IV

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CUATRO     Las campanas de la iglesia de San Juan repican a difunto

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...CUATRO
     Las campanas de la iglesia de San Juan repican a difunto. Nuño acerca las manos a los barrotes de la ventana; el metal está frío. El patio está cubierto de un barrillo sucio y solo se pueden ver restos de nieve en los tejados de las casas del pueblo. La nevada nocturna apenas ha cuajado. A Nuño le entra un gusanillo en el estómago; había llegado el día. Desde su ventanuco veía la larga escalinata de la iglesia y del cementerio. Sus ojos solo hacían que contar los cuarenta y dos escalones que le quedaban para la libertad. Saca el hueso de melocotón y se lo acerca a la nariz; le llega una fragancia de pan recién horneado, de campos mojados, de encina quemada, recuerdos en blanco y negro vuelven. Ese día no baja a desayunar con el resto de reclusos, prefiere no saber quién ha muerto. Coge una caja de cerillas y baja hacia el almacén. Entra a oscuras, se santigua y se introduce en una caja de pino con un crucifijo negro en el frontal.
El cortejo fúnebre está presidido por Martin, un joven misario de apenas once años. El capellán viste un telar blanco y morado que llega hasta sus pies. La iglesia es pequeña, tapizada de tisú muy recio. En la parte central, encima del altar, había un Santo Cristo de tamaño natural, cubierto desde la cintura, hasta los pies por un paño de pureza  granate; a la derecha, unas cortinas bordadas de pedrería fina. Junto al ataúd, dos coronas sencillas y un ramo de flores. El capellán lee sus plegarias: "Venid en su ayuda Santo Dios; salid a su encuentro; recibid su alma. Señor, ten piedad; Cristo, ten piedad. Requiem aeternam dona eis Domine: et lux perpetua luceat eis".
Nuño permanece nervioso y en silencio durante el funeral, aunque nota una extraña sensación mientras lo escucha. Empieza a sonreír cuando nota que es trasladado hacia el cementerio, por la larga escalinata de San Salvador. Empieza a contar... 42,41,40,39..., 3, 2, 1.
En su puño izquierdo aprieta fuertemente el hueso de melocotón. Siente con frialdad la tierra caer sobre la caja de madera.
Cada vez va escuchando más bajo las oraciones del capellán. El silencio cada vez es más largo.

      Cuando dejó de caer la tierra, sacó de su bolsillo la caja de cerillas. Encendió una y vio quien era su acompañante. Era Patricio, pero ya no hablaba...

... 

                                                                                      © Jony Arnáiz Veiga

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⏰ Última actualización: Mar 23, 2016 ⏰

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