Capítulo 3: ¿Por qué?

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A mi alrededor sólo había oscuridad. No había ruido, no había gente. Estaba sola, rodeada de nada, y qué irónico que entre tanta oscuridad me sienta bien... ¿Me estaré volviendo loca? ¿A caso no lo estaba, ya?.

Estar aquí me hizo pensar en todo lo que hice en mi vida, lo poco que duró, es decir, si estoy aquí... Es porque morí, ¿no?... Bien, pues mis pensamientos viajaron a aquel fatídico día donde mis padres junto con mi hermano, murieron. Yo estaba encerrada en el armario de mamá. Lo vi todo entre las rendijas de aquel armario. Allí me metió mi hermano, él me protegió hasta su último aliento. No sé cómo sucedió, sólo sé que estaba allí metida porque asaltaron nuestra casa. Vi como pude a mi madre ser violada por tres hombres mientras ella sólo gritaba por piedad. También vi como mi padre lloraba desconsoladamente intentando zafarse de las cadenas de plata que lo mantenían fijo en la silla donde lo ataron... Y... También a mí hermano. Todos allí vimos como murió mamá, y como sufrió. Así como mi vimos a mi padre morir apuñalado mientras el sollozaba abrazado a mamá pidiéndole que no le dejará, que no le abandonará... Pero, sin lugar a dudas, lo peor que tuve que presenciar fue como mi hermano fue maltratado frente a la puerta del armario. Él se posicionó ahí delante para que no me notasen a mí, para que no percibieran mi olor ni oyeran los sollozos que de mi garganta escapaban. Vi como su sangre manchaba ese maldito armario, también vi como es su último suspiro se giró a mirarme y me susurró "Te estaré esperando pequeña, no tengas prisa. Te quiero". Oh dios, aún estando muerta esas imágenes me torturaban... Joder, yo amaba a mi familia, ¿por qué ellos?,¿por qué así?.

Lo peor de todo es que mi mente no me daba un suspiro para reponerme de esas imágenes cuando me mostró a mi abuela postrada en su cama sujetando mi mano y diciéndome que fuera fuerte. No sé como, pero ella sabía que esto era un adiós. Cuando vi que sus ojos con esfuerzo se mantenían abiertos, no pude más... Recuerdo nuestra última conversación como si fuera ayer.

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- Chiquita, tú eres fuerte, aunque lo dudes ahora, sé que lo eres.

- Abuela, llevas toda la tarde diciéndome lo mismo. Ya me quedó claro - Le respondí con una sonrisa torcida.

Sus ojos se mantenían abiertos con esfuerzo, no entiendo nada, pero de repente su vista se fija en un punto.

- Anastasia, no llevo lo pantalones puestos. - Me dijo. Yo no entendía nada, ¿Anastasia? ¿Por qué mencionaba ahora a su "hija"?

- Abuela, soy yo, soy Yanira, jajaja, esta edad ya no perdona... - De repente sus ojos volaron hacia mí, pero algo me decía que no era a mí a quien estaba viendo. -¿Abuela? ¿De qué pantalones hablas?.

- Ana, los pantalones del traje, Yanira hoy se graduará en la ESO. Debemos ir guapas, nos está esperando.

Esas palabras hicieron que de mis ojos brotaran lágrimas. ¿Por qué no me reconocía? ¿Por qué su mente voló a dos años atrás.

El dolor de un rechazoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora