Capítulo 11: Ceguera cortical

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—Espera aquí, te traeré algo —me dijo él, tanteando la puerta junto a nosotros hasta dar con el picaporte.

Esperé pacientemente, escuchando cómo revolvía cosas dentro de su habitación. Quise entrar a ayudarlo, pero temí arruinar el momento y que volviera a ser el detestable ogro de todos los días.

—Aquí. —me indicó al volver, mientras extendía un pequeño frasco color naranja—. Esto era lo que tomábamos cuando nos lesionábamos en el lacrosse, calmará el dolor. Si hay inflamación, aplica hielo.

—¿Cómo es que distingues los medicamentos? —le pregunté, curiosa.

—Las tapas tienen diferentes patrones —respondió, pasando sus dedos por la tapa blanca del frasco—. No es demasiado difícil.

—Me gustaría saber más de tus habilidades —solté, sin analizar mis palabras hasta después de haberlas dicho.

Su risa hizo que todo mi cuerpo se calentara de vergüenza, sabiendo que él estaba malinterpretando lo que trataba de decir.

—Bueno, podría mostrártelas algún día, sin problemas —respondió, dándome una brillante sonrisa traviesa.

Theodore Patterson siendo travieso conmigo era el límite de lo que podía manejar por esta noche.

—Uh... Supongo que debo irme ya —le comenté, arrebatándole el frasco de su mano—. Es tarde, uh, sí, es tarde.

—Sí, tienes razón —asintió, divertido—. Ha sido una noche un poco loca.

—Sí, buenas noches, Theo —me despedí, tocando su brazo para anunciarle mi partida.

No me esperé que su mano se posara sobre la mía y le diera un firme apretón.

—Gracias, Scarlett, por cómo manejaste la situación.

Me asustó lo mucho que me gustó el sonido de mi nombre salir de su boca.

Pero más me asustó lo que dijo después:

—Hay algo en ti... no lo sé, algo que me da calma.

Dejé de respirar durante un segundo, procesando el peso, el tono y la intensidad con la que venían sus palabras. Honestamente no entendí cómo logré detener las ganas de actuar y escuchar a la vocecita dentro de mí que me gritaba que lo besara.

<<Porque a esa vocecita no le importa joder las cosas, Scarlett, pero a ti sí>>.

—Me alegra haber sido de ayuda —dije lo primero que mi cerebro pudo conjugar—. Buenas noches.

Y me fui antes de arrepentirme.

***

A la mañana siguiente, mi buen humor era notable. Una prueba de ello era que a pesar de que el sol no estaba siendo muy amable con mis ojos, decidí salir un rato al balcón de la casa de huéspedes, no sólo para apreciar la vista del jardín, sino... sino para ver si tenía suerte de encontrar a Theo en su balcón también.

Mis plegarias al parecer fueron escuchadas, porque de hecho, él estaba asomado en su balcón.

Y como algo característico de su día a día, se encontraba sin camiseta, dándome una cruel vista de su trabajado torso.

¿Cómo se suponía que debía ser fuerte ahora si me lo ponía así de difícil? Al menos con la actitud de ogro detestable podía reprimir cualquier sentimiento que tuviese hacia él, mas después de lo que había ocurrido anoche, decir que quería sólo besarlo sería un eufemismo.

Your eyes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora