Capítulo 48

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Se miraban con curiosidad, no entendían como podía haber alguien tan parecida. Ambas estaban alucinando con lo que tenían enfrente. No eran iguales, pues la otra chica era más morena y con una nariz un poco más prominente, no como la de Laila que era pequeña. Sus ojos eran del mismo color, pero los de la otra chica eran algo más grandes, con las pestañas más largas y densas. Era muy guapa, no cabía duda, a pesar de su delgadez, se notaba que era una mujer muy bonita, y por extraño que pareciera, muy parecida a Laila.

Iris no se podía creer lo que estaba viendo. Las miraba a las dos como si así, pudiera comprobar si eran la misma persona o alguien diferente. Lógicamente, después de jugar durante unos momentos a encontrar las siete diferencias, comprendió que se trataba de distintas personas.

Un SS la echó la bronca y la otra chica continuó con su trabajo, no sin mirar de vez en cuando a Laila.

A Iris y a Laila las asignaron el trabajo de ir apilando los cadáveres cerca de los hornos para que así los que metían los cuerpos casi en descomposición tardasen menos. El olor en aquel lugar era vomitivo y costaba respirar. Cada vez que inhalaban aire, sentían como si los pulmones se les fueran a desintegrar. Era algo bastante difícil de aguantar. Pero era mejor eso que estar en la cámara de gas.

Llegó la noche con rapidez. Hicieron salir a todos del crematorio para cenar. Cenar en la calle era bastante incomodo, pues con ese frio no paraban de tiritar.

Cuando ya estaban sentadas cenando se las acercó la otra muchacha y se sentó con ellas.

-Buenas noches-las saludó- No he podido dejar de mirarte, es increíble lo que nos parecemos- Iris no entendió nada de lo que decía, pero Laila sí.

- ¿Eres española? - Se dio cuenta enseguida de que lo era, o por lo menos conocía el idioma.

-Vaya, por fin alguien que me entiende, me paso el día hablando sola. Se algo de alemán, pero no lo suficiente. -la dijo emocionada al encontrar a alguien que hablaba su idioma y además se parecía a ella. - ¿Tú también lo eres?

-No, soy alemana. Pero viví bastantes años en España. Si se alemán es porque mis dos padres eran alemanes y los hicieron aprender el idioma. Hablo los dos idiomas perfectamente.

- ¡Qué casualidad! Mi padre también era alemán.

- ¿Esta en este campo? -la pregunto curiosa. Mientras, Iris las miraba anonadada sin entender ni una palabra.

-Mi padre nos dejó hace muchos años. A mi madre la repudió toda la familia. Al acabar la guerra civil, nos mandaron aquí. Ella murió hace un par de semanas.

- ¿Por qué os trajeron aquí?

La chica la miró incrédula.

-Vaya... no lo sabes ¿eh? Al acabar la guerra comenzaron a arrestar a todos los del bando republicano. Y yo a parte ser gitana soy comunista. A mi madre la arrestaron conmigo, aunque ella nunca tuvo ideas políticas, la arrestaron igualmente. La verdad es que no sé cómo hemos llegado hasta este campo... Pasó todo demasiado rápido.

- ¿Pero están deteniendo a todos los del bando republicano? -le preguntó Laila incrédula. -A ver, algo había oído, pero no pensé que fuera todo verdad.

-Y a los que no lo son. Les da igual, está muriendo mucha gente inocente. Las cárceles están llenas, a las madres les quitan sus hijos, incluso niños están muriendo en las cárceles con sus madres. La situación en España es horrible para el que no piensa como ellos.

Lo que aquella chica le contaba era escalofriante. Durante muchos años ese fue su país. Y ahora... Parecía el mismo infierno, aunque si miraba alrededor suyo... Era peor infierno ese.

Las bombas del ejército soviético se escuchaban de lejos, pero ninguna tenía miedo de ellos, el miedo se lo tenían a los SS que allí seguían, matando y evacuando a gente. No sabía cuándo les tocaría a ellas, pero seguro que no tardaría mucho. Eso era lo que realmente le daba miedo, pues no quería morir ahora que se acercaban los rusos.

Sus bombas eran casi como melodía para los oídos de muchos de allí, en cambio para los nazis era el peor sonido de sus vidas. -"¿Qué sentirá Adler al escucharlo?"-pensó Laila.

El enfado con Adler se le había pasado ya. Aun no hablaron demasiado, pero por lo menos ya no le miraba con asco y le hablaba. Esa misma mañana las salvó la vida a las dos y eso era algo que jamás olvidaría. Estaba tan aterrada en aquel lugar, que cuando le vio entrar casi se le olvida donde estaba y con quien, solo quería abrazarle en ese momento y olvidar que estuvo a punto de morir.

No podía negarlo, le quería muchísimo. Intentó en varias ocasiones odiarle, pero le fue imposible. No podría odiarle jamás, significaba mucho para ella. Nunca se sintió así por nadie, y en el fondo, sabía que Iris tenía razón, Adler se desvivió por su protección y la del resto de su familia.

En más de una ocasión Iris la había dicho que estaban destinados a encontrarse y enamorarse, que por eso cuando llegó al campo, justo él tenía que buscar a alguien para trabajar en la casa y la encontró a ella. Era el destino, estaban destinados y esto no acabaría aquí, estaba segura de ello. Lucharía por él lo que fuera necesario.

Un toqué en el brazo le sacó de sus pensamientos.

-Te está hablando, y yo no entiendo lo que dice- le dijo Iris refiriéndose a la chica.

- ¡Oh! perdona. Dime. -respondió Laila.

-Te estaba preguntando qué ¿dónde vivías cuando estabas en España? -Le preguntó a Laila su casi calcomanía.

-En Valencia. ¿Y tú?

- Yo en Madrid. -le respondió con una voz nostálgica.

- ¡Vaya! - exclamó Laila. - Mi padre viajaba mucho a Madrid por negocios.

- Que coincidencia ¿no? - Laila asintió. -Por cierto, ¿cómo os llamáis?

-Esta es Iris y yo Laila- Iris miró curiosa al escuchar su nombre, pues seguía sin entender nada- Iris, me ha preguntado cómo nos llamamos, por eso he dicho tu nombre-le dijo a para que estuviera tranquila. -Es que no entiende lo que hablamos, ella no habla Castellano- le dijo ahora a la chica. - Y tú, ¿cómo te llamas?

-Yo me llamo Sandra, encantada. - esto lo dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

En ese momento Iris llamó la atención de Laila.

-Nos tenemos que ir, es la hora. -Se refería a que tenían que ir dónde Gabriel y Adler, como cada día.

-Es cierto- le respondió. - Bueno Sandra, espero verte mañana, nosotras nos tenemos que ir.

-Yo también lo espero, no todos los días veo a alguien tan parecida a mí - y rio. Algo que no se veía apenas en aquel sitio, una sonrisa.

Llegaron donde todos los días, pero Gabriel no estaba. Laila se asustó.

- ¿Dónde está mi hermano? -preguntó preocupada.

-Tranquila, a él ya lo he sacado del campo, le tengo escondido en otro sitio. -respondió Adler con voz tranquilizadora.

Laila suspiró aliviada e Iris soltó todo el aire que llevaba acumulando desde que no le vio.

-Ahora escuchadme atentas. -las dos asintieron a la vez. - Vais a ir al barracón. Tomad este reloj, que no os lo vea nadie. A las dos de la madrugada vais a salir de allí y os vais a dirigir aquí, os estaré esperando. A esa hora es el cambio de turno y con lo revuelto que esta el ambiente nadie se dará cuenta. Voy a sacaros de aquí esta noche. Confiad en mí.

-Está bien, yo sabes que confío en ti -le dijo Laila- pero dime, con todo lo que está pasando, ¿cómo estás?

-Pues preocupado por mi situación, pero ya estoy trabajando en eso, tranquila. -la acarició en la mejilla. - Ahora haced lo que os he dicho, y tened cuidado.

Asintieron las dos y se marcharon deprisa y muy nerviosas por su pronta salida.

Amor en el infierno  (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora