Capítulo 3

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Me despierto a las siete de la mañana. Tras cuarenta y cinco minutos para prepararme, me reúno e las ocho con mi mejor amiga Bea para ir juntas a la universidad. Las dos estudiamos filología. Nuestros gustos son muy parecidos, salvo que a ella le gusta internet y yo lo detesto.

Llegamos a las nueve menos diez, puntuales, y tras cinco horas de clases me dirijo a mi casa. Cuando llego al portal y abro la puerta choco con algo, más bien con alguien.

     - ¡Hola vecina!- me saluda una voz. Miro al individuo con el que me he chocado, y como no, es él.

     - Hola Rubius... ¡Rubén!- me corrijo. Ahora que lo pienso, no sé cómo llamarle.- ¿Cómo se supone que tengo que llamarte?- le pregunto. Lo he dicho sin pensar.

- Me da igual, pero la verdad es que prefiero Rubius. Rubén es como más formal

- Vale...- esto se está volviendo un poco incómodo.

- Bueno... Tengo que irme...- se despide y se va, esquivándome sin mirarme a los ojos.

¿A dónde se irá? ¿Habrá quedado con sus amigos? ¿Irá a una fiesta? Es martes, no creo que vaya a ir a una fiesta un martes a las cuatro de la tarde. ¿Habrá quedado con su novia? Si es que tiene... ¿Tendrá novia? ¿Será guapa? ¿Cuánto tiempo llevarán saliendo?
¿Pero qué... Por qué me estoy haciendo estas preguntas? Sé que soy una persona curiosa y que no suelo tener las cosas calladas. Aunque sea vergonzosa, la curiosidad me puede. ¿A mí que más me da lo que deja de hacer o no? Es solo tú vecino, como otro cualquiera. Bueno, como otro cualquiera no, no creo que nadie tenga un vecino tan guapo y tan atractivo y tan... ¿Pero qué me pasa? ¡Deja de pensar en él!

Entro en mi casa y cierro la puerta. Lo primero que hago es comer, me muero de hambre. Cuando termino decido estudiar un poco. Pero me resulta imposible concentrarme, no paro de pensar en... Déjalo ya ______, ni menciones su nombre.

Decido ponerme a leer, cosa que siempre me ayuda bastante. Cojo mi libro preferido, Orgullo y Prejuicio y empiezo a leer. Debo de haber estado leyendo como tres horas, porque para cuando me decido a mirar la hora, ya son las ocho de la noche. Ahora que lo pienso, debería empezar a buscar un trabajo para ganar un poco de dinero y poder pagar las facturas y mis caprichos en vez de seguir tirando de ahorros. A pesar de que mis fondos de universidad no los necesitaré gracias a la beca que me dieron, prefiero seguir conservándolos para un por si acaso. Estoy cansada, así que decido dejar la idea de buscar un trabajo para el fin de semana.

Cuando ya son las nueve, decido cenar. Gracias a la recién mudanza no he tenido tiempo de hacer todavía la compra, así que cojo un poco de dinero para bajar al supermercado que tengo al lado de mi casa. Cojo las llaves y salgo de casa. Cuando salgo por el portal, me choco con alguien, otra vez. Elevo la mirada y, como no, es él. Mi querido Rubius, el cual no he dejado de pensar toda la tarde.

- Es la tercera vez en esta semana que nos chocamos, y te mudaste ayer. Creo que deberíamos comprarnos un escudo o algo así.- me dice con una sonrisa en la cara. Para mi sorpresa, me encuentro riendo por sus palabras.

- La verdad es que sí.- le miro a los ojos. Que ojos tan bonitos tiene. Son como una especie de mezcla entre marrón miel y verde.

- ¿A dónde vas tan tarde?- me pregunta. ¿Qué más le dará?

- A comprar la cena de esta noche. Ayer acabé con la mudanza y no he tenido de tiempo de nada, ni siquiera de hacer la compra.

- ¡Vaya! Oye, si quieres, solo si te apetece... He preparado unas... Una especie de... Pero no estás obligada claramente...- se ha puesto rojo.

- No te he entendido...- le respondo. Seguramente esté más roja que él.

- Quería decir, que ya que no tienes cena ni nada, si te apetece, puedes venir a mi casa y bueno... Te invito a cenar... Conmigo.- respira hondo cuando ha acabado de hablar. Intento disimular una risa, pero no lo consigo. Que mono es.

- Claro.- le respondo yo. La verdad es que no me importaría cenar con él. Además, no es muy agradable cenar tú sola en un apartamento medio vacío comiendo comida precocinada.

Subimos a su apartamento. Cuando entro me fijo en cada detalle. Es igualito que los vídeos que me enseñan mis amigas sobre él. Sé que es una tontería, pero es como estar en un rodaje de una serie de televisión. Me lleva al salón y me pide que me siente en el sofá. Él en cambio se queda de pie.

- He preparado espaguetis. Si no te gustan puedo hacer otra cosa. Aunque no me pidas mucho, mi cocinero interior no está muy desarrollado.- bromea, y yo me río. No entiendo porqué me hace tanto de reír cada vez que abre la boca.

- No te preocupes, los espaguetis me encantan.- le digo con una sonrisa en la boca.

- Bien, voy a ir calentándolos.- antes de que se vaya me pongo de pie para hablarle.

- ¿Necesitas ayuda? ¿Quieres que vaya poniendo la mesa o algo?- me ofrezco. No me gusta estar parada, y menos esperando.

- ¡Claro! Acompáñame a la cocina y te digo dónde está cada cosa.

Me guía hasta la cocina y me indica dónde está cada cosa para que pueda ir poniéndola en la mesa. Cuando acabo poniendo el ultimo tenedor, sale de la cocina con dos platos humeantes. Tienen muy buena pinta y huelen muy bien. No me había dado cuenta de el hambre que tenía hasta ahora. Los dos nos sentamos en la mesa.

- Pruébalos. No sé si te gustaran... No soy muy buen cocinero.- me dice pasándose la mano por el pelo.

Cojo el tenedor y como unos cuantos espaguetis del plato. Me los llevo a la boca, mastico y trago. No están nada mal para ser un chico de veinticinco años independiente.

- ¡Están muy buenos!- le aseguro.

- ¿De verdad? No me estarás mintiendo muyayah...- me inquiere con un acento que he oído en más de un vídeo que me han enseñados mis amigas.

- De verdad que no.- me río por el acento que pone. No sé porque me hace gracia si cuando lo oía en sus vídeos ni me inmutaba. Será por que ahora como le conozco, me cae bien.

- Me alegro. Bueno, cuéntame algo de ti.

- Mi vida no es muy interesante... No lo ha sido nunca.

- ¡Oh vamos! Una chica como tú no puede ser aburrida.- me anima, y yo me sonrojo.

- ¿De dónde eres?- comienza preguntándome.

- He vivido toda la vida aquí en Madrid. Mi padre es de aquí pero mi madre es francesa y mi abuela noruega. Por eso soy rubia.

     - ¿No hace falta que te cuente de donde soy porque te sabrás ya mi vida no?- me pregunta riéndose.

     - No soy gran fan tuya, pero algo he oído. Sé que eres medio noruego, tú madre los es.- le cuento todo lo que se dé el.

     - Exacto. Bueno, siguiente pregunta. ¿Infancia?

Le cuento todo lo que me pregunta y yo le cuento todo de mí. Mi infancia, adolescencia, mis hobbies, lo que más odio, mis libros y películas favoritas, lo que hago en verano, mi estilo musical, lo que estudio... Le cuento todo. Y la verdad es que nunca me había sentido tan agusto hablando de mí con una persona. No me suele gustar cuando hablo de mí a la gente, pero con él todo es diferente. Todo cambia, cuando está él.

Mi Vecino. [ElRubius y tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora