Capítulo 28

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Abrí tímidamente los ojos al sentir la luz del día. Estaba de nuevo en la cueva. ¿Cómo había llegado hasta allí? Un brazo me abrazaba. Me gire despacio para ver quién era y descubrí que era el chico salvaje. Yo estaba en ropa interior y él con su vestimenta habitual. Mi traje y mis botas descansaban en el suelo a la luz del sol, secándose. Retiré cuidadosamente el brazo del chico de mi costado y él abrió los ojos alertado. Parpadeó un par de veces adormilado y después se incorporó para mirarme. Yo ya estaba de pie.

- ¿Me has salvado?

Como era de esperar, no me respondió. Me agaché frente a él.

- Gracias.

Algo me hizo creer que me había entendido esta vez, tal vez su mirada... esos ojos...

- ¿Tienes nombre?

No hubo respuesta.

- Mmm... ¿Qué te parece Caleb?

El chico me miró confundido. Puse su mano en mi pecho y dije:

- Diana -la llevé ahora a su pecho. -Caleb. -Repetí despacio -Diana, Caleb.

El chico sonrió. Tenía una bonita sonrisa, inocente como la de un niño. Parecía gustarle el nombre.

Las pieles que nos habían arropado deslizaron por su cuerpo dejando al descubierto su torso desnudo. Tenía varios arañazos y cortes profundos. Me fijé mejor y comprobé que también tenía heridas en un lado del cuello.

- Dios, mío...

Él siguió mi mirada hasta sus cortes. Se levantó y se dispuso a salir de la cueva.

- ¡Espera! -le grité pero él continuó su camino.

Iba a seguirle pero me di cuenta de que estaba en ropa interior. Corrí a por mi traje y mis botas pero el chico se alejaba a paso veloz. Delidí dejar la ropa y corrí tras él. Al fin y al cabo, ¿quién me iba a ver? ¿Un ciervo?

Cuando le alcancé el me miró extrañado por un momento pero sin detenerse. Había nevado por la noche y hacía un frío terrible. La marcha rápida que llevabamos impedía que nos congelásemos. Caminamos hasta llegar a una zona tranquila del lago. En las ramas de un árbol había colgadas varias pieles de animales. Al parecer Caleb ya había previsto la llegada del invierno. Cogió una de las pieles más grandes y me cubrió con ella. Al instante noté un gran alivio al no sentir el viento cortándo mi piel.

Caleb se agachó en la orilla del río y comenzó a lavarse las heridas. Si por delante sus heridas ya eran horribles, por detrás era mejor no mirar. Me acerqué a él y cogí agua con mis manos. Con cuidado la vertí sobre una herida profunda de su omóplato. El chico se tensó y su piel se erizó. El agua que caía al lago estaba teñida de rojo. Me di cuenta de que mi costado también estaba manchado de sangre y más aún la espalda. Caleb me habría manchado al abrazarme por la noche.

Continué limpiando con delicadeza las heridas de Caleb. Me dolía verlo así. A pesar de que no le conocía, al fin y al cabo me había salvado la vida. Cuando terminamos el chico se irguió temblando por el frío. Corrí a coger una de las pieles y le cubrí con ella. Él me miró agredacido. Juntos volvimos a cueva para calentarnos frente a la hoguera.

 Juntos volvimos a cueva para calentarnos frente a la hoguera

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Dime Quién Soy [1a parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora