Uno.

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Abril

Audrey susurró un gilipollas y salió de la tienda dando un portazo, deseando que el cristal se resquebrajara.

No entendía el porque le negaba un simple tatuaje, solo una pequeña letra en la nuca, vale, tenia diecisiete y ninguna autorización de sus padres, pero… ¡solo era un puto dibujo!.

Dio una patada a una lata de coca-cola, esta rodó desprendiendo un poco de liquido por la acera y se metió bajo un coche.

Tres meses, en solo tres meses, volvería a esa tienda y le restregaría al tío su  D.N.I por la enorme nariz.

Encendió un cigarro que llevaba en el bolsillo de la cazadora, aspiró el humo y se sentó en el bordillo de un restaurante japonés  recién abierto, el olor entró por sus fosas nasales, embriagándola. Definitivamente tenia que probar uno, y dejar de ser la única del grupo que se negaba a comer pescado crudo.

Unas pequeñas gotas mojaron la punta de sus deportivas, comenzaba a llover y su casa quedaba a bastante distancia del centro, miró al cielo divisando una enorme nube negra que amenazaba tormenta, de esas que embozan las cloacas y encharcan los baches de la carretera, dio una ultima calada y se levantó de un bote, debía comenzar a andar si no quería empaparse de arriba a abajo.

Jean arrancó de nuevo, el aire entraba porlosrotos de la chaqueta y se colaban por entre su piel haciendo que tuviera frío,  cuando estaba irritado, enfadado o furioso siempre le daba frío, creía que era una manera de hacer  que su cuerpo se calmara, ya que debía tiritar y dar golpes a cualquier cosa para que se le pasara.

Alex era una zorra, un gran zorra de pelo negro y ojos verdes que le había engañado.

Por eso estaba enfadado, porque le había engañado en su propia cara y no se había dado cuenta, Jordan, su amigo, se acostaba con su novia.

Tiritó aún más al creer verla a lo lejos, cruzando la vía principal, parpadeó y en cuestión de segundos se encontró echado en el suelo, con el casco aún puesto y la visión borrosa.

Tres minutos después, Audrey abrió los ojos restregándose los parpados con el dorso de las manos, le dolía la cabeza y la pierna parecía que se la habían partido en cuatro trozos iguales, gimoteó intentando levantarse pero le fue imposible, su fuerza parecía haberse esfumado por alguna parte del cuerpo porque los brazos cedieron con el peso y la barbilla rozó el asfalto.

Pudo ver a gente a su alrededor que murmuraba pero que no ayudaba en nada, quiso pedir un poco de consideración, gritarle al chico con gafas que la miraba con la boca abierta que en vez de observarla como si fuera un animal del circo tirara de su cuerpo y la pusiera en pie, pero como esperaba, su voz no salía, su cabeza pronunciaba en alto las palabras y su boca se negaba a abrirse para que salieran.

Dio un golpe al suelo y dejó caer la cabeza apoyando la mejilla, el suelo estaba llenándose de pequeñas gotas de agua que martilleaban sus oídos con el relajante cloc,cloc, tenia que esperar que alguien se apiadara de su pobre cuerpo y lo levantara de allí

Escuchó sirenas, voces mas altas que otras y por fin unos brazos sosteniéndola fuertemente y poniéndola en pie, quiso abrir los ojos y dar las gracias, pero lo único que pudo hacer fue dejarse caer sobre su sustento.

—joder, ¿nadie va a hacer nada?

—no se puede tocar al lesionado sin que vengan los enfermeros

—¿y que esperas?¿ Dejamos que se  desangre?— notó un bufido en el oído —tiene cojones. Ei, rubia ¿Cómo te llamas?—escuchó —venga, abre los ojos, no puedes dormirte— unas manos palmearon su cara—vamos… abre los ojos, mírame.

Ni Príncipes. Ni Princesas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora