Capítulo 5: Mañana en el parque

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Mi tono de llamada Viva la Vida sonó al momento en que pretendía guardar mi teléfono para volver a mi trabajo. Lo saqué de nuevo del bolsillo de su chaqueta y vi el identificador de llamadas con la esperanza de que fuera mamá.

Pero era sólo Bess.

Miré en dirección a Theodore, por suerte, él seguía con sus audífonos puestos. Al tenerlo de perfil, pude notar que sus ojos estaban cerrados tras sus gafas de sol y sus piernas seguían el ritmo de cualquiera que fuese la canción que escuchaba. Su posición era despreocupada, relajada, con la cabeza ligeramente hacia atrás como si estuviese tomando el sol. Se veía bastante atractivo.

Bien, la llamada de Bess.

—Creí escuchar que me llamarías la última vez que hablamos. —Era agradable escuchar su voz, apenas habían pasado un par de días y ya la extrañaba.

—Lo siento, no he tenido tiempo —me disculpé sinceramente—. Cuidar a dos niños no es algo fácil.

—¿Ya conociste al ciego? —Puse los ojos en blanco, desconcertada. ¿Podía ser menos discreta esta chica?—. ¿Cómo es? ¿Es lindo, ardiente o sexy? ¿Extremadamente sexy? ¿Tirable?

—¿Tirable?— Le pregunté, enarcando una ceja, divertida—. ¿Es esa una nueva palabra? ¿La han puesto en el diccionario ya? Lo siento, no estoy aún familiarizada.

—Scar, sabes a lo que me refiero, no le des vueltas al asunto —me reprochó con tono de fastidio—. Sigo esperando la respuesta, amiga.

—Él es... —Le eché una mirada de reojo, bajando la voz sólo en caso de que escuchara algo de esta conversación—. Él es un completo idiota.

Escuché a Bess bufar al otro lado de la línea.

—Kathlyn, te pregunté acerca del físico, no que si es un idiota o no. No intentes voltear la cosa.

Ugh. Odiaba cuando me llamaba por mi segundo nombre. Odiaba a muerte mi segundo nombre.

—Tiene los ojos más hermosos que jamás he visto en mi vida. —Traté de no sonar tan ridícula, pero mi suspiro al recordar aquellos ojos no se contuvo. Por alguna razón, cada vez que los recordaba me robaban el aliento—. No estoy exagerando, Bess. Y también tiene cuerpo atlético, muy atlético. —Y un lindo trasero, quise decir, pero no lo dije, probablemente se volvería loca.

—Vaya, ¿o sea que es tirable? —airó, atontada—. ¿O sea que puede ser que la virgen María deje de serlo antes de la universidad? ¿Antes de que acabe el verano?

—¡Bess! —repliqué con mis mejillas coloradas—. ¡No haré nada con nadie! Y mucho menos con un idiota ogro como él. Estoy aquí por trabajo y lo sabes.

—Uh-oh, ¿percibo algo de tensión por ahí? ¿De tensión sexual quizá? ¿Te atrae el chico? —opinó, sugerente—. Sabes que puedes decírmelo, no tienes que ocultar nada de mí.

—Nos odiamos desde el preciso momento en que nos conocimos. Hemos discutido la mayoría del tiempo, no me agrada, es un odioso imbécil. Los amigables genes de la familia al parecer no funcionaron con él. —Con tan sólo pensar en sus palabras me hacía querer gruñir—. En resumen, prefiero involucrarme con un árbol, al menos sé que tendrá más sentimientos que él.

—Nunca digas nunca, Scar, el verano es largo y las cosas pueden cambiar, hasta entonces, estaré esperando esa llamada que me harás para contarme como salió todo, con detalles, por supuesto —me dijo, dejando escapar una de sus risitas malévolas.

—Esa llamada nunca llegará, así que no la esperes —espeté—. No pasará nada sexual, o mucho menos, amoroso entre ese ogro y yo. Jamás.

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