5- El colegio Priory

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En nuestro pequeño escenario de Baker Street hemos presenciado entradas y salidas espectaculares, pero no recuerdo ninguna tan repentina y sorprendente como la primera aparición del doctor Thorneycroft Huxtable, M.A., Ph.D., etc.[1] Su tarjeta, que parecía demasiado pequeña para soportar el peso de tanto título académico, le precedió en unos segundos y luego entró él: tan grande, tan pomposo y tan digno que parecía la encarnación misma del aplomo y la solidez. Y sin embargo, lo primero que hizo en cuanto la puerta se cerró a sus espaldas fue tambalearse y apoyarse en la mesa, tras lo cual se desplomó en el suelo y allí quedó su majestuosa figura, postrada e inconsciente sobre la alfombra de piel de oso colocada delante de nuestra chimenea.

[1] M.A.: «Master in Arts»;
Ph.D.: «Doctor in Philosophy».

Nos pusimos en pie de un salto y durante unos instantes contemplamos con silencioso asombro aquel enorme resto de naufragio, que parecía el resultado de una repentina y letal tempestad ocurrida en algún lugar lejano del océano de la vida. Luego corrimos a socorrerlo, Holmes con un almohadón para la cabeza y yo con brandy para la boca. El rostro blanco y macizo estaba surcado por arrugas de preocupación, las flácidas bolsas de debajo de los ojos tenían un color plomizo, la boca entreabierta se curvaba en una mueca de dolor y sus rollizas mejillas estaban sin afeitar. La camisa y el cuello mostraban las mugrientas señales de un largo viaje, y el cabello se encrespaba desordenadamente sobre la bien formada cabeza.
El hombre que yacía ante nosotros había sufrido sin duda un duro golpe.

-¿Qué tiene, Watson? -preguntó Holmes.

-Agotamiento total, puede que simple hambre y cansancio -respondí, tomándole el pulso y verificando que el torrente de vida se había reducido a un débil goteo.

-Billete de ida y vuelta desde Mackleton, en el norte de Inglaterra - dijo Holmes, sacándoselo del bolsillo del reloj-. Y aún no son ni las doce. No cabe duda de que ha madrugado. Los párpados fruncidos empezaron a temblar y un par de ojos grises y ausentes alzaron su mirada hacia nosotros.
Un instante después, nuestro hombre se ponía en pie con dificultades y rojo de vergüenza.

-Perdone esta muestra de debilidad, señor Holmes; temo que me han fallado las fuerzas. Gracias. Si pudiera tomar un vaso de leche y una galleta, estoy seguro de que me pondría bien. He venido personalmente, señor Holmes, para asegurarme de que me acompañará usted a la vuelta. Temía que un simple telegrama no lograría convencerlo de la absoluta urgencia del caso.

-Cuando se haya repuesto usted del todo...

-Ya me siento perfectamente otra vez. No me explico cómo me dio este desfallecimiento.Señor Holmes, quiero que venga usted a Makleton conmigo en el primer tren.

Mi amigo sacudió la cabeza.
-Mi compañero, el doctor Watson, podrá decirle que en estos momentos estamos ocupadísimos. No puedo dejar este caso de los documentos Ferrers, y además está a punto de comenzar el juicio por el crimen de Abergavenny. Sólo un asunto muy importante podría sacarme de Londres en estos momentos.

-¡Importante! -nuestro visitante levantó las manos-. ¿No se ha enterado del secuestro del único hijo del duque de Holdernesse?

-¿Cómo? ¿El que fue ministro?

-Exacto. Hemos tratado de ocultárselo a la prensa, pero anoche el Globe publicaba algunos rumores. Pensé que tal vez estuviera usted al corriente.

Holmes estiró su largo y delgado brazo y sacó el volumen «H» de su enciclopedia de consulta.

-«Holdernesse, sexto duque de K.G., P.C...[2], y así medio alfabeto...; barón de Beverley, conde de Carston... ¡Caramba, menuda lista!... Señor de Hallamshire desde 1900. Casado con Edith, hija de sir Charles Appledore, en 1888. Hijo único y heredero: lord Saltire. Propietario de unos 250,000 acres , Minas en Lancashire y Gales. Residencias: Carlton House Terrace, Londres; Mansión Holdernesse, en Hallamshire; castillo de Carston, en Bangor, Gales. Lord Almirante en 1872. Primer secretario de Estado...¡Vaya, vaya! Se trata, sin duda, de uno de los grandes personajes del reino.

El Regreso de Sherlock HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora