Capítulo 3

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Cuando los periodistas salieron del local, el chico del paraguas se levantó y se sentó a mi lado, cruzando los brazos sin dejar de mirarme. Estuvo en esa posición en silencio durante casi un cuarto de hora. Me estaba poniendo nerviosa.

-Hace un mes.- dijo finalmente con un tono de voz suave. Su voz me encantó, era tan dulce.- Hace un mes que dos desconocidos se cruzaron en medio de la lluvia.- añadió.- uno de ellos le prestó el paraguas porque estaba lloviendo mucho...

-La chica cogió el paraguas agradecida, el desconocido entró en un portal que más tarde la chica descubrió que era un hostal.- añadí, algo en mí me impulsaba a hablar y participar en aquella historia.

-Un mes más tarde se volvieron a encontrar en una cafetería en París, ella llevaba consigo el paraguas.- finalizó.- ¿Por qué lo has guardado?

-No lo sé.- respondí.- Me sabía mal dejarlo en España...

-¿Quieres decir que acabas de llegar a París?.- preguntó sorprendido.

-Sí.- contesté.- Hace unas horas.- Sentí de nuevo el peso de la mirada de él encima.-¿Vives aquí?

-No, vivo en Estados Unidos.- contestó.- Estoy aquí por los negocios.- aquella conversación estaba comenzando a ser fría y bastante aburrida. Me había impresionado la nueva jugada del destino, colocar un personaje que se cruzó un momento determinado en mi pasado, tal vez olvidar mi trágica vida era mala idea.- ¿Y tú?

No sabía que responderle, no podía decirle que había viajado para olvidar las muertes que hubo en mi vida, tampoco quería contarle aquello. No me gustaba hablar de mi, mucho menos de mi pasado, se me formaba un extraño un nudo en la garganta que aparte de bloquearme el habla me hacía sentir más triste y con ganas de llorar; un sentimiento horrendo. Aquel chico esperaba una repuesta.

-Voy a vivir aquí, quiero cambiar mi estilo de vida.- contesté finalmente. Al fin y al cabo no había mentido, simplemente había resumido todo. La respuesta no pareció convencerle mucho.- He venido a estudiar.

-¿Cuántos años tienes?.- preguntó.

-Tengo 19 años.- contesté.- ¿Y tu?

-Yo soy mucho más mayor que tú.- soltó una carcajada.- Tengo 37 años.- No parecía tener aquella edad, creí que tendría mucho menos. Aquello demostraba que se cuidaba mucho.- Menuda casualidad...- suspiró.- Mañana celebro mi compromiso, me gustaría que vinieras.

-¿Tú compromiso?.- pregunté desconcertada.- ¿No estabas aquí por negocios?

-Para mí el matrimonio es un negocio.- contestó.- Me gustaría mucho que vinieras.- repitió. Yo no sabía que contestarle ante su propuesta, recién llegaba a París y aún no tenía hecho nada, apenas sabía por dónde moverme.- ¿Tienes familia aquí?

-No tengo familia en ningún lugar.- contesté sin pensarlo dos veces. El chico me miró atónito.- Mis padres fallecieron y hace un mes de la muerte de mi único hermano mayor.

-Lo siento.- se disculpó.- Entonces no conoces a nadie.- su expresión cambio y también su voz.

Él me pidió que le explicara mi vida, con detalle, porque quería ayudarme aún que me opuse, finalmente me convenció y hable de mí. Como ya os dije, no podía hablar de mi pasado sin que las lágrimas invadieran mi rostro, empecé a llorar y Ziad, me dijo que se llamaba así, me ofreció un pañuelo para secar mis lagrimas. Ziad me habló de su vida, era mucho más trágica que la mía.

Ziad me contó que él y su hermano Malik eran de Palestina, sus padres murieron en un bombardeo y ellos fueron adoptados por una familia libanesa que vivía en Estados Unidos, más tarde los padres adoptivos de Ziad y Malik decidieron ir a peregrinar a Mecca, allí murieron en un accidente donde también murieron muchas personas. Ziad como era el hermano mayor tuvo que encargarse de la empresa y de su hermano pequeño.

-Y yo que creía que mi vida era trágica.- comenté entre lágrimas, no lloraba por mi, si no por la historia que me había contado Ziad.

-Y lo es.- afirmó.

-¿Y tú hermano?.- pregunté.

-Mi hermano es el típico chico frío que no le gustan las personas, quiero decir que es muy complicado.- me contó.- Cuando nos adoptaron él tenía un año, incapaz de recordar aquello.- noté tristeza en sus palabras, en su tono de voz.- Yo tenia diez años y gracias a dios no nos separaron, cuando murieron nuestros padres adoptivos él tenía 16 años y desde entonces se complicó.

-Cambió.- añadí.

-Sí, dejó de ser el chico alegre que le encantaba la vida, y empezó a meterse más en su mundo, impidiendo el paso a cualquiera que quisiera entrar en el.- dio un sorbo a su café y yo aproveché dar también un sorbo. Era delicioso, aún que un poco frío.- Ahora tiene 26 años, sigue igual de cerrado, lleva la empresa conmigo con algo de entusiasmo, pero sus emociones no las muestra a nadie que no sea yo.

Tal y como me estaba contando Ziad, Malik era un chico que había dejado ir su felicidad el día que murieron sus padres adoptivos. Me entraron unas ganas enormes de conocer a Malik y ver aquella tristeza de la que hablaba Ziad.

-Saloua, quiero que vengas a vivir con nosotros.- dijo repentinamente.- No puedo dejarte aquí sola, acabas de llegar y no conoces a nadie, aparte de eso podrás hacer compañía a mi prometida.- propuso.

Su propuesta me impactó, no me lo esperaba. Me quedé en silencio.

-La casa es enorme y en ella solo viven Malik y mi prometida, junto con las mujeres de la limpieza y las cocineras.- añadió.- Tu tienes un pasado muy cercano al nuestro, podrías entenderte con la familia y...

-Ziad, te lo agradezco mucho, pero yo quiero olvidar mi pasado y empezar de cero...

Me interrumpió.

-El pasado nunca se olvida, con el tiempo se afronta, Saloua por favor.- pidió.- Me has dicho que empezaste la universidad de economía, cuando te gradúes puedes trabajar para nuestra empresa.- se le iluminó la mirada.

Yo no podía aceptar su propuesta, aún que me fuera beneficiosa para mí y mi nuevo futuro, pero seguía siendo un desconocido.

-Lo siento Ziad...

-Saloua, eres la única que puede salvar a Malik.- me interrumpió.- Tu personalidad, tu fuerza de afrontar las cosas es increíble, Malik solo puede dejarse llevar con las personas como tú.- elevó el tono de voz.- Y tú eres única.- sus palabras me me dejaban desconcertada, sin habla. No sabía qué significaba todo aquello. Ziad parecía muy preocupado por su hermano, no quería perderlo. Recordé a Kamal, su sonrisa, sus palabras, las últimas palabras que me dijo en el hospital. También recordé cuando iba corriendo al hospital, deseando despedirme. Aquel amor que sentía por mi hermano fallecido. Ziad también transmitía aquel amor por su hermano, lo notaba en sus ojos, en aquellos misteriosos ojos que ocultaban un pasado triste, trágico.

-¿Qué puedo hacer por el?.- pregunté finalmente decidida.

-Demostrarle que hay otras personas que sufren, pero aun así intentan ser felices.- me contestó.- Ayúdale a recuperar su alma.

Quédate Conmigo© Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα