—Tú escogiste ser, precisamente hoy, el señor saludable —lo acuso—. ¿Un helado de yogurt? —bufo— Ni siquiera sabía que existía eso.

Armando intenta no reírse:

—Es comida sana —defiende.

—Oh, Dios —Pongo los ojos en blanco—. Te llevarías genial con mi mamá.

—Me encantaría conocerla —dice Armando intentando robarme una gomita—. Además, traje agua porque la sal de las palomitas me produce mucha sed.

—Pero no compraste palomitas —le recuerdo apartando de él mis gomitas. Ahora mira mis palomitas—. Ah, no... —salto—. No sé cómo era tu relación con Heidi, pero Vanesa Salcedo no comparte su alimento.

Él me hace ojitos.

—¡No!

—Vanesa...

—N. O. No. 

—Vane... —musita, todavía más empalagoso.

Alejo de él el recipiente con palomitas. Acto seguido, empezamos una batalla campal para ver quién de los dos se queda con el recipiente: Salto y él salta conmigo. Después coloca sus brazos alrededor de mi cintura. Yo levanto lo más alto que puedo la bandeja repleta de golosinas. 

—¡No!

Pero Armando no se rinde y me hace cosquillas. Me cago de la risa. 

—¡Basta!

Las palomitas y los Hot dogs caen al suelo. ¡Mierda, no!

A tiempo empieza la película.

—Shhh —nos regaña alguien. Le muestro el dedo medio. 

Armando me suelta y le arrojo las pocas palomitas que quedan.

Él ríe. 

—Me quede sin comida —chillo, dramática.

—Te puedo compartir helado de yogurt —ofrece él después de darle la primera mordida. Empujo el resto del helado contra su camisa.

Los dos reímos. 

—Shhh... —siguen callándonos.

—¡Mi novio es abogado! —nos defiendo.

—¡Vanesa! —me regaña Armando.

—¡SHHHHH! —sigue la gente durante toda la película.


...


—Me la estoy pasando bien. Gracias... por la película —digo, sintiéndome un poco tímida—. Por todo en realidad. Muchas gracias.

No vaya a ser que un día de verdad necesite de un abogado. 

Después de salir del cine, Armando y yo decidimos caminar sobre la avenida comercial de Ontiva para poder comprar un obsequio para Daniel y Carolina, y el camino nos llevo hasta el parque central de la ciudad. 

—Ya hasta olvidé dónde dejé mi coche.

—En el centro comercial —le recuerdo.

—Cierto.

Ya vimos una película, visitamos bazares de boberías y cenamos. 

—¿No te aburrí con todo el rollo de Grupo M?

—Para nada —él coloca una mano sobre mi espalda—. Creo me diste más detalles que los que jamás me dará Marco. Y los necesito si seré su abogado. Ahora... —me mira con actitud cómplice—. Platiquemos sobre ti. 

Vanesa entre líos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora