Capítulo tres

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—¿Te importaría pasarme el azúcar? —señalé el envase que estaba más cerca de ella. Me lo pasó a mala gana.

—Eres un dramático.

—Tal vez sí, tal vez no.

—Ugh, te detesto.

—Qué bien que ya sabes cómo se siente, ¿no? —pregunté con sarcasmo.

    
Odiaba eso de mí, siempre sacaba el sarcasmo en los peores momentos y lo peor era que no era intencional.
     

—Bien, hasta aquí.

 
Tomó mi plato y mi taza de café y alejó ambas cosas de mí, poniéndolas en la cocina.

—Ese es mi desayuno.

—Lo sé, pero no vas a desayunar hasta que hables conmigo de esto. ¿No te parece inmaduro seguir recordando el pasado? Ya, terminó. El tiempo pasó, cambié, cambiaste. El pasado es pasado, Chad, y no hay nada que puedas hacer para cambiar lo que pasó.

—¿Quieres hablar de esto? —asintió— Bien, hablemos. ¿No te parece inmaduro jugar con los sentimientos de una persona sólo para satisfacerte a ti misma? ¿No te parece inmaduro enamorar a alguien para luego humillarla y romper su corazón? —pregunté con fuerza, no podía detenerme— ¿No te parece inmaduro haberme hecho esto y luego hacer de cuenta que no hiciste nada? ¿Fingir ser un ángel cuando lo que en realidad eres es un demonio? —me miró a los ojos, de una manera que nunca había visto en ella.

Ella no conocía esa fuerza que estaba en mí. Ella no sabía que esa fuerza que tenía para enfrentarla, me la había dado ella desde el momento en el que me dañó.

En lo que me había transformado, era su culpa.

   
—¿Vas a querer seguir hablando o no? —no respondió— Me lo imaginé.

Salí de ahí y fui a mi habitación. Cerré la puerta atrás de mí e intenté respirar profundamente para calmarme.

No quería tener que llegar a ese punto, pero era eso o volver a llorar como lo había hecho años atrás. Prefería mil veces la primera, aunque la dañara más a ella que a mí.

Miré el reloj de mi despertador y sabía que me había atrasado en mi horario del miércoles, iba a ir a correr, pero ni siquiera tenía ganas de salir de mi habitación.

¿Qué podía hacer ahora?

Suspiré hondo una vez más, tenía que calmarme... Tal vez debía ir a hablar con alguien que ha tratado con personas así, como Lorianne y que hacían sentir miles de cosas a la vez. Solo había alguien, una persona que yo conocía que podía ayudarme con esto.

  
*   *   *   *   *

  
Toqué el timbre una vez más y sentí mi pierna moverse con ansiedad hacia delante y hacia atrás.

Cuando abrió la puerta, supe que alguien había estado aquí... Por lo menos en las últimas 10 horas.

—¡Chad! —exclamó ella con alegría. Era mucha alegría teniendo en cuenta que apenas iban a ser las 9 a.m.— ¿Qué haces aquí a esta hora?

—Yo... Necesito hablar contigo, Kendall —ella frunció el ceño, confundida—, ¿está mi hermano por ahí?

—Está... en mi habitación.

—Puedo volver luego si quieres —dije señalando sobre mi hombro con mi pulgar.

—Oh no, no. Tranquilo, pasa.

Bienvenida Otra VezOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz