Capítulo 2.

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Dejo salir otro suspiro más. Prácticamente no he dejado de hacerlo desde que me di cuenta que nadie podía verme de verdad. Tampoco había dejado de llorar. El chico de los ojos verdes se fue prácticamente corriendo de casa, mencionó algo sobre que todo esto era una broma de muy mal gusto. Y, vaya, ojalá yo pudiera decir que era una broma. Al ver mi nombre pulido en letras doradas bajo mi fotografía sentí que me derrumbaba. Desde ese momento el dolor físico se fue, inclusive las cicatrices y el raspón que me había hecho en la rodilla desaparecieron como por arte de magia. No entendía qué pasaba y eso me aterraba bastante.

Suspiré nuevamente, sintiendo aún las lágrimas resbalar por mis mejillas. Si estaba muerta, ¿cómo es que podía tocarme a mí misma? ¿Cómo es que podía llorar o sentir? No tenía idea, tenía demasiadas preguntas pero ninguna respuesta, y era horrible.
Caroline, Lana y Lauren llegaron después de que el chico salió corriendo. Todas estaban llorando, papá y mamá lo habían hecho también. Inclusive vi a Heidi acercarse al féretro y llorar. Me sentía terrible de que yo pudiese verlos a ellos, pero ellos a mí no.
También habían ido algunas de las porristas y algunos jugadores del equipo de fútbol; Entre ellos estaba Chain, mi novio. Casi se me parte el corazón al ver su rostro pálido y sus ojos sin vida, pero no tanto como los de Will, mi mejor amigo de la infancia.

Era espantoso. Ni siquiera podría desearselo a mi peor enemiga, como a la perra de Failey, por ejemplo; y eso era mucho decir.
Me puse de pie y caminé hacia adentro de la casa, subí por las escaleras hasta mi habitación. Tomé el pomo de la puerta con los ojos cerrados, tenía miedo de ver cómo mi mano podía atravesarlo así como pasaba en las películas. Pero eso no sucedió, pude abrir la puerta sin ningún problema.

Entré y pude sentir un cosquilleo en el estómago, estaba igual a como la había dejado. Sólo una cosa había cambiado; El calendario. Yo solía ser bastante controladora respecto a cambiar la hoja del calendario, todas las mañanas lo hacía. Pero recordaba que la última vez que lo había hecho era 15 de marzo y justo ahora se encontraba en el día martes, 19 de marzo. Alguien la había cambiado, y lo que llegué a suponer fue que probablemente el 15 fue el día en el que morí, pero no tenía idea de cómo o qué había pasado. ¿Cómo se suponía que funcionaba el estar muerto? ¿Sólo se olvida el momento en el que mueres pero todo lo demás sigue en la mente?
Al menos deberían de dar un maldito instructivo de cómo funciona estar muerto.

Me giré para quedar de frente a la puerta y algo se me vino a la mente. Recordaba que en Ghost el personaje que interpretaba Patrick Swayze podía cruzar las paredes, puertas y prácticamente todo. ¿Y si yo podía hacer lo mismo?

Di una respiración honda —lo cual me hizo preguntarme si realmente era necesario respirar si ya estaba muerta o sólo era por la costumbre.
Cerré los ojos y corrí directamente hacia la puerta. No pude haber hecho otra cosa más estúpida. Resulta que, mi idea no funcionó y terminé estrellándome contra la puerta, lo cual me mandó pequeñas ondas de dolor por todo mi no tan real cuerpo.

—Santa mierda —me quejo, sobándome la frente— Estúpida puerta.

¿Acaso no los fantasmas pueden atravesar las cosas?
Qué porquería, ni siquiera en el mundo de los muertos respetaban las leyes. Trágico.

Observo el pequeño mural que tengo en mi pared celeste y me gana la nostalgia. Prácticamente la mitad de la pared está llena de fotos de mis amigos, mi novio y yo. Algunas son de cuando fuimos a Nueva York las cuatro juntas. Hay una foto en especial que tomamos de regreso al hotel donde nos hospedábamos, ese día había nevado mucho y cerraron la mayoría de las calles, no teníamos cómo regresar al hotel. Prácticamente nuestros celulares se congelaron pero alcanzamos a tomar esa foto con la cámara antes de que también muriera.
Me río internamente. Irónico, porque ahora la que está muerta soy yo.

Me acerco al pequeño buró blanco que está junto a mi cama y tomo entre mis manos la pequeña esfera de cristal con dos pompones rojos por dentro. A las que hacían las mejores audiciones, la capitana les daba esas esferas. Pero ahora ya no serviría de nada.
Aviento la bola contra la pared con toda la fuerza que puedo (que, sinceramente, para ser una fantasma tengo bastante) y ésta no logra romperse. Al parecer es de cristal grueso, lo cual me hace maldecir varias veces en voz alta.

Grave error.

Insisto, alguien debería de darme un maldito manual para exactamente no hacer las tonterías que hago.
Las pisadas se escuchan por el pasillo y luego la puerta se abre rápidamente mostrando a mi padre demasiado alterado.

—¿Katherin? —Pregunta en un susurro ahogado.

Los ojos me pican y parpadeo rápidamente para evadir las lágrimas.

—¿Papá? —Respondo, sintiendo una gran emoción. ¿Él podía verme? ¿Ya no estaba muerta? ¿Todo fue una broma?

Se acerca hacia a mí y extiendo los brazos esperando por él... Pero no llega. De hecho lo que pasa es horripilante porque veo a papá atravesándome para acercarse a recoger la bola de cristal y tomarla entre sus manos, aferrándose a ella como si su vida dependiese de ello. No soy capaz ni de respirar —ventaja de estar muerta, supongo. Observo cómo mira la bola de cristal y la agita, haciendo que aparezcan muchas burbujitas. Luego se sienta en la orilla de mi cama, observa uno de mis retratos y se suelta a llorar como nunca antes lo había visto en mi vida.

Le hablo, inclusive le grito y lo abrazo pero él no es capaz de verme. No sabe que aún estoy en casa, no sabe que sigo aquí, y eso me destroza aún más.

No me queda de otra más que sólo mirarlo, escucharlo llorar y repetir mi nombre en cada suspiro, pidiendo que regrese y que no lo abandone.
Qué daría yo para decirle que aún sigo aquí y que jamás lo abandonaría ni él ni a mamá. Pero al parecer el estar muerta significa que debo sufrir viendo sufrir a los que amo; Y eso apesta.

ScarsWhere stories live. Discover now