capitulo 26 Kerisal

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-No, Keri aun no- me contestó el que parecía el líder, era alto y llevaba una perfectamente recortada barba negra. Escuchamos los pasos de Zaradi junto a Taitus subiendo por las estrechas escaleras hacia nosotros. Alrededor de esta parte del muro se reunieron los guardias blancos, también algunos Heraclitas y guerreros voluntarios, me fijé que la mayoría eran de los combates clandestinos cosa que no me extrañó.

-Esperaremos que ataquen- dijo Leyxa manteniendo su mirada en los arboles que los Eidanos estaban derribando -¡Nos estamos defendiendo!- grité mirando a mi alrededor -¡Queremos el menor número de bajas posibles!- continué elevando mi voz grave, sobresalieron ballestas por encima de muralla, al igual que catapultas de hierro apuntando al enemigo. -No disparéis a matar- esto último lo dije algo más bajo, pero lo suficientemente alto como para que me oyesen los que estaba a mi alrededor. Notábamos movimiento a nuestras espaldas, la ciudad se movia desde el exterior hacia el interior, el movimiento de las masas era guiado por Alarine, avistamos a Jocu y a su hermana junto al rio, si atacaban la muralla, estas familias estarían a salvo. Me pregunté si habíamos hecho bien en dejar a los reptiles en la mansión, no me fiaba de esta gente. -Keri, hay movimiento- me dijo Dara atrayendo mi atención de nuevo al bosque, una partida se acercaba a las puertas, el comandante hizo un gesto con el brazo y todas las ballestas y arcos apuntaron a ellos, el silencio era palpable. Se detuvieron a una distancia prudente de las puertas, el sol asomaba tenuemente por las altas montañas haciendo que la gran ciudad dorada resplandeciese. -Van a intentar derribar el muro- susurró Dara observando la situación, sus maquinas estaban cargadas, eran enormes cámaras de hierro que encerraban núcleos, supuse que harían lo mismo que nosotros en Nazali.

-Disparad a las maquinas- tras decirlo un manto de flechas cayeron sobre ellos, se cubrieron como pudieron con los pesados escudos rojos y negros, la maquina explotó soltando un nucleo -¡Agachaos!- gritó Leyxa y me eché sobre ella cubriéndola con mis brazos, un fuerte estruendo nos sacudió y se levantó un gran polvo, un impulso de energía recorrió la piedra de la muralla y continuó sacudiéndonos, era como si el nucleo se hubiese fusionado con los ladrillos dorados haciendo movimientos sísmicos. -Tenemos que pararlo- dije intentando no caerme al ponerme en pie, al igual que yo, Leyxa se aferró a la pared para no caerse con el brusco movimiento. -Quemadlo...- murmuró Dara, -¡Con el Heracles!- gritó, mientras atacaban para que no volviesen a lanzar otro núcleo, nos juntamos los Heracles y Heraclitas. -Apuntad hacia la pared- dijo Leyxa envolviendo sus manos del mismo humo blanco que yo, desde lo más alto de la muralla apuntamos con los dedos hacia el núcleo aun en movimiento que intentaba fusionarse con la pared, los diferentes Heracles se mezclaron creando unos relámpagos de colores que golpearon con fuerza la roca, los Eidanos respondían a los ataques con más golpes y flechas, las repetidas sacudidas apenas me dejaban concentrarme, sentía como la piel de la palma de mis manos empezaba a arderme, mi Heracles y el de Leyxa se fusionaron casi al instante cuando se rozaron creando una ráfaga tan densa que no parecía humo. El nucleo empezaba a ceder y notábamos como los terremotos empezaban a disminuir. -¡Me arden las manos!- escuché gritar a Leyxa, -¡aguanta!- grité de dolor, el ardor hacia que la piel se me rasgara de las muñecas, la energía pareció detenerse todos caímos al suelo, agotados. No podía cerrar los dedos del dolor, me sangraban las líneas de las palmas de mis manos y vi que las de Leyxa no estaban mejor que las mías. Unas ovaciones de victoria nos decían que lo habíamos conseguido, nos incorporamos para comprobar que los Eidanos se estaban retirando, ayudando a sus caídos a levantarse mientras nosotros abandonábamos nuestros puestos. -Vamos a llevaros a la mansión, necesitáis un buen baño de rozas- dijo uno de los hombres de blanco, nos acompañaron escaleras abajo, conseguí recuperar la sensibilidad de mis dedos a medida que avanzábamos.

-No sabía que los nucleos pudieran utilizarse así- dijo Leyxa cubriéndose las heridas con el pañuelo que llevaba alrededor del cuello -Es energía, contenida por anillas que giran a su alrededor, sin estás...- contestó Dara ayudándome a subir al Roca, el otro hombre arropaba a Leyxa subido a lomos del garballo blanco, Dara cogió las riendas y los seguimos rio arriba, las gentes nos halagaban y celebraban la victoria, tan solo habíamos impedido el primer ataque, puesto que habíamos descubierto nuestro juego, ahora se prepararían para volver a atacar.

-Los primeros núcleos se crearon a partir del Heracles ¿lo sabías?- continuó Dara, estaba entre una mezcla de euforia y miedo, yo tan solo pensaba en cómo podríamos disuadirlos para que el enemigo se marchase, necesitábamos un plan que seguramente Leyxa estaba maquinando ahora mismo, noté que me desvió la mirada cuando le eché un ojo, algo había cambiado entre nosotras. Nos recibieron con las puertas abiertas, todo el jardín y el interior estaba abarrotado de ciudadanos, en su mayoría de familias. La mansión al igual que las casas cercanas estaba en el interior de la ciudad, Ably corrió hacia nosotras, llevaba una jaula de madera que contenía a los pequeños dragones, no sabía si era porque estaba algo aturdida, pero los notaba más grandes.

-Os he preparado un baño de rozas- dijo llevándonos al interior de la casa, -Toda la ciudad se ha agrupado en el interior, solo han quedado soldados en la periferia de la ciudad- nos informaba Ivy a medida que caminábamos, subimos las escaleras de la parte derecha de la mansión, no había estado en esta parte donde dormía Alarine, entramos en una gran habitación, era un baño espectacularmente grande y lujoso, la gran bañera de piedra dorada estaba en el medio de la gran sala, tan grande que parecía más bien un lago interior, el aroma a rozas envolvía el lugar hasta la escalera, me quité el vestido manchado de sangre por mi herida del hombro mientras que Leyxa se dejó puesto la ropa interior antes de meterse en la cálida agua cubierta de pétalos de rozas. Me dejé sumergir notando como mis heridas ardían en un primer momento y luego se calmaban, Dara se quitó parte de la ropa antes de entrar, seria porque estaba Leyxa delante, si no, no sería tan pudorosa. El silencio solo fue roto por una débil risa de satisfacción por mi parte.

-Ha salido bien- dije sumergiéndome cada vez más, el pelo me pesaba y sentía como las trenzas se desenredaban bajo el agua. -Necesitamos un plan, tenemos que echarles- dijo Leyxa volviendo a la seriedad, era incapaz de mirarme a los ojos, estaba tan incómoda, que hasta Dara lo notaba, tragó saliva intentando entender la situación que escapaba a su comprensión, se acercó a mi rodeándome con sus brazos, como si la situación no fuera lo bastante incómoda para Leyxa. Ably entornó las ventanas y cerró las cortinas para dejar la habitación más oscura. Aparté a Dara y me dispuse a incorporarme, -Me marcho, la noche ha sido larga y necesito descansar- dije rodeándome con la toalla, me escurrí el pelo como pude, aun me dolían las manos pero la hinchazón había disminuido.

-¿te acompaño?- se ofreció Dara con la mirada coqueta, me negué con más antipatía de la que pretendí, Leyxa ni siquiera dijo palabra alguna. Crucé el salón colocándome mejor la toalla, nadie pareció reparar en mí. Sentí como Keiran se colaba entre mis pies al caminar provocando que casi me tropezase. Unos pasos atrevidos me siguieron por las escaleras hasta mi habitación, me detuve en seco antes de abrir la puerta. Miré de reojo al joven rubio que parecía acecharme desde el último escalón, -Taitus, sé que no recordabas mi nombre- me susurró con arrogancia, me giré para comprobar su mirada inquieta, me mordí el labio pensativa antes de dejar la puerta entre abierta para que entrase tras de mi.

Hijas de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora