Candy

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Siete.
Habían pasado exactamente siete minutos. Estaba harta de esperar, pero claro. Como siempre Atsushi se tomaba todo con calma.
―«Si es así de lento en todo, imagino que en el sexo también...» ―movió su cabeza de un lado a otro, el rumbo de sus pensamientos la perturbó.
¿Cómo no? Estando con Murasakibara todas las tardes era de esperarse. Odiaba que el gigante le pidiera pasar el rato juntos solo para comer, comer y comer más dulces.
―«Si sólo me pidiera otra cosa. ¡NO! No, (...), no pidas cosas imposibles.»
Se acomodó la bufanda alrededor del cuello, ajustó sus guantes y balanceó la pequeña bolsa con comida que llevaba entre las manos enguantadas.
La estación de invierno era su preferida, pero lo que no le gustaba era estar fuera, chupando frío por esperar a Murasakibara.
Gomen, (...)-chin, ya llegue ―puso una de sus manos sobre la cabeza de la chica que cubría con un gorro esponjoso.
Ella le quitó la mano de un manotazo, molesta porque que la hizo esperar.
―Llegas tardes a todos lados menos a tus partidos de básquet, Atsushi ―le recriminó ella haciendo pucheros.
Murasakibara la observó como ido. Le encantaba cuando (...) se enfadaba con él por su actitud. Esa tarde quería pedirle algo... «Delicioso».
―Pero ya me disculpe, mejor vámonos a casa. ―Acercó su rostro al de (...) y le susurró al oído―: Tengo algo que quiero que pruebes.
El cuerpo de (...) se estremeció cuando el cálido aliento de Murasakibara chocó contra su oreja, la tomó de la mano y la ayudó con la bolsa.
Ambos se fueron a casa del chico, como Atsushi estaba solo le pidió a (...) que fuera con la excusa de que no sabía cocinar. Como a la chica le preocupaba que solo comiera comida basura aceptó sin pensarlo. Entraron a la casa y se quitaron las bufandas, los abrigos y los zapatos.
(...) fue directa a la cocina con la bolsa, Murasakibara en cambio se sentó en el sofá para observar los movimientos de la chica. Se movía tan ágilmente por la casa como si viviera con él, aunque no le molestaría vivir con ella. Solos. Obviamente.
―¿Qué quieres comer, Atsushi?
(...) asomó la cabeza por la puerta y miró a Murasakibara que tenía un Mikado en la boca. Algo enojada fue hasta él, se inclinó hacia delante y le quitó el dulce de la boca.
―¿Porqué comes tantos dulces? Sabes que eso no es sano.
En lugar de contestarle, tomó la muñeca de (...) y atrajo hacia él para que se sentara sobre su regazo, la chica enrojeció de inmediato.
―Ven, (...)-chin.
Tomó el rostro de la chica entre sus grandes manos y la besó, muy lentamente. Saboreando cada lugar de su boca, le metió la lengua para acariciar la de ella.
(...) algo sorprendida le devolvió el beso, los labios de Atsushi le succionaban el labio inferior como si fuera un dulce. Sintió su lengua húmeda entró en su boca sin pedir permiso.
―Mmm, (...)-chin es tan dulce ―murmuró cuando decidió dejarle respirar.
―¿Eh?
El rostro de (...) estaba completamente rojo, respiraba agitadamente y la cercanía de Murasakibara la ponía nerviosa después de lo sucedido. Volvió a sentir la lengua del chico recorriendo su garganta.
―E-espera... Atsu...
No quiero. (...)-chin sabe como un dulce. ―El chico la insto a que se sentara sobre su regazo con las piernas dobladas sobre el sofá―. Tú cara parece una dulce fresa. Te comería con chocolate. ―Le depositó un pequeño beso en la comisura de los labios.
―¿P-por qué me besaste? ―preguntó ella.
Vale, le había gustado pero fue muy inesperado. Aún podía sentir los labios de Murasakibara sobre los suyos.
―Porque son los más dulces que hay. ―Deslizó las manos por los muslos de la chica, ese pantalón empezaba a ser molesto―. Hora de comer.
Se levantó con (...) rodeando sus caderas y fueron a dar a la cocina. La chica había estado preparando la cena, y lo que más le gustaba Murasakibara, el postre.
Dejó a (...) sobre la encimera, él fue en busca de un enorme bote de chocolate derretido y después lo vertió en un cuenco que (...) había preparado para una ensalada.
Pero de sana no tendría nada.
Luego volvió hacia donde (...) esperaba sentada como niña buena.
―Me da hambre con solo verte, (...)-chin ―susurró contra los labios de la chica, con mucha confianza le agarró un pecho y lo pellizco por encima de la ropa―. Sabes de maravilla.
Ella cerró los ojos y dejó caer hacia atrás la cabeza, empezaba a excitarse con cada vez que él la tocaba o la miraba como lo hacia en ese momento.
La tomó de las caderas y la bajó muy despacio, se miraron a los ojos. Estudiándose mutuamente.
«Muro-chin dijo que a (...)-chin le gustaba un chico.»
Murasakibara recordó lo que le dijo Himuro. Sin ningún tipo de permiso la acorraló hasta que la espalda de (...) topó con un armario.
(...) se vio atrapada por el gigante, le cortaba el paso encerrándola con sus brazos. En momentos así se sentía muy, pero muy pequeña.
―A-Atsuhi... ¿qué haces? No me gustan estas bromas ―dijo (...) nerviosa.
Pero él no la escuchaba, no. Había algo que quería darle a probar a (...), aunque aún había un pequeño obstáculo para ello.
―(...)-chin, quiero comerte.
Fue un desenfreno, si. Fue una locura, si. Ambos lo querían, si. ¿Qué novios ni qué nada? Lo mejor era la improvisación sobre la marcha. No tardaron ni dos minutos en quedar desnudos. (...) abrió los ojos al observar a Murasakibara en «todo» su esplendor. Maldición, era «enorme» en todos los sentidos.
Sin decirle nada, la tomó de la muñeca con delicadeza, se inclinó para besarle el dorso de la mano atrayéndola hacia su pecho. Ella sintió el mimbro erecto de Murasakibara contra su estómago, joder, podía sentirlo casi a la altura de sus pechos.
Lo vio ir y tomar el cuenco lleno de chocolate, le dio la vuelta de modo que (...) le daba la espalda. Y antes de que ella pensara en qué iba a hacer, sintió algo cálido sobre sus hombros. Descendiendo por su espalda, su trasero y sus piernas muy lentamente. (...) ya sabía lo que se sentía con la lengua de Murasakibara sobre su piel. (...) pensó que si Atsushi planeaba lamer todo el chocolate iba a tardar una eternidad, y no quería esa tortura. Por más tentadora que fuera.
Las manos calientes de Murasakibara le tomaron de las caderas, para evitar que se diera la vuelta mientras empleaba todo el tiempo del mundo a lamer el chocolate. No pensaba desperdiciarlo, y más si estaba sobre (...).
Era una combinación explosiva en su boca, no había nada mejor que eso. (...) bañada en chocolate.
«Mejor que cualquier dulce.»
Con el dorso de la mano, acarició un lateral de las piernas de (...), ella tembló al sentir que su mano iba subiendo, más y más hasta llegar a sus ingles.
(...) quería darse la vuelta pero él no le dejaba.
―Atsushi ―susurró ella, el nerviosismo crecía en su interior, sus músculos se hacían un nudo a la altura de su vientre.
Con mucho descaro llevó su dedo índice a la entrada de (...), la vio dar un respingo y sonrió. Acarició la hendidura de la chica, sintiendo la cremosa carne palpitar alrededor de su dedo. Lo metió muy despacio y lo sacó con la misma lentitud.
«¿Qué estoy haciendo? Atsushi es un pervertido.» Pero su cuerpo correspondía a las caricias del chico.
(...) observó de lado al chico llevar el dedo a su boca, lamiéndolo con sus fluidos y el chocolate.
―E-eres un pervertido.
No es cierto, (...)-chin.
Agarró los muslos de (...) y los separó para poder meter su cabeza entre las piernas de la chica, donde antes había usado su dedo, lo sustituyó por la lengua.
Sintió que una corriente eléctrica le atravesaba el útero al sentir la lengua de Atsushi. Le sostenía los muslos de tal manera que no podía cerrar las piernas por más que quisiera. Cerró los puños con fuerza hasta sentir las uñas clavándose en su carne.
Era una sensación tan extraña que la estaba volviendo loca.
Cuando Murasakibara salió de entre sus piernas, tenía la nariz llena de chocolate, así como sus labios y mejillas.
Le dio la vuelta a (...), se encontró con Murasakibara arrodillado frente a ella, al menos estaban a la misma altura.
―Deja que te saboreé cómo me gusta.
Unió sus bocas de nuevo, (...) ya no sabía si se estaba volviendo loca o el sabor de ese beso la excitaba. Esa lengua viperina la invadía sin ningún permiso.
Iba a rendirse, quería más que un simple beso. Quería «todo» al completo. Y le importaba una mierda si con eso le decían pervertida.
Pero, vamos. Murasakibara Atsushi, desnudo y con chocolate por todo el cuerpo.
Difícilmente se le diría que no.
Por favor. ―El chico le masajeó las caderas con suaves presiones, recorría su abdomen, lamiendo, chupando y mordiendo.
―¿Por favor, qué, (...)-chin?
―T-te quiero a ti ―le dijo sin ninguna vergüenza.
―Y yo a ti.
―Puedes tomarme.
Vale. La cena saludable se había ido por un tubo. Ahí estaban esos dos pervertidos, desnudos y cubiertos de chocolate en la cocina la cual estaba hecha un asco.
(...) pasaba de la mirada lujuriosa de Atsushi, tenía más interés por ver ese maravilloso cuerpo ante ella: hombros anchos, caderas firmes, muslos fuertes..., una gruesa y larga «columna» que sobresalía de su entrepierna.
Empezó a salivar, con la vista fija en esa zona, a pesar de que había más donde mirar. Tenía ganas de saborearlo.
Lo miró a los ojos cuando comenzó a aproximarse a ella con una expresión seria.
―¿En qué estás pensando, (...)-chin?
Los ojos de (...) se fueron hacia abajo y se quedo sin aliento.
«¿En qué pienso? Pues... en muchas cosas.»
Pero la voz no salía, estaba demasiado concentrada observando aquella «cosa».
―Pues... puedo... Es... ―empezó a tartamudear.
Estaba muy nerviosa, pero a la vez muy ansiosa.
Murasakibara sabía que estaba nerviosa, la tomó del cuello acariciándola muy suave para que se relajara. (...) estaba muy nerviosa.
―¿Quieres hacerlo, (...)-chin?
«Vamos, (...). Deja la majadería y dile lo que sientes.»
Cielos, la de vueltas que daba la vida en unos minutos. Al levantarse de la cama no se imagino que iba a terminar de esa forma.
―Sí.
Él sonrió como un niño. Suspiró al tiempo que le agarraba por debajo de los muslos y le levantó hasta la altura de sus caderas. Las piernas de (...) automáticamente se enroscaron alrededor de su firme cintura.
La empotró suavemente contra el armario e introdujo una mano entre sus cuerpos. (...) estiró la espalda y se aferró a su cuello mientras sentía la cabeza de su impresionante virilidad empujando contra su entrada.
Tendré todo de ti, (...)-chin. Porque eres mi dulce preferido. ―Sus palabras le mataron, no literalmente claro. La penetró ansioso.
(...) hundió el rostro en el cuello de Murasakibara, su cabello morado le hacia cosquillas en el rostro. Todos sus músculos y el espacio de su interior parecían amoldarse al miembro del chico. Pero debía aceptar que era doloroso, eso solo teniéndolo dentro. No se había movido ni un milímetro.
Podía escuchar la respiración trabajosa de (...), estaba agitada e intentaba no gritar. Una deliciosa fricción que terminaba con dolor cada vez que él salía casi por completo para después entrar nuevamente.
(...) gimió, disfrutando de las sensaciones. Murasakibara parecía disfrutar con el dolor que le causaba, ella lo veía con una sonrisa de sádico.
«Mi sádico acaramelado.»
Sentía que el corazón se le iba a salir por la boca. No podía hablar. Su cuerpo parecía reaccionar automáticamente a los estímulos que le daba él. Con sus embestidas y con sus besos.
Más fuerte, Atsushi ―le suplicó con la esperanza de convencerlo.
Pero no. Él no quería ir rápido. Quería ir a su ritmo, y ese ritmo era dolorosamente lento. Muy controlado.
―Hay que saborearte despacio. ―Le mostró el rostro que tenía cubierto de chocolate, reforzó sus palabras con movimientos de cadera lentos, calculados, una y otra, y otra vez―. Te gusta así, ¿verdad, (...)-chin?
Sólo logró asentir gimiendo. La agarró con más fuerza de los muslos y después la besó.
Ella lo aceptó y se perdió en los delicados lametones de la lengua de Murasakibara. Eso era fácil. Seguirlo era lo más fácil que había hecho hasta entonces. Sus bocas se besaban como si lo hubiesen hecho miles de veces. Como si fuera la cosa más natural del mundo.
Él se lo tomó con calma. Los movimientos de sus caderas iban a acabar con ella. Sus manos recorrían el cuerpo de Murasakibara con frenesí, tocándolo hasta donde alcanzara. (...) sentía las piernas doloridas y pesadas, pero le daba igual.
―Atsushi ―dijo pegada a su boca―, ya viene.
Le mordió el labio y lo absorbió, provocando en (...) una sobrecarga sensorial.
―Lo he notado.
Atacó su boca con violencia y sus manos se aferraron al cuello del chico.
Movió con más ganas las caderas, pero cada vez iba más lento. Las pulsaciones de su interior envolvían el miembro de Atsushi con fuerza. Lo masajeaban con cada penetración como si quisieran absorberlo por completo.
Más rápido ―le rogó.
El muy sádico disfrutaba con sus ruegos, con el dolor que veía en el rostro de (...). Gemía con cada embestida.
No. ―Murasakibara le habló con voz pausada―. Yo todavía no estoy listo.
Eso era una tortura. Una tortura cruel y despiadada. Pero (...) pensaba que era su forma particular de hacerlo todo.
Volvió a hundirse en aquel cuerpo acoger y caliente. Los pechos de (...) se pegaban a su torso con la textura del chocolate de por medio. Estaban completamente sucios, pero parecía disfrutar con ello. Sobre todo Atsushi.
(...) le agarró el cabello morado con fuerza, lamió los labios de Murasakibara con ganas. Estaba jadeando, y él también, pero eso no le dificultaba los movimientos de sus caderas. Quería que la empotrara con fuerza. Como un animal. Quería que le insultara y le castigara por su agresividad. Quería que la follara salvajemente en pocas palabras.
―(...)-chin, esto va para largo, así que contrólate.
Ella lanzó un grito ante sus palabras y deseo que acompañara sus palabras con una embestida brutal, pero el cabrón no lo hizo y se mantuvo tranquilo. (...) tiró más de su pelo de nuevo intentando despertar algo de violencia por su parte, pero él se limitó a regalarle una sonrisa de las suyas de modo que (...) le dio un tirón más fuerte.
―Qué agresiva, (...)-chin ―murmuró sin darle lo que quería mientras la penetraba con más lentitud.
Echó la cabeza atrás y gritó con frustración, asegurándose de tirar de su cabello en el proceso. Quería el Atsushi agresivo del que tanto hablaba Kuroko. Le había dicho que a pesar de su apariencia de flojo cuando jugaba baloncesto en Teiko era agresivo. Pero para (...) eso era un mito, Yosen no hacia más que quejarse de todo.
―(...)-chin, puedes maltratarme todo lo que quieras, pero vamos a hacer esto a mi manera.
―¡No puedo más! ―gritó ella.
―¿Quieres que pare?
―¡No!
―¿Te duele?
―¡No!
―Entonces ¿sólo es que te estoy volviendo loca?
(...) agachó la cabeza aceptando sus suaves embestidas. El vientre le quemaba, los pechos le pesaban y cada vez le costaba aceptar la penetración de Murasakibara.
―Si.
―¿Es malo si eso me alegra?
―Si ―respondió, haciendo rechinar los dientes.
Su leve sonrisa de niño se volvió una expresión seria. Un tanto más sádica que las anteriores. Y eso preocupó a (...).
―No voy a disculparme...
Tras decir eso la levantó, la empaló profundamente, retrocedió un poco y se hundió suave en ella, manteniéndola en el fondo, lanzando un sonoro gruñido y temblando contra ella.
«La provocación funcionó.»
(...) quería gritar de emoción, pero gritaba de dolor mezclado con placer. La embestía sin ningún tipo de cuidado, había conseguido que saliera ese lado oscuro de Atsushi.
Empezó a temblar en sus brazos. Su cuerpo se tornó relajado, no tenía ganas aún.
Pero las paredes de su vagina se aferran a él con cada una de sus pulsaciones, alargando las oleadas de placer que recorrían su cuerpo.
Estaba muy a gusto sostenida contra el armario, tirada sobre él como una muñeca de trapo. Atsushi cambió de postura, se agachó pegándola a su pecho, la dejó en el suelo y se acomodó sobre ella. Acercó su boca a un pezón de (...) y lo chupó con fuerza, lo mordisqueó y exprimió todo cuanto pudo.
(...) enredó sus manos en el pelo de Murasakibara, esta vez sin ser tan agresiva. Se mantuvieron así un buen rato, recuperando la respiración. Hasta que (...) habló.
―La cocina está hecha un asco ―dijo señalando el suelo y el armario cubiertos de chocolate.
―No puedo mirar. ―Desvió la vista hasta los ojos de (...)―. De lo contrario, no conseguiré dormir hasta volver hacértelo así.
―¿No vamos a cenar?
Atsushi la miró aburrido.
―Primero el baño, después la cena.
Se incorporó y cargó a (...) en brazos. Caminó en dirección a su cuarto dejando un rastro de chocolate con la huella de sus pies. (...) se agarró al cuello de Murasakibara, le gustaba esa forma de cargarla. Lo hacia como si fuera muy frágil.
―¿Qué haremos después?
―Mmm..., pues primero una ducha y lo hacemos, bajamos a cenar y lo hacemos ―(...) se puso colorada por lo directa que era la explicación―... luego vamos a la cama y...
―Lo hacemos, ¿verdad? ―le dijo divertida.
Atsushi la dejó sobre el plato de ducha, (...) retrocedió al ver la sonrisa insinuante del chico. Iba a darse un buen baño, y muy divertido.

N/a: Holis, aquí tienen a Sushi-chan en todo su esplendor de sádico-obsesivo-compulsivo devorador de dulces (lo digo con todo el jamón del mundo). En este caso, ha devorado por completo a lectora-chan :v
¿Quieren otra parte o no? :'v
Espero les haya gustado, voten por el próximo.
Bai :)

KnB X Lectora (EDITANDO)Where stories live. Discover now