Cap. 15 El cielo se dividió en dos

460 59 2
                                    

Aunque para un utopiano escuchar que dos hombres se aman hubiese sido una señal del fin del mundo, para ellos fue más que normal y hasta se conmovieron interiormente ante tal declaración.

—Muy bien, entonces quedamos así: Equipo A Sebastian, Marcos, Juan y yo saldremos; Equipo B Francesca, Stanly y Harry se quedarán aquí y ayudarán a los demás a salir —dijo Lourell.
—¿Eso es todo? —preguntó Francesca.
—Ni que la vida fuera tan fácil. Nosotros nos iremos rápidamente siguiendo las señales que indican la salida de emergencia sin saber qué podemos encontrarnos al final. Ustedes tres, en cambio, se dirigirán de nuevo a sus celdas, pero tendrán que colocar algún objeto entre la puerta que impida el cerrado hermético y, cuando todo vuelva a la normalidad, saldrán y tratarán de pasar inadvertidos para poder encontrar la manera de sacar a los demás.
—¿Celdas? ¿Estas recámaras son celdas? —preguntó Sebastian confundido.
—Sí, estas son unas celdas experimentales donde prácticamente nosotros somos unos conejillos de india. Hay muchas cosas que aún no sabes, pero que a su momento has de saber. Lo importante en este instante es saber que con estos señores no se juega, todo lo tienen planeado. No confíen en nadie.
—¿Qué nos dice que podamos confiar en ti? —dijo Harry.
—Yo no les estoy pidiendo que lo hagan.

El temblor se intensificó notablemente y sacudió los cimientos de la colmena. Las luces se apagaron y el pánico comenzó a reinar.

—¡Empecemos ya! Siento que si no salimos habrá un derrumbe de verdad.

Todos acataron las órdenes. El equipo B se dirigió enseguida a sus posiciones y el equipo A comenzó con la misión.

—Usen el brazalete de sus brazos derechos, tiene una minilinterna.

Todos obedecieron de nuevo. Lourell era, aunque muchos no quisieran aceptarlo, una líder preparada para cualquier situación. Sin embargo, Sebastian no pudo evitar comenzar a dudar de ella, ¿por qué sabía tanto?, se preguntó.

Lourell lideraba al frente e iba apuntando su brazo a todos lados con el fin de ver por dónde caminaban. Marcos, sin haber recibido órdenes, comenzó a alumbrar únicamente los letreros de salida mientras se dejaba guiar por Juan que lo llevaba agarrado de la mano. Sebastian, por otro lado, iba al fondo y dirigía la luz a cada rincón con el fin de encontrar cualquier pista o indicio que relevase algo sobre lo que sucedía o dónde se encontraban.

Mientras caminaban por aquellos interminables pasillos todo se les hacía más extraño. Todas las puertas permanecían cerradas como si únicamente las de ellos habían sido abiertas y los nombres que aparecían en ciertos puntos de identificación eran cada vez más raros que los anteriores.

¿Respuesta neuronal psicopedagógica?, ¿anatomía patológica?, ¿respuestas químico-biológicas del sistema nervioso? —leyó Sebastian. —¿En qué clase de prisión estamos?
—Es una prisión experimental, novato. ¿Cuántas veces tendré que repetirlo para que entiendas?
—Esto es muy extraño… no me quiero imaginar las cosas que a lo mejor nos hicieron acá.
—No hay nada de qué preocuparse. Solo nos evaluaban.
—Es mejor que nos pongas al tanto de lo que está sucediendo.
—Lo haré, pero todo a su tiempo. La prioridad es salir de aquí.

Los temblores cesaron, pero la luz no regresó. Varias cámaras permanecían activas y giraban en dirección de sus movimientos, estaban siendo grabados y ellos no lo sabían. Sin tiempo qué perder, el equipo A siguió su rumbo y en ningún momento pensaron en detenerse, estaban dispuestos y decididos a seguir con el plan a pesar de no saber qué podrían encontrarse.

Les tomó un poco menos de una hora para llegar a al último pasillo y las minilinternas estaban en sus últimos segundos. Durante todo el transcurso no hubo pistas muy relevantes que les ayudara a entender mejor las cosas, más bien, cada minuto fue suficiente para que Sebastian comenzara a desconfiar de todos e incluso de él mismo.

UTOPÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora