Capítulo Tres, escoge, chica, escoge

48 4 10
                                    

Joana aún estaba sentada en el banco alto mientras observaba detenidamente como pasaban las personas, escasas. Ninguna volteaba a ver a la heladería. Escuchaba como en la trastienda la dueña le urgía a Gema que hiciera esto o aquello. De la última vez, a la señora Rasmy le había gustado la forma de trabajar de Gema, y le había pedido que volviera a ayudarle. Mientras que Joana se quedaba sola frente a los refrigeradores, esperando a hacer algo. Ese día entró un muchacha joven, aparentaba tener la misma edad que Joana, llevaba una mochila al hombro, mirada cansada y el sudor le pigmentaba la frente.

—Hola —Joana se volvió a acomodar en el banco, escondió su celular en el delantal.

—Hola... —La chica miraba los refrigeradores, los helados que tenían en su interior. Después miró los precios.

Cuando hubo pedido su helado se quedó un momento más para hablar con Joana. En ese momento Gema se desocupó en la trastienda y volvió al frente con Joana, donde conversaba con la chica.

—Una clienta —dijo Joana, presentando a Gema y la otra. — Dice que nos conoce.

—No, no, no —la chica acompañó con ademanes en las manos lo que dijo— dije que las he visto jugar en el metrobus más de una vez. Casi siempre van haciendo mucho barullo.

Gema se miró con Joana, las dos sonrieron.

—Ella es la que siempre me esta molestando —dijo Gema.

Joana se mofó:

—¿Yo qué?

La otra chica las miraba sonriendo mientras comía su helado.

Hablaron hasta que la chica se terminó su helado y Gema tuvo que volver a la trastienda. La chica se llamaba Karen, las otras dos le prometieron que no se olvidarían de su nombre, y que cuando volviera a la heladería la tendrían identificada para hablar nuevamente.

Joana volvió a colocarse los audífonos para escuchar música. Esperaría todo el día a que algún cliente entrara, pero ese día no hubo más que un cliente.

Ese día ninguna de las dos deseaba ir a dejar la llave al departamento de la señora Rasmy, Joana objetivamente decidió que Gema iría a dejar la llave: en la tarde el chico estaba de mejor humor y en las mañanas iría Joana para aguantar al chico cuando se acababa de levantar.

—Yema ¿No te vas a llevar tu bolsa? —Dijo su amiga cuando estaban ya cerrando, ella metía las últimas sillas mientras Gema estaba saliendo por la puerta principal.

—Ah, sí —Gema se regresó distraída— se me había olvidado.

—Vete con cuidado, muchacha —fue lo último que alcanzó a escuchar Gema al salir de la heladería, quería acabar rápidamente con su trabajo.

El chico abrió la puerta tan rápido que se pegó en el dedo pequeño del pie, maldijo entre dientes, cerrando un ojo y haciendo una mueca.

Cuando vio a Gema frente a él soltó el aire que había retenido.

—Me lleva la fregada —suspiró.

Saltaba en un solo pie con la mano apretando su dedo pequeño. La sangre le coloreó el rostro compungido en dolor, Gema lo miraba con una expresión mezcla de diversión, confusión y desagrado.

Gema se acercó para ayudarlo, pero Monir en lugar de dejarse hacer saltaba en un solo pie en dirección contraria.

Ella se resignó, quedándose a unos metros de distancia, vio el llavero pegado en la pared, dejo las llaves allí y se fue.

Para que necesitaba ver el rostro de aquel chico por más tiempo. Que se arreglase con sus propias manos. Bajó hecha una furia las escaleras, con el cabello soplándole hacia atrás. Se detuvo en el penúltimo descansillo, con las emociones revoloteándole en el pecho no se había acordado de lo pesado que era bajar las escaleras.

SENTIMENTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora