CAPÍTULO 6: ENGAÑOS.

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Después de mirarme por enésima vez en el espejo decidí que ya era hora de bajar al recibidor. No estaba muy segura de que tenía pensado Eric así que opté por algo casual.

Decidí llevar un mono de pantalón corto con estampado de flores y la parte superior de encaje blanco. Los tirantes se cruzaban en mi espalda formando una equis perfecta. Me calcé unos tacones no muy altos y tras coger el bolso comencé a bajar las escaleras. Eric me esperaba en la puerta del recibidor así que me apresuré a bajar.

- Estás muy guapa. - Le dediqué una sonrisa a Eric mientras me pasaba un mechón de pelo detrás de la oreja.

- Tú también. - Abrió la puerta que daba al exterior y me ofreció el brazo para andar el pasillo que atravesaba el jardín delantero.

Justo en frente de la fraternidad había un deportivo de color negro que encendió las luces al aproximarse Eric. Tenía un Mustang Shelby Cobra gt 500, no pude evitar desencajar la mandíbula al presenciar tan exquisita obra de arte.

- Te ha comido la lengua el gato por lo que veo. - Abrió la puerta del copiloto y me invitó a tomar asiento. Me aproximé lentamente mientras mi cabeza hacía un esfuerzo por asimilar lo que estaba pasando.

- Tienes un coche precioso, una auténtica joya. – Le ofrecí mi brazo. – Pellízcame, por favor. - Eric se rio y sacudió la cabeza.

- Me alegro de que alguien sepa apreciar mi coche. - Ambos soltamos una pequeña carcajada. - Es hora de que tomes asiento y disfrutes del viaje. - Haciendo un gesto con su mano indicó que me subiera al coche.

- Gracias. - Tomé asiento y coloqué el bolso sobre mi regazo mientras Eric le daba la vuelta al coche.

[...]

Transcurrieron unos quince minutos hasta que llegamos a un restaurante a pie de playa. Dos aparcacoches se acercaron y uno de ellos me abrió la puerta.

- Señorita. - Le dediqué una cálida sonrisa y me fijé en el nombre que había en placa dorada que este lucía.

- Gracias, Anthony. - Agachó levemente la cabeza a modo de agradecimiento y me reuní con Eric mientras el otro aparcacoches se llevaba el coche.

Eric me había traído a un restaurante precioso de estilo ibicenco. Por un momento me sentí cerca de mi país.

Entramos y un metre se acercó a nosotros para acompañarnos hasta una mesa en el exterior con vistas a la playa. Una gran cantidad de luces decoraban el espacio junto con pequeños porta velas de vidrio.

Eric retiró la silla para que tomara asiento, tenía una actitud digna de un caballero, de la vieja escuela, por un momento se me pasó por la cabeza que Félix le hubiera echado un cable para tener éxito en la cita.

- ¿Qué te apetece tomar? - Eric estaba ojeando la carta de vinos.

- ¿Vas a pedir vino? - Asintió y me miró algo tenso.

- ¿Prefieres otra cosa? - Parecía algo nervioso porque todo saliera perfecto, así que le agarré la mano por encima de la mesa.

- Lo que pidas está bien. - Le dediqué una sonrisa. - Aunque si te soy honesta, me muero por un refresco. Dudo que aquí sirvan Möet rosado. - Eric se echó a reír y asintió.

- De acuerdo pues, refresco para la señorita. - Alzó la mano para avisar a un camarero y volvió a centrarse en mí.

[...]

Dos horas más tarde, regresamos a la fraternidad. Al llegar nos encontramos con la casa vacía. Se habían ido a una fiesta universitaria de otra fraternidad.

Demasiada Testosterona (TERMINADA & EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora