Tras un trágico incidente en su instituto, Carolina es trasladada al Colegio Mayor El Primor. Pero en el centro todos parecen ocultar algo y nadie le explica por qué se comportan de forma tan extraña.
Dentro del aula, un rumor sobre su nuevo tutor o...
Carolina es arrastrada por los pasillos. En ellos, el ruido es incesante. Las paredes blancas inmaculadas combinan con el mobiliario del centro y hacen destacar a los alumnos con sus uniformes azules.
— ¿Qué pasa? — pregunta.
— Eres nueva. Tenemos que enseñarte cómo va todo.
— Las otras te hubieran comido. — Explica la otra.
Las chicas caminan por un largo pasillo que da a un exterior. Se acercan a una ventana y se agachan.
— ¿Qué estáis haciendo? — pregunta aún de pie Carolina antes de que la agachen de un tirón.
Una de las chicas le hace un gesto con la mano para que se calle.
— Se supone que me tenéis que enseñar las instalaciones. — dice con voz baja.
— Las instalaciones no son lo que te tiene que preocupar. — Señala lo que hay tras la ventana.
Carolina echa un ojo. Son sus compañeros de clase. Frunce el ceño con confusión.
Una de las chicas pone el dedo índice en el cristal: — Esa es Lara Whinston. Nunca te fíes de ella. Todo lo que hace es para conseguir algo. Siempre.
— Tiene más dinero que todos los alumnos del instituto juntos. — Continúa la otra chica. — Su padre es dueño de una cadena de hoteles.— Saca su móvil y le enseña su perfil:
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Pone otro dedo en el cristal: — Y esas de al lado son Anne y Sofía. Sus perritos falderos.
— No se separan de ella ni para ir al baño. Y se encargan de que Lara nunca salga mal parada.
Le muestra sus perfiles:
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