Capítulo 1: El Festival de la Cerveza

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Al bajar el último escalón y entrar en el salón principal de la posada, se sorprendió al encontrar la estancia vacía. Sabía que aún era muy temprano, pero a esa hora el maestro Edwin y el resto de sus hombres solían estar desayunando. Eso sin contar que, a parte de ellos, había más viajeros, caballeros andantes, comerciantes y otras personas que se hospedaban en el Tejón Cojo.

Preguntándose dónde estaba todo el mundo, tomó asiento en una de las mesas que había cerca de la puerta e hizo una señal a la posadera para que se acercara. Cuando vio a la mujer más de cerca, descubrió que en realidad era Rose, la hija de la posadera, una muchachita joven, menuda, de mejillas coloradas y sonrisa tímida. Desde el primer día que llegó para hospedarse en el Tejón Cojo, Valiant siempre la vio sonrojarse y bajar la mirada en su presencia. Aquel día no fue distinto.

—¿Qué desea, mi señor? —le preguntó Rose sin levantar la mirada del suelo.

—Eh..., ¿sabes dónde está todo el mundo? —Valiant observó que la muchachita tenía las uñas mordisqueadas. Eso le provocó un extraño sentimiento de ternura.

—N-no lo sé, mi señor —le contestó ella con voz temblorosa—. De-desayunaron hace un buen rato, y de-después se marcharon todos con vuestro jefe.

—Por favor, llámame Valiant, no soy ningún señor.

—Lo-lo... siento mucho, mi señor. —La chica bajó la mirada aún más, y sus mejillas estaban tan coloradas que parecían arder en llamas.

Valiant había tratado de ser amable, pero enseguida se dio cuenta de que fue un error, pues ahora la chica parecía estar muy avergonzada.

—No es una reprimenda —le dijo, tocándole una mano para tratar de enmendar su error. Aquello fue peor aún. Sintió a la chica estremecerse y vio cómo su piel se ruborizaba de golpe. Para no empeorarlo todavía más, decidió apartar la mano y cambiar de tema—. Tráeme un poco de pan con queso, un par de muslos de pollo, y un poco de vino, por favor.

La chica hizo una pequeña reverencia y se marchó hacia las cocinas. Al poco rato regresó con una bandeja de madera bastante grande. Colocó el plato con la comida delante de Valiant y rellenó una copa con vino, que luego dejó en el borde de la mesa.

—Q-que aproveche —murmuró.

«Gracias», quiso decirle Valiant, pero antes de abrir la boca la chica ya estaba regresando, casi corriendo, a la cocina. «Que mujer más rara», se dijo antes de empezar a comer. Cada vez que tenía una pesadilla, a la mañana siguiente tenía un apetito sobrehumano, y aquella mañana no fue distinto. Se comió el plato entero, bebió todo el vino de la copa, y aún tenía algo de hambre, de modo que volvió a llamar a Rose para pedirle un par de empanadas de carne. Una vez terminó de comer el segundo plato y sintió el cinto apretar su estómago, se acercó al mostrador detrás del cual la chica estaba limpiando unas copas y le agradeció por la comida, entregándole cuatro monedas de plata; dos más de lo que valía la vianda y el vino. Después emprendió la marcha hacia la salida. Justo en ese momento estaba entrando por la puerta un hombre alto y delgado, de pelo corto de color pardo, que iba vestido con una ligera camisa de lino a juego con sus pantalones de cuero tachonado.

—¡Erik! —exclamó Valiant, contentó de ver a su amigo—. ¿De dónde vienes?

—Salí a tomar un poco el aire. No podía dormir.

—Sé muy bien cómo sienta eso. —Echando un vistazo a su alrededor, preguntó—: ¿Sabes a dónde ha ido todo el mundo?

—Ni idea —contestó Erik encogiendo los hombros—. Edwin los reunió a casi todos esta mañana; desayunaron y se marcharon apresuradamente. Yo fui a los establos poco después y descubrí que muchos de nuestros caballos no estaban. Le pregunté al mozo de cuadras, y me dijo que se los llevó Edwin. Que él y sus hombres abandonaron la ciudad.

Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth (Prólogo, Capítulos 1,2, 3 y 4)Where stories live. Discover now