7

3.7K 374 46
                                    

Emma durmió por casi todo el domingo. Lo necesitaba mucho. Entregándose al bravo sonido impertinente de la lluvia, no haría falta ningún tipo de relajante para caer en las fauces de su adorada cama.

Una cama que siempre estaba ocupada de un sólo lado. Ya vendrían tiempos mejores, tiempos en los cuales podría presumir de ser la novia de, o simplemente salir de la mano de alguien a contar estrellas antes de ir a dormir.

"Hola, él es mi pareja..." soñaba, durante el día y padecía por las noches.

La soledad no era una buena consejera, pero sí una conocida compañía.

Muse retumbaba en sus oídos, invadiendo cada fibra de su ser con "Uprising".

Aquel lunes, llovería demasiado. Y como cada día de tormenta, la angustia tomaba la forma de su madre ausente.

Había pasado más tiempo sin tenerla a su lado que lo que sí; sin embargo, el vacío jamás se llenaría. Mil veces hubo de imaginar conversaciones con ella; como cuando escribió su primera carta romántica, o al menos, para hablarle de su primer amor. Llorar en su falda por la primera frustración, reír junto a ella en su graduación...

Nada de aquello podría concretarse. Porque ella decidiría no hacerlo. Perla elegiría el amor de Gabriel por sobre el de su hija; aunque fuesen distintos tipos de cariño, tal como hacía hincapié su terapeuta, Emma lo sentía de ese modo.

La sensación de abandono era un dolor inmenso. Profundo como el mar e inexplicable como la más absurda de las teorías.

El agua fría se deslizaba en la capucha de su tapado impermeable mientras caminaba a paso rápido por Juramento, esquivando baldosas flojas y charcos por doquier. Otro día más sin ella. Otro día más sin verla.

La tristeza sería su compañera durante toda la mañana; Rita no estaba en la oficina, las tareas atrasadas la abrumaban y Andrea, su compañera de escritorio, no dejaba de hablar de sus conquistas amorosas del sábado anterior.

Sus ojos deambularon por el monitor un buen rato; presionaba F5 cada dos segundos con la ilusión de que la casilla de correos se alimentase con alguna oferta de un viaje a la Punta del Diablo, o un sitio lejos del planeta.

Con las esperanzas por el piso, en lugar de eso, su celular atesoraría un mensaje con un número desconocido y un texto no menos desconcertante:

"Cuidado...no mires hacia atrás"

Desmembrando cada palabra del texto, surgiría una pregunta crucial. ¿Era para ella ese mensaje? No había remitente, pero si destinatario: su propio teléfono.

Con cautela, observó hacia ambos lados del escritorio; con disimulo, verificó que no fuese una broma pesada de sus compañeros.

Un grupito de cuatro varones se reunían en un solo escritorio, comentando el partido de Boca de la copa Sudamericana; Andrea, continuaba contando su raid amoroso a Paola  a metros de la cocina, donde Emma aun podía escucharla, en tanto que Rita estaba de regreso discutiendo con alguien por teléfono.

¿Ese mensaje representaba una amenaza?¿Por qué a ella?

Las horas restantes transcurrirían sin mayor peso; la lluvia desgarradora continuaba cayendo en la ciudad y los pensamientos revoloteaban ya no solo en torno a la frase del mediodía sino, además, en la figura de Rodrigo Montero Viedma.

Hoy era el día libre de Rorro porque Hunton House cerraba los lunes.

¿Le agradaría la lluvia? ¿Cuál sería su día favorito de la semana? ¿Sería tan fanático del fútbol como lo eran sus compañeros de oficina?

Camaleón (Terminada)- #HEMPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora