Capítulo 1: El Festival de la Cerveza

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La Provincia de Silverton era famosa por sus prados verdes, montañas altas, extensos bosques y ríos y lagos de aguas cristalinas; sin embargo, no era eso lo que atraía cada año a su ciudad a miles de personas procedentes de todos los rincones del Reino Unido de Aldaeron.

El Festival de la Cerveza, celebrado cada año a principios del otoño, era una de las mayores festividades del reino, y se extendía a lo largo de una semana llena de todo tipo de espectáculos, entre los cuales los más destacables eran sin duda los duelos de espada, los torneos de tiros con arco, y las justas: duelos entre dos hombres montados a caballo y armados con una larga lanza de madera, que consistían en golpear al adversario para derribarlo del caballo, mientras los dos jinetes iban galopando desde extremos opuestos hasta encontrarse en medio de la liza.

Aquel año de 1457 de la Tercera Edad el festival prometía más que nunca, ya que el propio Marco Lintari, señor de la Provincia de Silverton, se había encargado de organizar los torneos y demás espectáculos, contratando a juglares, bardos, titiriteros, malabaristas y a muchos artistas más, para entretener a la gente durante los días de festejo. Caballeros de todas partes del reino, al igual que las prestigiosas escuelas de justadores, habían llegado a Silverton hacía una semana para participar en los torneos, ganar el honor y sobre todo el suculento premio de mil monedas de oro que recibía el ganador de la contienda.

Aunque antaño en los torneos de justa tan solo tenían derecho a participar los hombres de noble cuna y aquellos que ostentaban el título de caballero, las cosas cambiaron aproximadamente una década atrás. Las constantes guerras contra los orcos de Khoradmar habían mantenido a los señores y sus caballeros luchando en el sur durante muchos años; de modo que, durante algún tiempo, no se celebraron torneos de justas. Aquella situación fue tan duradera que el pueblo llano comenzó a mostrar su descontento ante la falta de espectáculos bélicos en las celebraciones importantes, y los señores entrados en edad que ya no podían participar en una guerra, ya sea por enfermedad o porque el trasero no les cabía en la silla de montar, decidieron que tenían que hacer algo. Así que aprobaron una nueva ley en el Consejo de Justicia de Andorath, la capital del reino, que permitía a los hombres que no tenían títulos nobiliarios o caballerescos participar en los torneos.

Así fue como aparecieron las escuelas de justadores, lideradas por caballeros retirados que se encargaban de adiestrar a hombres dispuestos a luchar en el palenque a cambio de una parte de las ganancias. El resultado fue la aparición de guerreros habilidosos en el arte de la esgrima, tiro con arco y sobre todo en las justas, el espectáculo que más gustaba al populacho. Durante muchos años las escuelas estuvieron a la altura, ofreciendo momentos gloriosos de entretenimiento en los festivales de cada ciudad, castillo o pueblo del reino. Por esa razón, cuando las guerras en el sur terminaron y los señores, junto con sus caballeros, regresaron al hogar, el rey Arnthor IV de la casa Nomenglaus en persona decretó que las escuelas de justadores podían seguir participando en los torneos, y enfrentar en la arena de igual a igual a cualquier otro participante, ya fuera noble o caballero. Aquello contentó aún más al populacho, pues los espectáculos pasaron de ser interesantes a ser excitantes y llenos de emoción.

Lejos del bullicio de la ciudad, en el interior de una pequeña habitación de la posada conocida como el Tejón Cojo, Valiant se estaba vistiendo con unos pantalones de cuero y una camisa de lino. Tras engancharse el cinto con la espada y ponerse las botas, abandonó los aposentos. Había tratado en balde reconciliar el sueño tras la pesadilla que tuvo en medio de la noche, pero al final se dio por vencido y decidió que aprovecharía mejor el tiempo si desayunaba algo.

«Después podría dar una vuelta por la ciudad con Erik», pensó mientras bajaba las escaleras que llevaban a la planta baja de la posada. Los últimos siete años de su vida estuvieron ligados al maestro de justas Edwin Stockdale, un caballero veterano al que le debía lealtad en pago de una deuda que su padre había contraído con él. Al morir su progenitor, Valiant se vio obligado a hacerse cargo de esa deuda y el único modo que tenía para pagarla era con los beneficios que conseguía luchando en los torneos para Edwin. A pesar de ello, su vida en la escuela de justadores no fue una fácil o agradable. Se llevaba mal con la mayoría de los hombres del adiestrador, ya fuera porque algunos de ellos le tenían envidia por ser mejor luchador que ellos -tanto con la espada como con la lanza-, o simplemente porque les caía mal desde el primer día que puso un pie allí. El único hombre que le había tratado bien fue un hamathiano llamado Erik, originario de la provincia de Sindoria, que se encontraba al oeste de la provincia de Silverton. Erik era cuatro años mayor que él, así que no tardaron en hacer buenas migas.

Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth (Prólogo, Capítulos 1,2, 3 y 4)Where stories live. Discover now