Capítulo 4 "Dos Adonis"

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¡NOTA AL FINAL!

Pensé en irme a mi habitación a esperar a que la directora me llamara, porque obviamente me iba a llamar, para enfrentarme al castigo por romperle la nariz a un profesor, pero decidí que sería mejor que mis padres se enteraran por mí de lo que había pasado. Cogí mi móvil y marqué el número de mi madre.

-Dani, estoy ocupada. ¿Hablamos después, vale? -me dijo nada más descolgar.

-No, mamá. Tenemos que hablar ahora. -le respondí. -Es muy posible que la directora del instituto os llame a ti y a papá para veros.

-¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

-Nada, que el entrenador de baloncesto es un machista y un neandertal. -le dije. -Y yo no he podido contenerme y le he estampado el balón en la cara. Posiblemente le haya roto algo.

Silencio en la línea.

-¿Mamá? ¿Sigues ahí?

-Sí, estoy aquí. -me respondió secamente. -Vamos para allá.

Y colgó. Tal vez no había sido buena idea llamarla.

< Es su culpa. Si no quería que esto pasara debería haberte educado como al resto de tus amigas en la creencia de que las mujeres no valen para otra cosa que tener hijos y limpiar. >

Eso es cierto.

< ¿Acabas de darme la razón? >

Sí, pero no te acostumbres.

Finalmente decidí pasar de ir a mi cuarto y me dirigí hacia la cafetería. Estaba sola. Solo vi a Bill en una silla con unos auriculares puestos, ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor. Sonreí. A mí también me gustaba hacer eso. Cuando me ponía a escuchar música me evadía a otro mundo y me olvidaba por completo de todo. Me servía para desconectar y dejar la mente en blanco. Podía pasar horas en ese estado de semiinconsciencia en el me sumergía. Decidí aprovechar que Bill estaba con los ojos cerrados para observarlo más detenidamente. Tenía el pelo rizado y del mismo color que sus ojos, es decir, marrones. Vestía unos pantalones negros ajustados y una camiseta de manga corta blanca con el logo del instituto. Tenía los pies colocados en otra silla y la cabeza echada hacia atrás. Me acerqué hasta quedar a su lado y vi que tenía la camiseta un poco subida por lo que pude observar parte de su musculado vientre. Subí la mirada por todo su torso notando como mis hormonas respondían ante el estímulo. ¡Y qué estímulo! A través de su camiseta podía ver sus pectorales y los músculos de su abdomen. También me fijé en sus brazos y en sus increíbles bíceps. ¡Joder, que hombre!

Me estaba derritiendo con solo mirarlo. Continué hacia su rostro y este también era perfecto. Tenía unos labios tan... tan... ¿besables? ¿Existe esa palabra? Da igual, lo cierto es que me derretía con solo mirarlo.

< Mejor será que acabe pronto con la tentación. >

Y antes de que pudiera hacer nada mi mano golpeó suavemente a Bill y él se quitó los auriculares rápidamente.

¡¿Desde cuándo tienes control sobre mí?!

< No podía permitir que siguieras mirando a este chico de esa forma. Un poco más y le hubieras arrancado la ropa y untado en nata para después comértelo. >

Umm... nata....

< ¡Puagg! >

Si no te gusta lo que oyes ya sabes... ¡Aire! ¡No te quiero en mi cabeza!

< De aquí no me muevo. >

Agg, eres un maldito perro.

< Gracias. >

¡No me dejes con ellos, mamá!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora