo me da fuerzas para continuar y es el profundo odio hacia Stone, juro por mi vida que le haré pagar todo el dolor que me ha hecho atravesar y a los que amo.

Bajo a la cocina pero no hay nadie, lo cual agradezco, halo una silla y me siento colocando mis codos en la mesa del comedor. Debe haber una forma de sacar a Jere, no soporto que esté ahí un día más. La puerta abriéndose me saca de mis pensamientos y veo a papá ingresar sosteniendo a alguien. Mis ojos se abren como platos al reconocer a mi hermano.

Su rostro está pálido, apenas era capaz de caminar, quiero ir hacia él pero mi padre me ordena que suba con varias bolsas de sangre, las tenemos guardadas en la alacena. Asiento y de reojo los veo empezar a escalar las gradas. Mi corazón se alegra de que al fin este fuera de ese horrible lugar, pero ¿Qué sucederá de ahora en adelante? la idea de que Jey se fuera de nuevo, hace que el pecho me duela.

Tan aprisa como puedo llegué con las bolsas, comencé a verter el líquido en su boca con las manos temblorosas. Jere lucía realmente mal y me asustaba, papá me volvió a ver y pude notar una pizca de inquietud, era lo mínimo al ver el estado de su hijo.

-Quédate con él, sé que lo cuidaras bien, debo ir al Palacio de la Alcaldía.

-¿Por qué no me dijiste que lo habían liberado? –Le reclamé

-Annia es muy temprano para entrar en conflicto por temas irrelevantes, ya está aquí, es lo único que debe importarte.

-¿Acaso Draggon está antes que tu familia? –Lo miro amenazante, llena de ira.

-Algún día lo comprenderás. –Fue todo lo que respondió y nos dejó solos.

-Oh Jey. –Me senté en la orilla de la cama y él abrió un poco los ojos, me sonrío y como pudo levantó su mano y acarició mi mejilla. La encerré con mi mano y la besé. –Debes alimentarte, déjame ayudarte.

Acomodé las almohadas de manera que quedara sentado y aproximé otra bolsa a sus labios, sorbió el primer trago con dificultad, pero después comenzó a sentirse mejor y a tomar por sí mismo. Se tomó cinco bolsas de sangre y finalmente, las heridas comenzaron a sanar, sus labios tomaron un color rosado, abrió los ojos satisfecho y me sonrío a sus anchas.

-Gracias. –Me dijo mientras que acomodaba las almohadas y quedaba a mi altura.

-Perdóname Jey. –Las lágrimas salieron y me vi contrayendo mis labios.

-Traviesa no llores, no ha sido tu culpa, basta de sentirte mal, estoy bien. Mírame igual de guapo que siempre.

No pude evitar sonreír y me lancé sobre él, abrazándolo por el pecho mojando su camiseta con mi llanto. Él me rodeó fraternalmente y esperó a que me desahogara.

-Me prometiste que no te volverías a ir. –Le hago recordar su promesa.

-¿Y a dónde crees que voy a ir? –Nuestras miradas se encontraron.

-Pensé que con todo lo ocurrido te alejarías de mí.

-Se necesita más que unos días en el calabozo y ser torturado para que alguien logré separarnos ¿Me escuchas?

Sentí alivio ante sus palabras y lo volví a abrazar. La puerta se abrió y una silueta delgada se asomó despacio, era Ruddy.

-Lo lamento, ingresé sin permiso. –Dice con la puerta aún a medio abrir.

El Rey Vampiro (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora