Capítulo 36

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Ya llevaba en el campo algo más de dos semanas. Aun no se había acostumbrado a los llantos de la noche, los gritos de dolor de cuando algún SS decidía divertirse a costa de algún desgraciado que en ese momento pasara por su lado. A pesar de que Adler venía todos los días varias veces, no se sentía bien nunca. Aquel sitio era horrible, no quería estar allí pero tampoco podía marcharse. Se sentía encerrada, la agobia estar vigilada y odiaba la violencia de que era testigo. Adler cuidaba mucho de ella, le traía comida, agua y también la trajo una noche un par de jerséis de lana para que se tapara un poco del frio que comenzaba a hacer.

Echaba de menos a Laila. No entendía porque Adler no cuidaba de ella, Laila se pasaba el día sola trabajando. No entendía porque Adler no se pasaba ni un minuto por la caseta a verla. Si hubiera sido al revés, Dirk se pasaría, aunque solo fueran 30 segundos. Adler tampoco era muy dado a hablar de sus cosas por lo que de poco se enteraba. Estaba preocupada por si amiga.

No pasaba un día sin que llorase por Dirk. Le echaba tanto de menos. Todas las noches soñaba con él y con esa fatídica noche. Se despertaba llorando un con un dolor insufrible en el pecho. Lo peor era que no dolía físicamente, y a ese dolor no le podía poner remedio. Recordaba siempre entre lágrimas como se despidió de ella. Cada noche, cuando todas sus compañeras dormían, pensaba en él y le lloraba. Así sentía que le tenía más cerca. Era una tontería, pero llorarle, la hacía sentir que él vendría a calmarla y consolarla. La gustaba imaginar que él la abrazaba por la espalda y esperaba a que se durmiera. Fueron muchos años a su lado, acostumbrándose a él. Y ahora la tocaba acostumbrarse a no tenerle a su lado nunca más.

Los días en el campo eran muy duros. Trabajan muchas horas y apenas les daban de comer. Ella tenía suerte que tenía a Adler que le traía comida todas las noches. A ella y a Gabriel y Blaz. Al final quedaron en reunirse todas las noches en el lugar en les que les vio según llegó al campo. Se dirigía en ese momento hacía allí.

Vio tres siluetas, llegaba tarde.

-Hola- les saludó a los tres.

Blaz y Gabriel le dedicaron una sonrisa a modo de saludo, pues estaban comiendo y tenían la boca llena.

-Buenas noches Iris- la saludó Blaz- toma tu cena- La pasó un bocadillo de lo que parecía un par de lonchas de carne y una patata cocida.

-Gracias- y comenzó a comer con entusiasmo.

A pesar de que Adler la traía comida, seguía pasando mucha hambre. Hasta la hora de cenar solo comía un trozo de pan duro y un poco de sopa. Algún día les daban café. Estaba adelgazando, se lo empezaba a notar. Gabriel ya estaba bastante delgado, al que no se le notaba mucho era a Blaz. Se preguntaba todos los días como lo hacía.

La noche anterior habían comentado que eso estaba mosqueando a los nazis. Adler le había aconsejado que intentase pasar desapercibido. No sabían porque la preocupación de Adler, pero Blaz le hizo caso.

Cada noche le preguntaban cómo estaba Laila, a lo que él respondía que no sabía, que no tenía tiempo. Esa noche no fue una excepción.

-Adler, ¿qué tal esta Laila? - le preguntó Gabriel. - ¿Ya sabe lo que ha pasado?

- Esta mañana me la ha encontrado cuando salía del cuarto, parece estar bien-respondió Adler secamente.

- ¿Pero no has hablado con ella? -esta vez era Blaz quien preguntaba, mientras Iris escuchaba atentamente ingiriendo su cena con rapidez.

Adler le miró serio, hoy estaba de mal humor y no le apetecía entablar conversación con nadie.

-Os he dicho mil veces que no tengo tiempo, tengo que ayudaros y ella vive bien allí, lógicamente es a la que menos tengo que ayudar y a la que menos atención presto.

Iris tragó con rapidez.

-Si tanto la quieres como decías, la prestarías atención, aunque fueran cinco segundos. Y ya no es cuidar de ella, es que es tu novia, está sola y nadie va a allí a hablar con ella ni a contarle que tal nos va a nosotros. Ella ahora mismo no creo que necesite ayuda, solo necesitará que pases 10 minutos con ella y le cuentes como esta todo. Si tanto la quieres como dices o decías, no te costará tanto hacerlo.

Adler se quedó callado. Mirando a Iris serio.

-Bueno- respondió al cabo de unos segundos- se acabó la charla. Cada uno a su lugar. No es seguro que estemos aquí. - Se dio la vuelta y desapareció de la vista de ambos tres.

-Algo pasa y no sé el que...-comentó Iris. -No entiendo porque le tiene tanto miedo a decirle la verdad.

Los dos asintieron pensativos. Estaba claro que estaban de acuerdo los tres.

No sabía que estaría pasando entre ellos, pero la tenía la muy preocupada. Quería saber de su amiga y la única persona que podía darle noticias de ella se negaba a verla o si quiera a hablar de ella. Algo raro pasaba y quería saber que era.

Amor en el infierno  (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora