—Has tu trabajo y cállate— dijo entre dientes —no te vayan a escuchar.

—¿También quieres que te retoque las raíces del cabello? Ya se te ven muy negras.

—Si. Una manita de gato para lucir perfecta.

No necesitas una manita de gato   pensó Sandy Lu   ¡te urge un zarpazo de tigre! ¡estúpida!   Le sonrió —Estarás guapísima querida.

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Rayder.

Vivir en el complejo de departamento para soldados tenía sus reglas: la entrada de civiles a las habitaciones era una falta para cualquier rango militar y para Rayder ya no era factible seguir viviendo ahí. La idea de tener casa propia donde poder llevar a Jade era una idea que tenía pensada desde hace unos días y cuando Jade le comentó que estaba buscando departamento fuera de Fort Lee le animó a agilizar los trámites. Buscar casa en los complejos habitacionales dentro de la Base, no tener ningún problema si ella quería quedarse a pasar la noche, por su mente cruzó la idea de quizá poder vivir juntos.

Fue a las oficinas administrativas y solicitó información sobre las rentas de casas y documentación para solicitar vivienda.

Había varias casas en renta, se le ocurrió que Jade lo acompañara a elegirla y en un futuro sería el hogar de los dos. Después de llenar la solicitud de vivienda y la información de los documentos que necesitaría salió de la oficina con folletos de varias casas disponibles, entró a la camioneta y los puso en el asiento del copiloto, no podía creer cuanto había cambiado su vida desde que Jade regresó, de pasar a vivir años en el edificio de solteros ahora estaba buscando casa, pensando en vivir con ella. Se imaginó llegando a la casa después de un largo día de trabajo y a Jade recibiéndolo con un beso, él estrechándola entre sus brazos. Quizás hasta con un hijo, o dos.

Pensar en esa imagen le gustó más de lo que creía. Una familia con Jade. Si, lo deseaba y estaba en el camino correcto.

Arrancó su camioneta y condujo al cuartel principal a revisar los expedientes de los soldados que conformarían su compañía y que próximamente se encargaría de entrenar, pasó sentado detrás del escritorio hasta que terminó su trabajo, luego fue a su departamento a ducharse, descansar un rato e ir a casa de sus padres, Teresa había llamado y le dijo iría a verla, ya tenía días que no la visitaba. Rayder amaba a su madre, siempre fue ejemplar y aunque su carácter era fuerte sabía era buena persona.

—Hola madre— Teresa estaba en la sala viendo el televisor.

—Hijo, ven siéntate conmigo, haciendo limpieza en el desván encontré los vídeos de cuando eras niño.

Se sentó al lado de su madre, en la pantalla se veía una fiesta en el jardín trasero, globos de colores atados a un cordón colgados, mesas y sillas de plástico, al fondo un asador de carnes humeando, su padre revisando la comida, personas charlando mientras comen pastel, la mayoría en trajes militares, niños correteando de un lado al otro.

—Tu primera fiesta de cumpleaños que organicé en esta casa— le dijo Teresa —recuerdo no querías que la hiciéramos.

—Tenía trece, ya no era un niño. Y creía que las fiestas eran demasiado infantiles.

—Aun así te divertiste. Mira ahí está tu padre y Robert.

En el vídeo se ve a Robert entregando a Rayder su regalo, él lo recibe con una sonrisa y luego el General lo abraza, claramente se escucha cuando le dice <felicidades, hijo >.

Y recordó lo que Jade le contó la noche que caminaron en la playa en Virginia Beach < no soy lo que él quiere y tu si >  El General le había llamado hijo en múltiples ocasiones pero él nunca tomó en cuenta esa palabra, al contrario de Jade, para ella significaba algo más.

La hija del GeneralWhere stories live. Discover now