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"ESTOY HARTA DE QUE SIEMPRE TRATEN DE CONTROLAR MI VIDA", resonó en el hogar de los Black. Antares Black bajaba las escaleras de Grimmauld Place doce, siendo seguida por su madre, Walburga Black. Regulus Black había salido de su habitación al escuchar los gritos, no tenían ni siquiera la semana de que habían regresado de Hogwarts, y las constantes peleas entre sus padres y hermana no habían parado. Se asomó y vio como su Antares llevaba en una de sus manos una maleta y en la otra cargaba con la jaula de su gato. Su rostro se frunció de la confusión. ¿Acaso iba a dejarlos?
— ¡Yo te di la vida! Sacrifique tanto por ti y así es ¿como me pagas? Crees que fue fácil el hecho de que dos de mis hijos, rompieran la tradición, que fueran diferentes a todos. — Señaló a su hija — Me sentí humillada, la gente se la pasaba murmurando sobre ello. "Los Black rompieron la tradición". ¡Por su culpa casi perdíamos prestigio!
Antares miró con molestia a la mujer frente a ella que se hacía llamar madre.
— ¡Yo no te pedí que lo hicieras! Y no tengo porque pagarte algo. — Contestó la castaña. — Y no sabes la felicidad que me causa que te sintieras humillada. — Continuo. — Porque así era como nos hacías sentir a Sirius y a mi. — Le apuntó con su dedo. — Tu nunca sabrás lo que es ser una buena madre.
— ¿Mala madre? Si yo siempre trate de remediar las cosas, trate de ponerles opciones para así volver a tener el prestigio que teníamos. Sirius prefirió irse de la casa, y tu, arruinaste el compromiso con Theo Lestrange, prefiriendo a un traidor a la sangre. — Era obvio que su madre se enteraría de que salía con James Potter. Si todo Hogwarts se enteró, ¿por qué ella no?
— Y si se trata de poner mi felicidad primero, lo seguiría "arruinando". — Respondió la oji verde. — Y solo para que lo sepas, esto fue lo mejor que pudimos haber hecho Sirius y yo.
La mujer soltó una risa. — Niña tonta, de verdad crees que el amor lo es todo ¿no? — Dejó de reír. — EL AMOR ES UN CUENTO BARATO, NO EXISTE.
— Que tu nunca hayas encontrado a alguien que te amara es distinto. — Respondió Antares. — y siento pena por ti, porque lamentablemente por eso, nosotros nunca recibimos una mínima muestra afectiva de tu parte. — Prosiguió.
— Y tengo que darte las gracias por darme el ejemplo exacto de ser todo lo que yo no quiero que tengan de madre mis hijos en un futuro. — Concluyó.
Eso pareció afectarle a su madre.
Walburga dio un largo respiro. — Entonces vete. ¡Lárgate de aquí!
