El terror se asienta en mis huesos con cada palabra que pronuncia y, de pronto, me falta el aliento. Mi corazón late con tanta fuerza, que temo que pueda escapar de mi pecho y huir lejos; mis manos tiemblan, mis ojos arden debido a las lágrimas que han comenzado a agolparse en ellos, y el pánico recorre mi torrente sanguíneo a una velocidad vertiginosa.

—Mientes... —mi voz sale en un susurro entrecortado.

Una sonrisa se dibuja en su rostro, sin embargo no toca sus ojos.

— ¿De verdad eres así de ingenua? —Suelta, con desdén—. Ayer uno de ellos te atacó, ¿recuerdas? —Su sonrisa se ensancha—. Intentó aniquilarte y créeme que no será el único que va a intentarlo. Te quieren muerta, así como quieren muertos al resto de los Sellos y al resto de los seres humanos. Los ángeles lo único que desean es acabar con la humanidad porque están celosos de ustedes. Están celosos de su libre albedrío y de la condescendencia que tiene El Creador con ustedes —la crudeza con la que me habla, hace que me encoja en mi lugar—. Deja de ser una idiota y comprende que debo mantenerte a salvo.


No puedo hablar. No puedo decir una sola palabra porque mi cuerpo entero está paralizado por el miedo. Me niego a creer en lo que dice. Me rehúso a pensar que los ángeles son así de crueles y despiadados.

—Debes entender que esto no es algo que esté en tus manos controlar —el tono duro en la voz de Mikhail se ha suavizado un poco. Lo suficiente como para hacer que una punzada de dolor me atraviese el pecho—. No estoy aquí para torturarte. Mucho menos estoy aquí para traerte problemas. Lo único que quiero hacer es mantenerte a salvo. Házmelo fácil y háztelo fácil a ti misma. Me necesitas tanto como nosotros te necesitamos a ti; así que, por favor, deja de actuar como si tuvieses cuatro años.


Niego con la cabeza una y otra vez. Estoy aturdida, agotada y aterrorizada. Pasé la noche entera dándole vueltas al motivo por el cual todas esas cosas extrañas que han estado ocurriendo a mi alrededor. Pasé la noche entera ahogándome en el pánico que ha causado enterarme que seres que ni siquiera sabía que existían están tratando de matarme.

Todo es tan surreal, que apenas puedo creerlo. Sigo sin comprender una mierda acerca de lo que está pasando, pero no quiero formar parte de ello. No quiero creer en lo que el demonio ha dicho porque no soy nada más que una chica común y corriente. Una que nunca ha sido especial en nada. Una que no suele destacar en ningún ámbito.

De todas las personas existentes en el mundo, yo, Bess Marshall, soy la menos indicada para llevar el peso de toda esta mierda sobre mis hombros.


—Sólo mantente lejos de mí —El temblor en mi voz delata cuán aterrorizada me encuentro, sin embargo, Mikhail no parece notarlo.

—Bess... —comienza a hablar, pero yo ya me he girado sobre mis talones y he comenzado a avanzar.

Una palabrota es lanzada detrás de mí, pero continúo con mi caminar apresurado. Necesito alejarme de él. Necesito procesar toda la información nueva para así poder hacerme a la idea de que tarde o temprano voy a morir a manos de un ser sobrenatural. Necesito poner en orden todos mis pensamientos, para así decidir qué es lo que realmente quiero hacer.

No puedo creer en la palabra de un demonio. No puedo quedarme con la versión de un ser que es descrito como la maldad personificada... ¿o sí?


Hago caso omiso a su voz llamándome y de las miradas curiosas que nos lanzan de los alumnos que transitan por las escaleras por donde avanzamos. Trato de ignorar las sonrisas burlonas que un puñado de chicas nos dedica cuando llegamos al piso inferior, pero es lo único que necesito para saber que debe parecer como si estuviésemos teniendo una discusión de pareja.

DEMON © ¡A la venta en librerías!Where stories live. Discover now