—Lo que te dijo, todo, yo....perdóname— acortó la distancia entre ellos, la abrazó por la cintura con precaución pero decidido.

—No, no hay nada que perdonar soy yo quien te tiene que pedir me perdones, sé que perdí lo estribos y actué como una loca, tu camioneta fue quien pagó mi coraje como no me dejaste desquitarme de la maldita pigmea ¡tu la defendiste!— le dio un golpe en el pecho y luego lo abrazó —tardé en darme cuenta lo que estabas haciendo, ¡querías protegerme a mi! ahora lo entiendo y...la culpa no me dejaba contestar tus mensajes ¿con qué cara iba a disculparme? ¡No sabía que decirte! Si debes pensar que estoy mal de la cabeza pero es que esa...me sacó de mis casillas y no debí permit...

Le pasó el pulgar por los labios con dulzura —Shh hablas mucho cuando estas nerviosa ¿Aun te pongo nerviosa?— le sonrió.

—Pues es que me tomaste por sorpresa, no creí que vinieras a buscarme— agachó la mirada.

—Estoy aquí porque te amo— con ambas manos la tomó del rostro para mirarse a los ojos —te amo Jade, estoy loco por ti. Por favor dime que no ha cambiado nada, dime que aun sientes lo mismo que yo.

—Yo también te amo, lo que pasó no cambió nada en mí, nada.

Se acercó a Jade lentamente, a esa boca que había deseado besar en cuanto la vio, ella entreabrió los labios y cuando se encontraron fue el cielo para los dos. Un beso lento para reconocerse, succionando dulcemente los labios en un beso de reconciliación. 

—Jade...—susurró en la boca de ella, la estrechó fuerte entre sus brazos pegándola a su cuerpo y se besaron con más intensidad, sus lenguas se tocaron saboreándose con pasión y ternura.

No la dejaría ir de nuevo nunca más.

Con una mirada le pidió consentimiento, ella también lo deseaba y sin dudas aceptó, quería estar con él.

Y la empezó a desnudar.

Le desabotonó la blusa presuroso, una mano se posesionó de un seno apretándolo delicadamente, Jade se estremeció y gimió en su boca, sin dejar de besarla le desabrochó el sostén sin ningún problema, Rayder la miró embelesado y su respiración se aceleró, sus manos fueron al pantalón y lo deslizó hasta el piso.

Las manos de ella no se quedaron quietas, las yemas de sus dedos se paseaban por la ancha espalda de él y fue bajando hasta su cintura, metió las manos entre el pantalón y la piel de Rayder y se los bajó pegándose a él su cuerpo entero reaccionó al contacto. Ambos cuerpos se aferraban apasionados, estaban juntos de nuevo haciendo el amor.

Del miedo, los nervios y la angustia de saber si podían superar sus dudas pasaron a una pasión desmedida.

—Rayder—  lo guió hasta el borde de la cama.

—Te necesito— le dijo con voz ronca llena de deseo y amor y la subió con gentileza sobre la cama.

—Yo también, hazme el amor.

Jade se tendió sobre la cama y él se posicionó sobre ella, empezó a lamerle los pezones erguidos, la calidez de su boca y la lengua enviaban sensaciones a cada poro de su piel convulsionándose bajo el cuerpo musculoso de Rayder, por instinto buscó con sus caderas el roce en el lugar preciso.

La besó en la comisura de sus labios —Todavía no mi amor.

—Si...Por favor.

—Espera, confía en mí.

Le rozó el labio con la lengua y luego la besó con pasión, le besó el hombro y luego le dio vuelta para besar su espalda, lamiendo y besando y mordisqueando bajando hasta la cintura, dejando besos regados por su cadera hasta las nalgas y las piernas. No dejó ni un centímetro de su piel sin ser adorado por su boca, él la sentía como terciopelo suave. Jade estaba excitada caliente y húmeda, cada beso, cada caricia la hacía retorcerse de placer, apretando la sabana en puño dejaba escapar gemidos que a los oídos de Rayder eran un deleite.

La hija del GeneralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora