Diagnóstico y cura

28.3K 2.2K 808
                                    

Vamos con uno más que las musas estuvieron de guardia. Tengan paciencia que lentamente me estoy conociendo con Dimitri yo también, es un cambio escribir todo desde la perspectiva de un hombre que para colmo está un poco loco. Espero les guste el cap. en el multimedia está Azrael.


Capítulo V: Diagnóstico y cura

—Despierta. —Sentí un dedo huesudo clavándose en mi hombro y obligué a mi cuerpo a alejarse tanto como le fue posible de él—. Vamos, Dimo, despierta.

—Hm... —me quejé, echando una mano hacia afuera para golpear lo que parecía ser una pierna excesivamente peluda. Alguien rió en las penumbras de mi mente embotada y al intentar girarme hacia el otro extremo de mi cama, sentí como mi nariz chocaba con una falsa imitación de cuero que olía a traspiración y otras cosas que preferí no averiguar. ¿Dónde estaba?

Parpadeé, incorporándome hasta una posición sentada y me tallé los ojos con más fuerza de la necesaria. El mundo cobró sentido de repente, estaba en un sofá de dudosa reputación en el ático de Didi, por algún motivo inaprensible para mí aún.

—Pareces abducido, ¿te encuentras bien? —Chasqueó sus dedos frente a mi rostro, sacándome un gruñido de protesta en el proceso.

Alcé la vista para encontrarme con sus ojos y él me sonrió, demasiado alegre, haciendo que el arete en su labio inferior destellara con el movimiento. Didi tendía a exagerar sus expresiones faciales para mí, de ese modo yo no tenía que preocuparme por malinterpretar o perderme de algo.

—Estoy bien —mascullé con voz ronca, mientras aflojaba los músculos de mi cuello con una mano. Ese sofá no era ni por cerca tan cómodo como aparentaba ser, crean en mi palabra—. ¿Qué hora es?

—Las seis treinta.

—¡¿Seis treinta?! —exclamé, manoteando un cojín para arrogárselo a mi hermano con toda la fuerza que pude lograr desde mi lugar. Claro, como si un jodido cojín pudiese hacerle daño alguno de todos modos—. ¿Por qué me despiertas a esta hora? Es sábado.

—Evan dijo que fueras temprano a su consulta, parecía algo preocupado por tu dolencia.

Tuve un pequeño flashback hacia la conversación que había intentando mantener con Evan la noche anterior, "intentando" era la palabra más justa para definir aquel intercambio. Por extraño que sonase, recordaba más la sensación de dolor en mi pecho que las palabras que les había dicho a mi hermano o a mi terapeuta. Y todavía estaba allí, el dolor me refiero, más atenuado pero aún zumbando por lo bajo. Comenzaba a fastidiarme la idea de que tendría que aprender a vivir con ello, era incomodo por decir poco y yo no disfrutaba en lo absoluto de la incomodidad.

—Evan no llega a su consulta hasta las ocho —reflexioné con mucha lógica, listo para echarme nuevamente en el sofá. Tal vez no era el mejor sitio para yacer, pero a caballo regalado...

—Bueno. —Mi hermano arrastró con su brazo una de mis piernas, para ocupar el minúsculo espacio de sofá que quedó descubierto—. Pensaba que ya que estás aquí, podríamos hacer el saludo al sol juntos y luego te marchas. —Enarqué una ceja ponderando mis opciones, pero al ver que Didi ya se encontraba en su ropa deportiva decidí no protestar y terminé por deslizar el resto de mi anatomía hacia el suelo.

Eso de "el saludo al sol" les puede sonar extraño, lo sé, a mí en un principio también me parecía raro. Pero déjenme explicarles de qué va el asunto y luego ya podrán juzgar la locura familiar con completa autonomía.

No recuerdo bien cómo o por qué, pero Evan me convenció de... ¿cómo lo había dicho él? ¡Ah, sí! Afianzar los lazos con mi hermano. Didi y yo como podrán ver ya, no tenemos nada en común. Fue bastante difícil decidir cuál sería ese lazo que afianzaríamos, puesto que nunca compartimos más que la sangre y la animadversión por la religión de mamá. Pero eso era más una cuestión de rebeldía propia de los juventud que un rasgo en común. Así que mi hermano propuso que podía acompañarlo a una de sus clases de yoga, obviamente me negué y no fue hasta que convencí a Evan de acompañarme, que en realidad le di un intento a todo eso. Para hacerles el cuento corto, los tres terminamos haciendo yoga como una actividad en común y todos los jueves en la noche nos reuníamos para la practica grupal, aunque teníamos como tarea para el hogar hacer mínimamente "el saludo al sol" todos los días.

El enigma de Erin (libro I) SOLO PRIMEROS CAPÍTULOSOn viuen les histories. Descobreix ara