Prólogo

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Casi como de costumbre en el último mes, al salir de la escuela la vio. Era una mujer de más de cuarenta años, usaba unos zapatos con tacón bajo color café, una falda del mismo color que le llegaba a la rodilla y una blusa beige. Su cabello castaño, largo y ondulado estaba peinado en una trenza y en su rostro, ligeramente maquillado, se denotaba una gran preocupación en esos ojos grandes y castaños que poseía. Alexa veía las arrugas en el rostro de su madre, veía las bolsas bajo los ojos producto de las últimas semanas y aún así estaba admirada de como se podía mantener de pie, erguida, con una pequeña sonrisa y los brazos abiertos para Alexa. Caminó hacia los brazos abiertos de su madre y le permitió abrazarla. Tenía un perfume de olor dulce, como siempre, un olor que Alexa nunca había podido identificar con certeza que era, solo sabía que le gustaba y la hacía sentir segura.

—Vamos a casa, mi princesa —le dijo su madre sonriéndole a su hija.

Sin decir una palabra, Alexa la siguió hasta el auto donde la llevaría a casa, en momentos se ponía a extrañar a Gerardo, que era demasiado bueno hablando, al grado que ella no tenía que hacerlo, pero estaba consciente que no podía con él eternamente. Una vez que empezó el viaje a casa en auto, su madre le dedicó una sonrisa amable, como era usual en ella, y condució en silencio, sin que ninguna de las dos se atreviese a poner música.

—Te compré un regalo —dijo su madre rompiendo el silencio, atrayendo la atención de la adolescente.

—Mi cumpleaños fue hace casi un mes —dijo Alexa con amargura.

—Lo sé —respondió la madre y soltó una risa nerviosa—. Yo fui la que te parió.

—Aceptaré el regalo si me prometes no hablar sobre mi parto —propuso Alexa horrorizada por el rumbo que estaba teniendo la conversación con su madre, cosa que la hizo reír.

—Los embarazos son muy bonitos —replicó su madre—. Me parece un proceso tan hermoso, no siempre es color de rosa, pero así es la vida. Y en un embarazo creas una.

—Prefiero evitar esos procesos hermosos —comentó Alexa dándole a su madre una sonrisa forzada para dar un largo suspiro—. ¿Cuál es el regalo?

—Está en la guantera —le dijo su madre sin dejar de ver el camino, Alexa abrió la guantera para encontrar un paquete rectangular envuelto en periódico.

Arqueo una ceja mientras quitaba el listón rojo que tenía. Una vez quitando el periódico se revelaba un pequeño cuaderno estilo francés color rosado con dos A hechas con diamantina. Alexa adivinó que su madre las había hecho manualmente dado los bordes irregulares y la diamantina esparcida por todo el cuaderno, acción que la sorprendía aún más.

—¿El diario de Barbie? —preguntó Alexa arqueando una ceja.

—Es para ti, para que escribas lo que sea que pase por tu cabeza —le explicó su madre sonriendo emocionada, Alexa reconoció el brillo en los ojos de su madre, auténticamente creía que era una brillante idea.

Alexa miró con inseguridad el cuaderno mientras lo examinaba por fuera, muy en el fondo, estaba feliz de que fuese rosa. Le gustaba el color, una especie de gusto culposo que ella poseía. Su madre la conocía tan bien que sabía que con el cuaderno, aunque Alexa no quisiera admitirlo, había dado en el clavo.

—¿Quieres que escriba un diario? —preguntó extrañada la adolescente.

—Quiero que estés bien —respondió la señora al volante para añadir con tristeza—. Sinceramente no sé cómo puedo ayudarte, me quedo sin ideas y quiero creer que ese cuaderno te ayudará como yo quiero ayudarte.

Alexa miró por unos segundos a su madre y, por primera vez en lo que sentía una eternidad, sonrió. Sonrió de verdad.

—De acuerdo.

Diario de una asexualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora