Capítulo 13

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Despierta. ¡Despierta! Despierta de una maldita vez. Esto no es real, no, definitivamente estoy soñando. No no y no. Es un sueño, solamente un sueño.

     - ¿Hola?

     - Déjame, que estoy intentando despertarme- dije mientras me pellizcaba.

     - ¿Pero qué dices? No estás soñando.

     - Claro que sí. Esto no puede estar pasando.

     - Ey, para.- dijo Rubius sujetándome los brazos.- ¿Por qué te has puesto tan nerviosa de repente? Como si te fuera a matar...

     - No no no y no. Esto no puede... No puede ser real...

     - ¿Te ha incomodado lo que he dicho? Si es así lo siento. Sé que yo no te gusto pero tenía...

     - No. Para. No te disculpes. Si todo esto es culpa mía.

     - ¿Culpa tuya? ¿Es culpa tuya que me gustes y sienta algo por ti?

     - No, es culpa mía que me haya dado el lujo de enamorarme de ti.

Ese fue el momento en el que Rubius se quedó de piedra, y si no hubiéramos estado en esa situación, creo que hasta me hubiera reído de la cara que puso. Parecía haber visto un fantasma.

     - Ahora lo entiendo. Creo que estás loca.

     - ¿Loca? ¿Yo?

     - Si, loca.- dijo mientras no paraba de moverse de un lado a otro por la calle.

     - Creo que aquí el único loco eres tú, señor que anda de aquí para allí por las calles de Madrid y a la salida de una discoteca a las dos de la mañana.

- Puede que los dos estemos locos.

- Puede.- y me reí. Me reí de verdad por primera vez en estos días.

- Estás tiritando.

- No, tranquilo. Estoy bien.- me senté en un banco cercano a nosotros. La verdad es que me estaba muriendo de frío. Rubius se sentó a mi lado y se quitó su chaqueta.

- Toma anda.- y me la colocó sobre mis hombros.

- Gracias.- menos mal que era de noche y no pudo ver el rojo de mis mejillas.

- Oye, me gustaría aclarar algo.

- Dime.- creo que sabía hacia dónde iba ir esa conversación.

- ¿Han sido imaginaciones mías o me has dicho que estás enamorada de mi?

- No sigas por ahí...

- No. Claro que voy a seguir. Quiero que me expliques el problema.

- El único problema es que me había jurado a mi misma hace un año no tomarme el lujo de enamorarme. No volver a sufrir por nadie. Y menos por temas de corazón. Ya me han roto el corazón una vez, no quiero que haya una segunda.

- Vamos, que tienes miedo.

- Se podría decir así.

- Conmigo no tienes porqué tenerlo.- me cogió la mano y me la envolvió en sus delgadas manos. Estaban calientes y la mía helada, era una sensación agradable.- Confía en mí.

- Ya he confiado en alguien.- aparté mi mano de las suyas.- Y me falló.

- Yo no la haré _____. Te lo prometo.

- ¿Y cómo puedo estar segura?

- Nunca vas a estar segura. Pero resulta que el amor va de eso. De confiar en la otra persona. De darle tu corazón y esperar que no lo rompa. El amor va de confianza.

- El problema es que yo ya no tengo de eso.

- No. El problema es que no quieres arriesgarte. Tienes miedo.

- No es que no quiera, es que... Es que...

- ¿Ves? Arriésgate. Si nunca te arriesgas, nunca serás feliz.

Joder. El cabrón me lo estaba poniendo difícil. Tenía razón. Me había leído la mente. Claro que quería arriesgarme. Joder, es que con el lo arriesgaría todo. El problema es que el miedo me echaba para atrás. El miedo que todavía seguía dentro de mí y me impedía dar el paso. Ese paso.

- Tú misma los has dicho.- interrumpió mis pensamientos.- Hubo una vez que si arriesgaste. Qué todo salió mal, si. Pero no siempre sale mal. No siempre acaba en desastre.

- Me están entrando ganas de mandar mis principio a la mierda y besarte en un banco en medio de las calles de Madrid.- nada más abrir la boca me arrepentí de lo que acababa de decir.- Lo-lo siento... Se ve que el alcohol ha hecho de las suyas...

- Tranquila, yo también he bebido.- intentó ocultar una risa.- Dicen que el alcohol te hace valiente.

- ¿Sabes? Me voy a arriesgar. Pero me gustaría ir poco a poco. Es que todavía...

- Tranquila. No me importa de verdad. Esperare todo el tiempo que haga falta.- y volvió a coger mi mano, y esta vez no la aparté.

**************

Tras nuestra charla, Rubius y yo decidimos volver a casa. Los dos estábamos agotados. Se ve que expresar tus sentimientos a la persona que uno quiere te debilita y te deja sin energías. O también simplemente beber y bailar en una discoteca hasta altas horas de la noche. Seguramente las dos cosas.
En veinte minutos llegamos al portal. Terminamos cogiendo un taxi. El trayecto había sido tranquilo y el mejor de mi vida. Habíamos estado todo el camino cogidos de la mano y en un silencio que lo decía todo. Llegamos a casa y cogimos el ascensor. Los dos nos montamos en el.
¿Y sabéis eso de las películas y los libros, donde se supone que la chispa siempre termina saltando en los ascensores? ¿Qué en los ascensores es donde surge la magia? Pues nosotros no íbamos a ser una excepción.

- Nunca había llegado tan tarde a casa.- dije mientras el ascensor subía.

- Yo nunca había llegado tan pronto.- dijo, y me reí, y casi me atraganto.

- Que idiota.- y le di un golpe en brazo. Ahí fue el momento en el que nuestras miradas se cruzaron.

- Lo siento.

Esa fueron las últimas palabras que oí antes de notar como unos fuertes brazos me agarraban, como noté la fría pared del ascensor en mi espalda y como noté unos labios sobre mi boca.

-

Mi Vecino. [ElRubius y tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora