Capítulo 8

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Al entrar me percate que la casa permanecía más silenciosa que en los tres días que había esto ahí. También estaba muchísimo más limpia y brillante. Deje mi mochila verde sobre un sillón en la sala y tome mi ejemplar desgastado de Winterhaven. Me dirigía con paso seguro hacía arriba, al cuarto de Austin, cuando escuche unos breves sollozos provenientes del patio trasero. La tentación no me dejo y opte por ir a averiguar quién provocaba los sonidos. Al fin y al cabo que era mujer.
Deje el libro sobre el suelo, ya que no había ningún mueble cerca y abrí con cuidado la puerta. Por poco y me caigo al suelo. Aquello era como entrar al bosque encantado de un cuento de hadas o algo así. Había una alberca gigante en el centro del patio, pero estaba construido con muchas piedras que le daban un aspecto de un rio encantado. Había hileras de arces alrededor de ella y enredaderas sobre las paredes de piedra . Lo único que le daba el aspecto de patio de ricos era el jacuzzi negro y un par de bancas verdes distribuidas por todo el lugar. Di una mirada a todo el lugar y de pronto me di cuenta de donde provenían los llantos.
Austin.
Me acerque con cuidado hacía la banca, en la cual él estaba apoyando únicamente sus brazos cruzados y sus piernas estaban sobre la tierra. Su cabeza estaba apoyada sobre la banca también, y escondía está entre sus manos. Sus sollozos de hacían cada vez más fuertes y su respiración cada vez más entrecortada. Se me rompió el corazón.
Me senté en el suelo a un lado de él y lo mire fijamente mientras levantaba su rostro. Su pálida piel estaba enrojecida y tenía los ojos hinchados, junto con sus mejillas húmedas por el llanto. Miro hacia la nada por un segundo y después poso sus ojos sobre mí.
Era la segunda vez que hacía eso. ¿Cómo podía?
—¿Mamá? —Dijo lentamente mientras se limpiaba la nariz y después los ojos— Pensé que estarías en el club jugando tenis. Yo…
—No soy tu mamá, Austin—Le dije con ternura mientras veía como su rostro se tornaba serio y sin rastro de emoción. Aún así, el hechizo no se rompió—.
—¿Qué haces aquí? Se supone que hoy no vendrías a trabajar. Lárgate —Dijo mientras se levantaba del suelo, dispuesto a marcharse. Camino un poco y después de un paso en falso, cayo—.
—¡Austin! ¡Demonios! ¿Estás bien? —Le dije acercándome hacía el. Aún seguía tendido en el suelo. Podía sentir su cálida respiración sobre mi cara y mis ojos fundiéndose con los suyos. De pronto, el comenzó a llorar—. ¿Qué dije? ¡Por favor, no llores!
El se incorporo solo un poco, de modo que se apoyaba sobre sus antebrazos y flexionaba las piernas un poco. Comenzó a gritar.
—¿Es qué no lo entiendes? ¡Yo no quiero tu ayuda! ¡Déjame en paz! —Dijo alterado mientras intentaba incorporarse completamente. Yo lo sostuve de los brazos—. ¡Te he dicho que me dejes en paz!
—¡No! ¿Sabes qué? ¿Podrías dejar de ser tan estúpido por un momento y dejar de gritar? ¡Estoy harta! —Le grite mientras lo jalaba de los brazos. Le ayude a pararse, pero no solté sus brazos—. ¿Por qué no lo entiendes? ¡Yo quiero ayudarte! —Bien, tal vez eso era una pequeña mentira, pero ¿qué más da? Es tan terco que todo lo que le diga le entrará por un oído y le saldrá por el otro—.
—Tú no quieres ayudarme. Solo estas aquí por el dinero —Dijo más calmado, mientras giraba lentamente sobre sus talones y se disponía a entrar a la casa—.
—¡Detente! ¿Sabes qué? ¡No me importa lo que pienses! ¡Yo te ayudaré quieras o no quieras! —Se detuvo por un momento y me enfrento. Cara a cara. Demonios, con la cercanía de su rostro, solo venían a mi mente pensamientos extraños de nosotros dos besándonos sobre el pasto verde y húmedo… ¡Rayos! ¡qué difícil es concentrarse! —.
—Dime. ¿Qué rayos quieres de mí? —Susurro en mi oído. Ahora era el quién me sostenía por los brazos. Una sensación de corriente eléctrica me atravesó de pies a cabeza, y mi corazón comenzó a latir a mil por hora. Quería que me besara y me deseara tanto como yo el… Aunque bueno, eso sería imposible, ya que técnicamente, era como una especie de enemiga mortal para él, o yo que sé—.
Trague duro.
—Quiero que me des una oportunidad —Demonios. «¿Acaso mi voz no podía escucharse más quebrada, o qué? Valla tontería, ahora de seguro me había descubierto a mí y a mis deseos oscuros hacía el. Ahora él sabía que quería besarlo, tocarlo, que quería…»
—Solo una. Más te vale que la aproveches, porque no tendrás otra. —Se alejo de mi con una sonrisa torcida marcada en sus labios. Ningún rastro del llanto de hace cinco minutos. Lamió su labio—. Te deseo suerte, porque la necesitarás.

~Corazón Ciego~ Austin MahoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora