Antes de empezar: ¿de qué hablamos cuando hablamos de feminazismo?

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Nos encontramos en la década de los 90. A nuestro alrededor oímos cierto bullicio, pero no le damos importancia: seguro son esas locas resentidas que no quieren tener hijos. A la derecha, permanece impasible un hombre de barriga prominente que sujeta el micrófono con manos sudorosas. Su nombre es Rush Limbaugh III, y es comentarista y locutor de radio. Se siente representado por el conservadurismo estadounidense y descalifica todo aquello que no entiende.

Rush, nuestro buen amigo, no sabe nada acerca de la lucha de las feministas que buscan algo tan básico como tener derecho a hacer con su cuerpo lo que les plazca; no lo comprende, y eso le molesta. Sí, ¡claro que le molesta! Porque el ignorante siempre se ve amenazado por la más mísera nimiedad y desperdicia aquello que podría ofrecerle tanto, ¡tanto! conocimiento. Porque teme.

Sí, Rush teme. No sabe qué hacer, así que sujeta con fuerza el micrófono y pronuncia cinco sílabas que hasta el día de hoy oímos todo el tiempo. No hace falta que las plasme por escrito, claro está, pero sí es necesario que nos detengamos a estudiar la etimología de una palabra que alberga dos conceptos tan disímiles que el resultado es, sencillamente, patético:

«feminazismo»

Ahora bien, hasta las primeras cuatro letras, todo perfecto. Se nota que Rush quiso hacer hincapié en que, efectivamente, todo esto tiene algo que ver con las feministas, ¿no? ¡Porque claro! «Femi» viene de feminismo, el movimiento que busca la igualdad entre el hombre y la mujer.

Pero ahondemos más precisamente en la segunda porción de esta palabra. ¡Ah! ¡Pero qué cosa! Leemos «nazismo»: nuestro amigo Rush debe haber considerado que sería ingenioso unir una lucha por la igualdad con una doctrina que procuró acabar con judíos, gitanos, comunistas, homosexuales, etc. Claro que, poniéndonos en los zapatos de Limbaugh, nosotros también nos estaríamos muriendo de miedo: si en nosotros hubiera radicado la decisión, también habríamos pensado que las feministas pretendían matar a todos los hombres en cámaras de gas y, por ende, el término hubiera permanecido intacto. Porque, ¡hasta tiene lógica, incluso! Personas que luchan por la igualdad tienen pensado exterminar a los hombres. Realmente, Rush, en ésta te luciste.

Decidimos avanzar un poco más en el tiempo; ahora estamos en la actualidad. Queremos navegar un rato por internet y, de repente, nos encontramos con un comentario que dice así:

 «Yo estoy de acuerdo con el feminismo, pero siento que nuestra lucha se desvirtúa gracias a las feministas que se van a los extremos y buscan la supremacía de la mujer: o sea, feminazis»

Desglosemos paso a paso: en primer lugar, este individuo dice estar de acuerdo con el movimiento feminista. Entonces, debe tener en claro que las y los feministas luchan por la igualdad y que, cualquier objetivo que difiera y se contraponga con el fundamental, no es considerado feminista. Hasta ahí, vamos bien: confiamos en que nuestro comentarista tiene en claro estos conceptos. Proseguimos entonces: he aquí una sentencia curiosa que es necesaria resaltar:

«gracias a las feministas que se van a los extremos y buscan la supremacía de la mujer»

Muy bien: nuestras teorías se ven desmanteladas. Podemos llegar a la conclusión de que este individuo se cataloga como feminista y no sabe qué engloba el feminismo. Dudo que tengamos que hacer más comentarios al respecto.

Y, por último, el broche de oro. Nuevamente el fantasma misógino de nuestro amigo Rush reaparece y se mantiene vivo en esas trece letras:

«o sea, feminazis»

Entendemos que quien publicó el comentario hace referencia a personas (porque no son ni pueden ser consideradas feministas) que buscan la supremacía de la mujer por sobre el hombre. Pero lo que este individuo no sabe, es que está siendo cómplice de una de las tantas etiquetas machistas que nos condenan, y, por ende, por más feminista que se autoproclame, es un machista de cabo a rabo.

Porque, sí hay personas que buscan la supremacía de la mujer; sería una tontería decir que no las hay. Pero es importante recalcar que esa gente no es ni feminista, ni «hembrista»*, ni tampoco «feminazi». Ya que esta palabra que con tanta creatividad implantó Limbaugh no tuvo más propósito que ridiculizar la lucha de las feministas. 

Es un término misógino, estúpido y sin sentido. Se dirija a quién se dirija.

Por eso, vuelvo a repetir: cualquiera que busque algo distinto a la igualdad entre hombres y mujeres, no es feminista. Y, recordando la etimología del término  «feminazi»: «femi» hace referencia al feminismo, y la última porción a un doctrina TODO menos igualitaria. Así que, dicho término queda absoluta y completamente neutralizado.

Las personas que buscan la supremacía de la mujer por encima del hombre son, simplemente, tontos. Pero denominarlos como «feminazis», nos convierte a nosotros en machistas, y es algo que debemos evitar a toda costa.

Resulta imperante realizar esta aclaración, ya que un porcentaje altísimo de personas que se hacen llamar feministas siguen utilizando una terminología que peca en retrógrada que nos regaló (¿quién sino?) la misoginia.

Hagamos consciencia y no seamos hipócritas.

Hablemos con criterio, seamos tolerantes, procuremos entender y luchemos para enterrar en el olvido etiquetas que nos ridiculizan.


Aclaración:

*El término «hembrista» es un mito puramente machista, ya que resulta obvio que el «hembrismo» como sistema cultural y social no existe. Por tanto, el «hembrismo» jamás podría ser lo contrario al machismo, ya que la sociedad hembrista, lisa y llanamente, no existe y nunca ha existido.

El abecé del machismo en WattpadHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin