I. Yuu

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Nishinoya miraba la gran espalda de Azumane mientras lo conducía a un lugar apartado del colegio porque, según él, tenía algo que decirle.

El día estaba calmo y un poco soleado. El gentil viento les rozaba la piel, haciendo flotar sus cabellos y la tela del uniforme escolar. Era el día de la graduación de los de tercero y la ceremonia había acabado hacía algunos minutos. Yuu y varios miembros del equipo de vóley habían asistido a despedir a sus senpais.

Conducido a un lugar más privado para conversar, el día de la graduación, por un Asahi tan serio y callado. No se quería hacer ilusiones pero esto se parecía mucho al momento previo de una declaración amorosa.

"¡Vamos… no puede ser eso, Nishinoya!"

Se repetía tratando de controlar el ritmo de su acelerado corazón. No quería hacerse ilusiones, nunca más. Dolía cuando la realidad lo abofeteaba en la cara.

Luego de los últimos torneos que había jugado el club de vóley, Asahi se había vuelto muy popular y siempre llegaban chicas a verlo a los entrenamientos. Al principio creyó con mucha convicción que el grandulón las espantaría a su modo, amable y caballerosamente. Sin embargo, eso no ocurrió. Con el dolor de su joven corazón vio como el rematador se dejó rodear por todas sus admiradoras, aunque no alardeaba sino más bien por su generoso carácter era incapaz de pedirles que dejaran de acosarlo. Yuu sabía que tanta atención le hacía bien a la autoestima del grandulón, pero por otro lado le estaba destrozando el corazón.

Incluso una vez, para su absoluta sorpresa, llegó con una nueva novia. El año pasado el moreno había tenido una o dos, pero en segundo año, cuando su relación con el líbero se fortaleció, pareció no importarle más. Era un pacto tácito que, al menos el pelinegro, creía que había entre ellos. El de no fijarse en chicas, mantenerse siempre disponibles en caso de que alguno de los dos se aventurara a dar el paso y declararse. Aparentemente todo eso sólo estaba en la cabeza de Nishinoya.

Nunca pensó que algún día sufriría por amor. Todo eso del romance y más aún el desamor no pegaban con su personalidad. Él era decidido, seguro e impulsivo y nunca se callaría lo que pensaba o lo que sentía, nunca se dejaría vencer en el amor. Sin embargo, la vida no era tan simple y se descubrió enredado en una historia donde todo lo que pensaba de sí mismo o del amor fue reformulado. Estaba madurando y todo lo que creyó eran apenas cuentos de niños. De pronto se vio enfrentado a un terrible abismo, donde no sabía que hallaría allá en lo profundo. Si se declaraba podía bien ser la mejor decisión de su vida, la que le permitiría iniciar una bonita historia de amor con ese gigante que tanto apreciaba, o bien sería el peor error de su vida, el que destruiría una relación tan especial forjada con mucho trabajo y el largo paso del tiempo. Nunca se consideró un cobarde. Ahora solía pensarlo en ocasiones.

Cuando Azumane llegó con aquella linda chica que se había convertido en su novia, probó la amargura del amor no correspondido. El sabor de la desilusión profunda y del sentimiento de auto ridiculez. Había malinterpretado cada mirada, cada roce, cada sonrisa y se sintió miserable al darse cuenta. Ese día también se volvió consciente de la profundidad de sus propios sentimientos. Se quedó de último en los vestidores. Esperó que todos se fueran para no ver por otro segundo más a Azumane, y se sentó en el piso a llorar, abrazado de sus rodillas, sintiendo su corazón roto y asustado a la vez porque no entendía cómo una persona podía no morir al sentir tanto dolor.

¿Él llorando? ¡Ja! Si se lo contaran nunca lo hubiera creído.

Fue un golpe duro del cual le costó sudor y lágrimas recuperarse. Mas ahora ya estaba relativamente bien. Se acostumbró a ver esa sombra que seguía a su estrella y a la cual resolvió no ponerle nombre ni darle humanidad. Eso lo hacía mucho más fácil. Se aferró a la relación que habían forjado, sintiendo una especie de orgullo porque, a su manera, nadie podría remplazar su lugar en la vida del grandulón.

Por eso ahora, caminando detrás de él hacia la incertidumbre del espacio y del suceso, se sentía fuerte, se sentía maduro. Ese amor que cargaba en el pecho le había hecho crecer y estaba agradecido con Asahi por eso.


[AsaNoya] Su Segundo BotónWhere stories live. Discover now