Capítulo 4

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            Acepté vivir con Ziad y su familia porque sabía que no iba a superar nada sola, mucho menos en un país donde no conocía a nadie y apenas dominaba bien el idioma. Ziad ofreció llevarme a su casa, donde iba a vivir durante un tiempo con su hermano y su prometida. No sabía porque estaba haciendo aquello, que provecho sacaría yo, pero en aquel tiempo estaría con ellos y me adaptaría a la vida en París; con una familia pobre de felicidad.

El coche de Ziad se detuvo frente una valla gigantesca que separaba la calle de la enorme casa que estaba rodeada por un hermoso jardín, nada comparado con el jardín que tenía en mi casa, en España. Muchos recuerdos volvieron a mí mente invadiendo de tristeza a mí ser. El jardín de aquella casa era gigantesco, se notaba que aquella familia era rica. Las puertas de la valla se abrieron automáticamente sin que Ziad hiciera alguna llamada o algún tipo de señal, cuando la valla estaba completamente abierta entremos y cuando aparcó salimos del coche. La casa era blanca, las ventanas tenían un marco elegante de un color dorado, las puertas de entrada también eran blancas y con finos dibujos de flores hechos sobre la madera pintada. Las puertas se abrieron y apareció una mujer con un vestido negro hasta los pies y un velo de color blanco, por su aspecto parecía tener unos cincuenta años, tenía unas cejas pintadas a la perfección, sus ojos marrones pintados con una sombra oscura. "Demasiado maquillaje para su edad" pensé, aquella mujer me miró fijamente a los ojos y arqueó una ceja, seguramente formulaba preguntas sobre mi identidad. Ziad le saludó besándole la mano, deduce que sería alguna familiar. Descarté la idea de que fuera una cocinera o alguna mujer de la limpieza.

-Tía Sawsam, ella es Saloua.- me presentó Ziad.- Tenemos que hablar.- Sawsam hizo una reverencia con la cabeza en modo de saludo y se quedó en silencio. Me estaba comenzando a incomodar aquella situación y el silencio de Sawsam me parecía aterrador.- Saloua acomódate en el salón, ahora venimos.- a continuación Sawsam y Ziad se perdieron por el pasillo. Yo estaba de pie en frente de un gran salón. Me senté sobre un sofá bastante cómodo y elegante. Me fijé en el diseño de la casa, parecía haber retrocedido en el tiempo, todos los muebles eran clásicos de un tono blanco, demasiado blanco, pero todo era muy elegante. Al lado de la puerta de entrada había una enorme escalera en forma de espiral que llevaba hasta el piso de arriba, a mi derecha había un pasillo larguísimo, parecía no acabar, por allí desaparecieron Ziad y Sawsam. Tenían que hablar, seguramente le iba a explicar todo aquello relacionado conmigo. De repente escuché unos pasos que iban acercándose, alguien bajaba por las escaleras, me alisté el vestido azul que llevaba. De las escaleras apareció un chico vestido con traje, el pelo castaño peinado hacia arriba, bastante elegante, y con unos ojos oscuros idénticos a los de Ziad. Era muy guapo, tenía un cierto parecido a Ziad. Era Malik, lo reconocí por su mirada, era tal y como la había descrito Su hermano; triste y frío. Malik se acercó a mí y me miró desconcertado, yo estaba muy nerviosa, pero rápidamente me calmé, era lo único que me gustaba de mi personalidad, podía controlar mis emociones, pero no siempre. Malik me observó un rato y se perdió en el pasillo. ¿No tenía curiosidad por mi? Me pregunté indignada. No había hablado con nadie de esa casa, todos estaban en silencio y aquello no me gustaba para nada. Me sentía diminuta en aquella enorme casa silenciosa. Otra vez se volvieron a escuchar unos pasos, desee que fuera alguien que pudiera romper aquel silencio. Una chica vestida con unos pantalones tejanos y una sudadera hasta las rodillas apareció bajando las escaleras, llevaba un velo negro igual que las deportivas Adidas que llevaba puestas, me impresionó mucho al verla vestida de aquella manera, informal y rompiendo las reglas clásicas de la casa y el ambiente. La chica no iba tan maquillada como Sawsam, solo tenía una sombra oscura sobre el párpado que resaltaban sus ojos verdes y una sonrisa hermosa. Deseaba que fuera diferente a Malik y Sawsam. Sin embargo aquella chica se sentó en un sofá cerca de mí y me observó en silencio, de la misma manera que lo hizo Malik, empezaba a odiar aquel silencio. La chica no dijo nada, solo me miraba.

-¿Tú también te quedaras en silencio?.- pregunté rompiendo aquel silencio que me estaba enloqueciendo.- ¿Tampoco vas a preguntarme quién soy?- La chica cerró los ojos y soltó una carcajada que resonó por toda la estancia.

-En esta casa el silencio es un medio de comunicación.- confesó.- Nos comunicamos con la mirada.

-Pero la mirada no es suficiente para comunicarse.- dije interrumpiéndole.- Se necesitan palabras.

-Muchas veces no disponemos de palabras para expresar nuestros sentimientos.- añadió.- Sí hablamos a través de la mirada nos resulta más fácil y menos doloroso explicar nuestra tristeza.

-Todos estáis tristes...

-Tú también.- me interrumpió.- Por eso no quiero preguntar nada sobre ti, no quiero quitar los puntos de la herida que cosiste.- su tono era bastante severo.- Ya le preguntaré a Ziad.

-¿Y tú quién eres?.- pregunté esperanzada por saber quién era aquella mujer.

-Soy Sahar, la prometida de Ziad.- contestó y a continuación desapreció por el mismo pasillo que Malik, Ziad y Sawsam.

Definitivamente aquella familia no era normal. Todos desaparecían por el mismo camino, parecía un desfile. ¿Había alguien más a quien verle desfilar con una mirada inexplicable y perderse por el pasillo sin fin? Aquella casa escondía muchos misterios y uno de ellos era el pasillo por el cual desaparecían todos y el silencio que reinaba.

Después de unos minutos apareció Ziad, solo. Me levanté y me dirigí a él, Ziad parecía calmado, segundos después apareció Sahar vistiendo con una sonrisa de oreja a oreja.

-Espero que no te hayas aburrido.- me dijo Ziad con una carcajada.- Sahar te acompañará a tu habitación, más tarde iréis a comprar ropa, ella también necesita algún cambio.- miró a la ropa que llevaba Sahar.

-Puedes cambiar todo en mi.- advirtió Sahar alzando el dedo índice.- Menos mi manera de vestir.- a continuación me cogió del brazo y me tiró escaleras arriba. Dejemos a Ziad riéndose como un tonto, al fin había algo de alegría en aquella casa. En el segundo piso todo eran puertas, Sahar seguía sujetándome del brazo, me llevó hacia el fondo del pasillo donde abrió una puerta y entremos las dos. La habitación estaba muy iluminada, era de un color ceniza y había una cama muy elegante en el centro de la habitación, al rededor estaba todo alfombrado con cojines de colores apagados, en una pared había un armario gigante y un tocador, desde la ventana se podía ver el jardín; era una habitación estupenda.

-¿Te gusta?.- me preguntó Sahar dejándose caer sobre los cojines.

-Es hermosa...- contesté sentándome a su lado. Las dos empecemos a hablar de mi, ella quería saber qué tipo de cosas me gustaban y me disgustaban, mi talla de ropa, calzado e incluso ropa interior.- Nunca he sabido la talla de mi sujetador.- dije entre risas.

-¿Cómo es posible?- preguntó sorprendida.- ¿Entonces cómo haces para saber que te cabrán?

-Entro al probador y me los pruebo.- contesté. Ella se echó a reír, su risa era contagiosa así que empecé a reír también.

-Te complicas la vida.- dijo entre carcajadas.- me imagino la cara de la dependienta al verte con una prenda de sujetador esperando entrar al probador.- aquella situación era graciosa, empecemos a elevar el tono de voz y reírnos más fuerte. Era inevitable que acabáramos pegándonos con los cojines, por la habitación empezaron a volar plumas, la puerta de la habitación se abrió y un cojín que había tirado para Sahar fue a parar en la cara de Malik. De repente se creó una tensión y el silencio que tanto odiaba, Malik tenía cara de cabreado, Sahar puso una expresión severa y yo no sabía cómo actuar. Había llenado de plumas el traje de Malik, me levanté del suelo y me acerqué a él, él se quedó quieto mientras yo le quitaba las plumas de su traje, repentinamente arrebató mi mano de su traje.

-Dejad de hacer ruido.- ordenó.- Estoy intentando concentrarme.- y a continuación salió de la habitación cerrando la puerta tras él. Yo seguía en la misma posición, Sahar se levantó y me miró.

-Me da mucha pena.- le dije.- Su tristeza le consume hasta tal punto...

-El es así.- afirmó Sahar.- No hagas mucho caso.

Después de aquello no volví a reír en toda la tarde, hasta que Sahar y yo salimos de compras por París, para comprarme ropa a mí y para comprar las cosas que necesitaba en el compromiso que le esperaba el día siguiente.

Quédate Conmigo© Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang