A m a n d a.

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Eran las 6 de la mañana del día 24 del mes de Julio y las contracciones de Leah aumentaban con el pasar del tiempo.

Derek, su esposo, apretaba su mano con delicadeza y acompañaba a Leah en el proceso del parto.

Él la amaba.

Y sabía lo que se avecinaba.

No quería perderla, pero sabía que era algo inevitable.

El reloj marcó las 9, ya habían pasado 3 horas desde que las contracciones empezaron.

Leah estaba tranquila, lo cual inquietaba a todos los médicos.

Estos estaban acostumbrados a que todas las futuras madres gritaran y lloraran del dolor, pero Leah no era así, ella sabía que le quedaba poco tiempo y no lo iba a desperdiciar llorando.

El tiempo pasó rápido, de un momento a otro ya eran las 2 de la tarde, y Leah ya estaba lista para dar a luz.

Su camilla fue trasladada a la habitación B-203 donde el parto se daría.

Derek acompañó a su esposa todo el tiempo.

Y así Leah empezó a pujar.

Sus mejillas fueron perdiendo su color.

Y sus ojos su brillo.

Ya no apretaba la mano de Derek con tanta fuerza.

Al minuto unos chillidos empezaron a inundar la habitación.

Amanda había nacido.

Leah estaba exhausta.

La bebé fue entregada en los brazos de Derek y este la abrazó.

Leah, mira a nuestra pequeña bebé.

Leah, con la poca fuerza que le quedaba se acercó a verla.

Es hermosa...

En ese momento Amanda abrió sus ojos, dejando ver un hermoso azul, que tenía un brillo especial.

Leah se acercó a besarla y después de eso se inclinó para decirle algo a Derek.

Entregale las cartas y cuida de ella.

Te amo.

Yo igual—. respondió Derek con un hilo de voz.

En ese momento un pitido inundó toda la habitación.

Leah había fallecido.


Ojalá pudiera conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora