A llegar a la cocina mamá ve con desaprobación mi vestuario. Y no porque sea feo o de baja estofa, lo reprueba porque no está elaborado con fibras naturales. Hippie loca, la llaman. 

  —Una decena de animales debieron morir para que vistieras eso —solloza, de forma teatral.

—Me lo regaló papá —defiendo.

—Vanesa...

Decir eso fue peor.

Me apresuro a beber mi batido de papaya y kiwi, que es mejor que el de piña con fresa o el de melón con apio, e intento salir a toda prisa del apartamento. Siento que ya voy tarde.

—Ve con cuidado —se despide mamá, rezando en silencio por la vaca que murió para que yo tuviera zapatos hoy. 

Le lanzo un beso de Te juro que las vacas van al cielo y continúo mi camino.

Tengo que cruzar la mitad de la ciudad en transporte colectivo para llegar a tiempo a Grupo M, la empresa en la que trabajo. En el camino aprovecho para revisar mis notificaciones de Wattpad. Tengo 99+ entre comentarios y votos de Me voy a follar a mi jefe, la novela inspirada en Marco y yo, o al menos eso creen mis seguidores. ¡Un momento, paren todo! Tengo diez seguidores más. Sonrío de oreja a oreja e intento celebrar con un pequeño baile. No obstante, me detengo cuando la anciana que está sentada a mi lado me mira con desaprobación. Tenga consideración de mi, señora. Tengo pocas alegrías en la vida, y que a las personas les guste las tonterías que digo o escribo, es la mejor.

Saludo al portero del edificio y en dos zancadas estoy frente al elevador. Aprieto el botón del quinto piso.

Grupo M es una empresa de inversiones. Marco Maldonado, mi jefe, al igual que otros ejecutivos de Grupo M, se reúne con empresarios pequeños u otros que aspiran a crecer en determinado mercado, y si le convencen de que son rentables, invierte con ellos. En la empresa somos un centenar de personas, pero en el equipo de trabajo de Marco en particular hay analistas, consultores, auxiliares, un relacionista público, mercadólogos, secretarias, conserjes... Y estoy yo, que le sirvo el café a Marco.

Llego a nuestro piso a las siete con un minuto y la entrada es a las siete y media. Tengo veintinueve minutos para preparar la oficina de Marco.

—Buenos días, Vane —Doy un pequeño salto cuando escucho que me saluda Gloria, la secretaria de Marco. Me sorprendo porque siempre soy la primera en llegar.

—Ya estás aquí —digo, a modo de pregunta.

—Mi esposo me dio un aventón —excusa ella.

Abro mi boca en una perfecta O. —Después echaremos cháchara sobre él —digo.

Gloria sabe que de momento tengo que preparar todo.

Nota: Gloria es mi única amiga en este lugar.

Corro de un lado al otro antes de que lleguen todos. La oficina de Marco ya está limpia, su agenda abierta en la fecha de hoy, ya rocié con olor a pino el lugar y en su escritorio ya están los periódicos del día abiertos en la sección de negocios. Y claro, no puede faltar su café americano acompañado con un vaso con agua que, sin falta, debe tener dentro dos hielos.

Hacer todo eso es mi trabajo en Grupo M, además de ahuyentarle mujeres y familiares incómodos al jefe.

Son las siete con veinte cuando termino de acomodar la oficina de mi jefe. 

—El jefe te extrañó ayer —me dice Gloria cuando por fin tomo un respiro.

Mis ojos brillan. —¿Tú crees?

Vanesa entre líos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora