Como veo que sigue sin responder, yo insisto.

—¿Por qué hiciste eso?

De repente me mira, pero sin alzar la cabeza. Se queda allí observándome con su repentino odio, y entonces yo entorno los ojos para no ser menos que él. Ashley le echa un vistazo a Fénix, luego a mí, y por último a él nuevamente, ya dándose por vencida mientras resopla.

—Bien, no digas nada. A Danna la han llamado urgentemente y no dudo de que sea por tu estupidez, y ahora ella quiere hablar conmigo. Y no, no sé por qué —ataja un movimiento para irse y exhala con fuerza nuevamente, deteniéndose un instante y acercándose a Fénix con más recompostura y tranquilidad—. Mira que te hubiese apoyado en eso, sabes que sí —murmura por lo bajo, y entonces sonríe levemente. Supongo que Ashley ya ha acorralado a otras personas antes—. Pero no así, Fénix. Necesitamos que te comportes.

Fénix le sostiene la mirada pero sigue sin pronunciar palabra. Termina por rodar los ojos hacia otra parte mientras se humedece los labios con la lengua; los ha tenido duros en una línea furiosa desde que salimos del salón.

Ash se queda un segundo más pero al final se pone de pie, resoplando una última vez mientras también gira los ojos hacia arriba, cansada.

—Veré qué quiere decirme —anuncia, y se va por la puerta.

Cuando el sonido del picaporte retumba dentro de la silenciosa habitación, Fénix se endereza y me mira con intensidad.

—Vamos, di que piensas que fue una tontería.

Elevo las cejas con aire de obviedad.

—Es que lo fue —respondo—. No entiendo por qué estás tan enojado.

Se pasa una mano por el pelo mientras lo sacude.

—Ashley parece saberlo de cierto modo...

—Sabe quién es, no qué pasó allí abajo —me interrumpe, y antes de seguir toma una larga bocanada de aire—. Cuando me propusieron el trato a cambio de buscarte, yo estaba en las calles al sexto día de haberme escapado. Recuerdo que estaba comenzando a llover. Me encontraba caminando hacia ningún lado en específico cuando unos hombres del Gremio me hallaron —menea la cabeza—. Cuando lograron acorralarme en un callejón, uno de ellos arremetió contra mí. Me mantuvo quieto a golpes. Aquel —remarca la palabra con rudeza— hombre, ese mismo, era el que se encontraba allí abajo en el salón.

Pestañeo, tratando de buscar una respuesta... ¿apropiada? No sabía que le habían ordenado aquella misión de esa manera. Y, sí, no se lo habían propuesto; se lo habían ordenado. ¿Desde cuándo las «propuestas» se dan a golpes, manteniéndote a raya entre las paredes sin escape de un callejón? Pensé que lo habían llamado a una reunión, no sé, tal vez dentro del Gremio, para charlar los términos de ganarse su libertad por conseguirme para el bando de los Ignisios y demostrarles mi lealtad hacia ellos.

—¿Estaba lloviendo? —es lo único que me sale por la boca.

Fénix asiente sin ánimo.

—¿Y cómo pudieron unos ignisios correr por las calles bajo la lluvia sin decaer después de un tiempo?

—Yo aguanté lo que pude, pero ellos no eran ignisios —responde—. Algunos mundanos trabajan también para el Gremio, aunque muy pocos.

Doy unos pasos por la pequeña habitación, mientras él me sigue con una mirada disimulada.

—¿Y tenías que portarte así con él delante de todos?

—¡El imbécil me provocó! —Murmura con voz grave— Se acercó simplemente para percatarse de que yo lo viera, me sonrió como un estúpido y se hizo el sorprendido de verme.

Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Where stories live. Discover now