CAPÍTULO 1

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UNO DE ESOS DÍAS...

(Ryder)

Ryder entró por la puerta de cristal del antiguo edificio restaurado estilo español en donde se encontraban las instalaciones de construcciones King. La recepcionista lo miró sonrojada sosteniendo nerviosa algunos de los recados que apenas puso sus ojos en él empezaron a temblar.

El hombre alto y rubio la miró con esos extraños ojos. Uno era de un azul intenso como el resto de sus hermanos y el otro era color violeta como una marca de nacimiento del que su madre, quizá por ser una mujer de temperamento fuerte insistió en heredar a su hijo. Guiñó uno de esos extraordinarios ojos a la joven y le sonrió con aquella sonrisa que hacia caer a las mujeres en sus redes. Tomó los papeles y siguió su camino hasta el gran arco que mostraba un jardín espectacular diseñado por su hermano Panther, que era uno de los mejores diseñadores de exteriores del país. En ese jardín le había dado su toque mágico conservando el estilo español del edificio de tres pisos que en cada uno de las siguientes dos plantas las barandillas de acero forjado sobresalían por su gran trabajo artesanal protegiendo los pasillos. Atravesó por el piso de adoquines rojos y grises que creaban figuras geométricas, hizo caso omiso del elevador en donde dos secretarias a las que saludo esperaban su llegada, él subió de dos en dos los escalones de piedra hasta el tercer piso en donde estaba su oficina y la de su hermano.

Saludó a todo el trabajador que se encontró en su camino hasta que abrió la puerta doble de cristal. La frescura de la habitación le recibió, al igual que su secretaria-asistente que al verlo se levantó de inmediato de su escritorio recibiendo los recados que la recepcionista le entregó.

- Ubica a cada uno - ordenó con esa voz ronca y modulada que caracterizaba a los King -, y ven a mi oficina en cuanto hayas terminado.

- Si señor King.

Ryder miró a la joven mujer que respondió profesionalmente sin ninguna expresión con ese ligero acento extranjero. Lena era una joven de estatura normal, pero demasiado delgada, a veces tenia ganas de llevarle algo de comer para hacerla subir un par de libras y se detenía porque no era su problema. Quería verlo así, ella sólo trabajaba para él como los demás en la empresa y nunca había intentado meterse en sus vidas o sus costumbres. No podía asegurar que fuera alguna belleza escondida tras esa gafas de pasta negra que cubrían sus ojos y una parte importante de su cara y por el recogido tan severo que llevaba la mayor parte del tiempo que llevaba trabajando para él.

Ryder parpadeó al notar que su mirada estaba siendo insistente sobre ella, así que inclinó su cabeza sin saber que más hacer y dio media vuelta entrando a su oficina.

Demonios! Gruñó sintiéndose incómodo por observarla de aquella manera, no entendía lo que le causaba curiosidad, tal vez se debía a que había notado que era demasiado delgada o a que siempre mantenía una distancia muy prudente de cualquiera que buscaba la manera de acercarse a ella.

Lena llevaba trabajando para él sólo dos años. Nunca la había visto salir con nadie, ni siquiera ir los viernes a el bar texano que estaba al final de la calle con el resto de los trabajadores. Siempre salia a las cinco en punto sin un pendiente para el siguiente día, era demasiado competente.

Fue hasta su escritorio y se dejó caer en el sillón con un suspiro. Giró un poco su asiento y miró por la ventana el cálido paisaje texano ante él. Lo que despertaba su curiosidad era la pequeña maleta que los viernes que ella siempre llevaba a la oficina.

Un llamado a su puerta le sacó de sus pensamientos.

- Pase.

Lena entró con su semblante serio. Ryder recorrió su figura delicada asimilando su vestuario. Llevaba un suéter flojo de delgada lana gris, era igual que los de la ultima semana, si no fuera porque los colores eran diferentes hubiera jurado que eran el mismo y una falda larga y negra hasta la mitad de sus pantorrillas terminando con unos zapatos de un tacón de cinco centímetros. La miró sostener con fuerza la tableta en sus pálidas manos desnudas y cuando regresó sus ojos hasta su rostro, se detuvo un poco en la pequeña nariz respingada y su boca también pequeña pero de labios carnosos brillantes por alguno de esos labiales sin color que usaban las mujeres. Gruñó molesto cuando se dio cuenta de que volvía a ser impertinente al estudiarla así de esa manera.

SAGA KING'SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora