Capítulo uno: el chico nuevo

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Avery

Como cualquier otro cliché, podría iniciar contando un maravilloso despertar, con el suave canto de las aves y una tenue luz solar colándose por las rendijas de las persianas. Pero vamos, esto es la vida real, ¿quién se despierta de esa manera?

Como habitualmente, los gritos de mi gran familia se hicieron presentes en mi—nótese el sarcasmo—alucinante mañana. Gracias a ello, me levanté torpemente de la cama, casi cayendo de bruces contra el suelo.

Sí, el día va iniciando comúnmente, pensé.

Luego de tomar una corta ducha me coloqué el uniforme previamente arreglado, dejé mi ondulado cabello al natural y me maquillé levemente. Di un último vistazo a mi aspecto y, satisfecha con cómo
lucía, caminé escaleras abajo.

Hoy la niñera de los más pequeños de la casa pidió el día libre, lo que significaba que pronto se desatará un gran caos.

—¡Buenos días, familia!—tomé asiento sonriente.

—Buenos días, cariño—a duras penas mis padres devolvieron el saludo, los dos estaban ocupados intentando darle su papilla a la pequeña Becky y tratando de calmar a los inquietos Ben y Tyler, quienes corrían en torno a la mesa peleando un Buzz Lighyear.

En cuestión de minutos, Peter, mi hermano mayor, y Lynn, la cuarta, se hicieron presentes, justo antes de que Trina entrara con el desayuno.

Con ayuda de Peter, mi padre pudo acomodar a los gemelos en sus lugares y, tras haber bendecido los alimentos, al fin pudimos desayunar.

—¡Rápido, niños, se les hará tarde!—gritó mamá, para acto seguido darnos un pequeño empujón a lo que cruzábamos la puerta—Los amo, que tengan un lindo primer día.

—¡Nosotros también, mamá, gracias!

Aproximadamente 20 minutos después, el Instituto Preston High se hacía paso en mi campo de visión. Desde el auto podía ver cómo estudiantes corrían de un lado a otro dándose fuertes abrazos de reencuentro, hablando animadamente u observando a todos lados intentando ubicarse, en el caso de los novicios.

Bajamos del auto y luego de un agitón de manos cada quien tomó su camino. Inmediatamente pensé en buscar a Zoe, mi mejor amiga. Durante las vacaciones ninguna estuvo en la ciudad y no pudimos vernos, todo fue cuestión de videollamadas y mensajes de texto.

A escasos metros de la entrada la divisé con su característica cabellera rizada y tez morena, toda una belleza latina. En el físico y en la personalidad éramos como el agua y el aceite, sólo que somos un caso particular y a pesar de ir en contra de las leyes de la química, nos mezclamos a la perfección.

Mientras ella estaba distraída hablando animadamente, corrí en su dirección intentando abrazarla de sorpresa. Llegué por detrás y me le lancé encima, cuando volteó y me vio soltó un chillido de alegría.

—¡Avy!

—¡Zoe!

Gritamos al unísono envolviéndonos en un abrazo asfixiante.

—Cuánto te extrañé, chica, ¿qué tal tus vacaciones?—pregunté en cuanto nos soltamos y empezamos a caminar una al lado de la otra.

—Bueno, querida Avery, visitar a mis abuelos en México no fue tan malo después de todo, ¿sabías que las playas de Cancún están llenas de chicos lindos?—me reí ante los ojos de enamorada de mi amiga—¿Y a ti cómo te fue?, ¿has regresado con un guapo europeo como pareja?—su comentario me hizo reír aún más fuerte, ¿yo con pareja?, já.

—Para nada, siento decepcionarte, pero ninguno de los que traté me agradó, todos los hijos de los amigos de mis padres eran niños mimados y caprichosos.

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