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Tomando la iniciativa, ella dejó caer como un gran charco a sus pies, el batallador vestido amarillo para quedar no solo desnuda en cuerpo, sino también, en alma.

Era la primera vez que no habría tela de por medio, estaba ella ante él, vestida solo con su piel.

Rodrigo comprendió el mensaje, y lejos de tocarla siquiera, se apartó dando dos pasos hacia atrás. Su boca estaba seca, y sus ojos, extasiados. Quitóse las zapatillas y luego, desabrochó el cinturón con gran hebilla metálica que cercaba la cintura de su jean.

Cuando llegó el turno de sus boxers, su miembro delataba lo mucho que deseaba estar desnudo como ella. Un tanto tpimido, la observaba. Aun no creía en su buena suerte.

Emma no estaba dispuesta a esperar: avanzó dejándose llevar por el remolino de sensaciones que se agolpaban en su vientre; como una pantera, atrapó sus labios presurosamente, proponiendo un cambio de ritmo.

Pretendió que notara lo mucho que deseaba estar a otro nivel con él y que ya no había escapatoria. Intimidado pero gustoso, Rodrigo absorbió el calor de esa muchacha jovial que desestabilizaba cualquier estrategia de su parte.

Abrazando sus labios con los suyos saboreando la frescura de sus sorbos de agua, Emma adhirió su desnudez a la Rorro quien presionó su miembro grande y preso contra ella.

Sin dejar de besarlo, transpasó ell límite de lo imaginario para transformar en realidad sus fantasías más húmedas. Pasaría por debajo de su tela de algodón los dedos, violando la barera hacia su masculinidad.

Un sonido quejumbroso, mezclado con deseo se perpetró en el fondo de la garganta de Rodrigo; sus parpados se cerraron con fuerza, al sentir que el puño de Emma se cerraban en torno a la parte más recóndita de su cuerpo.

Girando la muñeca en torno a su vara gruesa y excitada, aceptó gustosa cada exhalación densa y turbada que salía de su boca de guerrero.

Oyó su lucha interna con admiración; él necesitaba explotar, necesitaba arder en las misma hoguera que ella. Pero se lo negaba; a él mismo.

Encendida por el vino, le sujetó la nuca, presionando su cuello hacia abajo, obligándolo a mirarla: sus ojos desprendían llamas, llamas de pasión. Sus pulmones buscaban oxigeno, pero solo encontrarían aroma a sexo.

La mano femenina subía y bajaba, en una danza coordinada y gentil; pero ella deseaba más. Deteniéndose, salió del escondite secreto para cambiar de estrategia: arrodillarse frente a él, obteniendo a cambio una mirada estupefacta, épica.

Aprovechando la inacción de su mente y cuerpo, Rodrigo tragó con la indecencia comiéndolo por dentro, siento el deslizamiento de su boxer ajustado cuidadosamente, para quedar abandonado en torno a sus tobillos.

Ante la primera caricia de Emma, Rorro creyó morir. Estremeciéndolo por completo, permaneciendo receptivo un ciento por ciento. Siendo asaltado por ella, por esa pequeña infame, se sentía llegar a sitios olvidados. Sus manos se vieron sujetadas por las de Emma en un acto abrupto e inesperado; ella deseaba fervorosamente que le desordenara el cabello mientras lamía su virilidad deshonestamente.

Gozando a pleno aquel momento, las rodillas de Rorro comenzaron a flaquear; su miembro palpitante anunciaba el final tan ansiado. El leve chirrido de sus dientes, sus párpados cerrados férreamente, y su nuca volcada hacia atrás, eran el preludio del acabose.

— No podré aguantar mucho...más — agitado, con una capa tenue de sudor platinando su cuerpo, forjó una expresión.

Con un grito potente, seco y desgarrado, Rodrigo se dejó llevar, con las consecuencias del caso. Sin medirlo y sin control. Los movimientos espasmódicos de la parte baja de su cintura eran latigazos. Tomando distancia de ese escenario. Emma se incorporó limpiándose la comisura de los labios, con la gloria recorriendo su propio cuerpo, las manos y la boca.

Camaleón (Terminada)- #HEMPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora