Capítulo 4

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Después de que Ichimatsu perdiera el conocimiento, Karamatsu se dio cuenta que no tenía a donde llevarlo, no iba a llevarlo debajo de algún puente para esperar a que despertara, tampoco podría llevarlo con Chibita, ya bastante problemas le causaba. Solo le quedaba la casa de sus padres como última opción, si tenía suerte sería Osomatsu quien atendiera y así no tendría que explicarle nada su progenitores.

Sin saber qué iba a decirle a su hermano mayor se encaminó a la casa con el menor en su espalda. Osomatsu estuvo más que sorprendido cuando los vio llegar en esas condiciones, pero no les negó la entrada, ayudó a llevar a Ichimatsu a la que antes era su habitación y lo recostaron en el futón.

—¿Dónde lo encontraste? —preguntó Osomatsu después de estar seguros que estaba bien.

—Lo que importa es que lo encontré a tiempo, estábamos hablando y de pronto colapsó.

—Entiendo.

Sabía que Osomatsu no se estaba creyendo lo que le decía, pero agradecía mucho que no preguntara nada más, había prometido a Ichimatsu que guardaría su secreto y no quería romper esa promesa.

—Hay alguna sobras en la nevera, voy a recalentarlas para que pueda comer un poco —Su tono de voz era preocupación pura, al igual que él se había dado cuenta de inmediato que su desmayo era por no comer bien—. Despiértalo y dale un baño, apesta a trasero de viejo.

Karamatsu lo observó salir de la habitación y con un suspiro despertó a su hermano. Cuando consiguió abrir los ojos se mostró confundido cuando se descubrió en casa de sus padres e inmediatamente después entró en pánico, aunque en el momento en el que intentó ponerse de pie volvió al futón todavía mareado.

—¿Estás loco? ¿Por qué me trajiste aquí? —reclamó mientras Karamatsu lo ayudaba a volverse a sentar con cuidado.

—Descuida, no le dije nada Osomatsu. Además no tenía otro lugar al cual llevarte y no tengo dinero suficiente para pagar alguna habitación de hotel.

Ichimatsu se quedó callado pero aceptó lo que le dijo, después de todo tampoco tendría fuerza para oponerse a sus dos hermanos mayores.

—Oye, debes darte un baño, no había querido decírtelo, pero hueles un poco mal.

—Cállate —fue su respuesta. Ya lo sabía, no había podido darse un baño decente en mucho tiempo.

Sin embargo no consiguió ponerse en pie por sí mismo. Karamatsu se dio cuenta de esto y se acercó a él para ayudarlo. De nuevo su hermano no se resistió, reconocía que no podría hacerlo solo. El mayor agradeció que aceptara su ayuda sin reclamos, era todo lo que quería de él.

Al llegar al baño lo ayudó a desnudarse. Su corazón latió con fuerza a cada segundo, no era la primera vez que lo vería desnudo, pero nunca lo había tocado cuando se bañaban juntos, la mayoría del tiempo intentaba mantenerse lejos de él, cuando sentía que no podría controlar las reacciones de su cuerpo por verlo.

Sin embargo, esta vez lo que miró lo dejó lejos de sentir cualquier tipo de excitación. Había muchas marcas en su cuerpo que delataban por lo que había pasado esas noches con tantos hombres extraños. Mordidas, rasguños, moretones, incluso algunas marcas redondas parecidas a quemaduras, tal vez hechas con cigarrillos.

—Será incómodo si me estás mirando de esa manera, Kusomatsu.

—¿Eh? ¡Lo siento!

De inmediato se dio la vuelta para dejarlo asearse en paz. No iba a salir del baño por si volvía a desmayarse e Ichimatsu pareció comprender eso pues no le pidió que se fuera. Estaba nervioso mientras escuchaba el chapoteo del agua, no sabía qué decirle o preguntarle y su hermano no parecía querer iniciar alguna conversación.

Canciones vacíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora