Cinco

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Se escuchó la alarma antirrobos y Audrey sintió que sus piernas andaban solas, la tienda estaba a oscuras, solo la luz de emergencia iluminaba un pequeño recuadro, los estantes estaban en medio de todas partes y aunque las tres chicas se sabían de memoria la decoración Maya tropezó haciendo un enorme estruendo y que Audrey tuviera que pararse a ayudarla.

—  siempre igual, la ultima vez que vienes.

—  joder… esta mesa la han cambiado.

—  Claro, esta mañana estaba justo aquí, como ayer y antes de ayer —  la rubia tiró fuerte del brazo —   vamos.

Una vez fuera con la respiración entrecortada cada una cogió una dirección, la bolsa que llevaba Audrey pesaba demasiado, tres pares de botas de caña alta eran su botín, podría venderlas por Internet y sacarse pasta para al menos dos semanas.

Subió la calle mirando atrás, la sirena del coche de policía sonaba muy cerca y si volvían a cogerla su madre entraría en shock y no quería que su madre volviera a pasarlo mal.

Las luces de las farolas pasaban a su lado rápido y sus pies volaban sobre el asfalto, pensó seriamente en robar próximamente una motocicleta y que Mouse le cambiara la matricula.

Giró a la derecha y paró para retomar el pulso normal en su cuerpo, con las piernas un poco flexionadas y las manos en las rodillas, el pelo  caía a ambos lados bajo la capucha roja que tapaba la mitad de su rostro.

Los puntos aun estaban tiernos y del esfuerzo comenzaban a dolerle un poco, quería llegar pronto, meterse en la cama y esperar a que llegara mañana.

El camino estaba iluminado perfectamente, la Torre se alzaba frente a ella, esperándola, llamándola para que se refugiara entre sus pisos y esperara a que se calmara el ambiente, se agarró a una de las “patas” y subió por entre los barrotes, haciendo fuerza con las pequeñas manos, rezando para que una de las uñas no se resintiera y acabara rota. Subió escalones sin mirar cuantos y cuando ya no pudo más se sentó recuperando el aire.

—   ei, caperucita, ¿escapando del lobo?

—  de la puta policía

—  ¿Qué has hecho esta vez? —  Jean estaba frente a ella, con esa sonrisa de suficiencia.

—  hacerme con algo que no es mío, bueno ahora si. —  alzó la bolsa donde llevaba las botas y la balanceo frente al chico

—  robar no esta bien.

—   ¿y que esta bien?

—  Hugh, la verdad es que hay demasiadas cosas que están mal hacerlas y las hacemos. Estar aquí ahora mismo nos puede traer problemas.

—    solo falta que la policía me fiche por dos delitos esta noche, mi madre se quedaría en el sitio.

—    ¿estabas sola?

—   no. Y deja de preguntar —    Audrey le arrebató el cigarro de la boca.

—    acabo de decirte que esta mal robar.

—   Y yo me lo acabo de pasar por ahí ¿Qué te parece?—    contestó divertida

Los dos se miraron aguantando la respiración, Audrey se quitó la capucha y dejo que la cascada de rizos quedara suelta, un ligero olor a suavizante de almendras  azotó la nariz del chico haciéndole suspirar.

—  ¿Por qué estas aquí otra vez?

—   escapo de  mi mismo.

Audrey asintió, ella sabia lo que era querer escapar de uno mismo.

—   yo lo hago a   veces. Viene bien para no darte  cabezazos contra la pared.

—   Alguna vez te has sentido… pequeño —  Jean se recostó sobre el escalón de arriba con los codos. —   no volver a ser un niño, si no empequeñecer, cambiar de tamaño y sentirte inútil, no poder hacer lo que quieres, encontrar trabas por todas partes y hundirte hasta quedar reducido al tamaño hada.

—  Si. —   rió, imaginarse al chico con el tamaño de un hada era algo gracioso. —   Se que no me importa, pero parece ser que algo nos une en momentos bajos. ¿Qué ha pasado esta vez? ¿La chica?

Jean gruñó —     Acaban de denegarme el acceso a la universidad, quería irme a Los Ángeles, perderme, estudiar en un conservatorio y poder hacerme un hueco en la música. Pero ya ves, me he quedado fuera.

—   vaya.  Podrías probar suerte aquí. Con la música, sois buenos.

—Hay mucha gente buena cantando en el metro. Tienes que ser el mejor, tener una imagen impactante, nosotros somos solo un grupo de tres al cuarto.

—   debo admitir, y que no sirva de precedente, que a mi me gustasteis.

—   ¡gracias!

Audrey se encogió de hombros. —  ¿quien compone? —   Jean se señalo con orgullo, era la parte que mas le gustaba aunque a veces le sacara de quicio. —   ¡guay!. Yo toco la guitarra, bueno o algo así. Ava dice que la atormento rasgándole las cuerdas.

Jean se la quedó mirando, el resplandor de la luna hacia que su rostro se viera en blanco y negro, como una fotografía, tenía la cicatriz bastante marcada, los ojos chispeaban por la adrenalina que aún subía por su cuerpo y la boca maquillada con lo que debía ser brillo rojo, porque no había visto a nadie tener unos labios tan coloreados, se pasó la lengua por los suyos instintivamente.

—    yo lo intenté un par de veces, pero veo imposible poder mover los dedos con esa destreza, prefiero cantar.

—    Componer y cantar, un chico con aptitudes —    rió. Audrey miró su reloj de muñeca, habían pasado ya quince minutos desde que se había burlado de la policía. —    tengo que irme.

—    ¿Dónde vives?

La rubia se levantó y se colocó la capucha. —     ¿vas a  acosarme o que?

—     intentaba ser amable llevándote a casa, tengo la moto ahí mismo.

—     no tengo costumbre de subirme con alguien que casi me mata.

—    ¿vas a decirme que para eso eres responsable?

—     Bueno a veces soy una buena chica—se quitó la capucha y recogió el pelo en una coleta —espero que sepas coger bien las curvas.

—    Normalmente las agarro demasiado bien, no suelen quejarse.

—    ja, ¿pretendes que crea que eres un don Juan?

—    prefiero un Romeo del siglo XXI.

Audrey rió bajando los escalones,  saltándolos, haciendo una carrera con un chico que había conocido de casualidad. La moto estaba aparcada justo al final de la calle, sola, sin mas amparo que la luz de las farolas haciéndola brillar. Jean le prestó su casco, Audrey se lo puso y se subió en la parte de atrás.

—    Vigila Romeo, no quiero morir joven, no me interesa eso de dejar un bonito cadáver —    gritó antes que el chico arrancara.

Ni Príncipes. Ni Princesas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora