ENTRE LIBROS

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La reunión con la directora del colegio había sido extensa, agotadora pero altamente esclarecedora. La ex profesora había detallado la situación, necesitaba que él se hiciera cargo del puesto hasta que pudiera abrirse el concurso para ocupar esa vacante definitivamente. Y esto llevaría mucho más tiempo del que disponían aunque Minerva está completamente segura que el puesto sería suyo, sin embargo por reglamentación académica se necesitaba el aval del Consejo de Padres o Gobernadores, como se conocía antiguamente.

Durante el transcurso de la mañana habían evaluado los programas de la materia de acuerdo a cada año. Minerva le había adelantado que tendrían estudiantes en todos los años, por lo tanto la cantidad del alumnado sería mucho mayor que el calculado. Cedric Diggory estaba más que emocionado, ansioso a decir en verdad.

-Entonces profesor Diggory, bienvenido- se levantó del escritorio y lo abrazó fuerte- Cedric, querido, tu madre estaría orgullosa- le dijo Minerva maternalmente pues ellas habían sido muy amigas.

-lo sé profesora, muchas gracias, espero cumplir con las expectativas- deseó.

-eso lo doy por descontado, así como que también estarás con nosotros por mucho tiempo- palmeó el rostro en un gesto cariñoso- ya estás en posesión de la que serán tus dependencias y tu nueva aula profesor Diggory.

Cedric agradeció nuevamente y salió del despacho, anhelante, feliz.

Mientras bajaba las escaleras pensaba en las oportunidades que tendría de verla, hablarle, acercarse de nuevo. En repetidos pasajes de su entrevista con Minerva se había distraído, su mente lo llevaba una y otra vez hacia la mujer que seguramente encontraría en ese colegio y la expectativa de verla en unos instantes lo inquietaba. Pasó sus manos por la cabellera, era un movimiento impensado cuando estaba nervioso, entonces se acercó a uno de los ventanales que daba al lago, respiró profundo, se sentó en el alféizar y dejó que la calma exterior lo invadiera. En su estado de ansiedad no podía presentarse ante ella pues estaba completamente convencido que cometería la misma locura de sus años de adolescentes, lanzarse hacía ella para tenerla entre sus brazos y perderse con el simple roce de sus labios, como tantas veces y con miles de libros como únicos testigos silenciosos.

Media hora después retomó su camino y entonces con pasos seguros se dirigió hacia la biblioteca, caminaba con toda la paz que le proporcionaba saber que sea lo sea, ocurriese lo que ocurriese, él podría verla a diario en el lugar donde habían pasado los mejores momentos de su vida.

Los tiempos habían cambiado, el peligro ya no estaba presente pero el lugar donde había comenzado su amor aún conservaba la magia, era el mismo, Hogwarts, eso para Cedric Diggory significaba algo, tenía un sentido trascendente, su oportunidad de reconquistarla.

Llegó a la puerta de la biblioteca, arregló su cabellera una vez más e ingresó con cuidado antes de perder la compostura y sonrió al verla sentada en su escritorio. Ella escribía sin distraerse mientras los elfos, inseparables amigos suyos, compañeros de horas adversas caminaban entre las estanterías casi repletas de libros, sin reparar en su presencia. El castaño como tantas veces buscó en su saco y extrajo un paquete que puso delante de ella y le dijo en un susurro – aquí tienes para tus neuronas, los vas a necesitar.

Hermione detuvo su tarea imprevistamente por la sorpresa y una mancha de tinta quedó estampada donde estaba escribiendo, el corazón se le aceleró, levantó la vista y se encontró con aquellos ojos celestes tan claros como el mar en calma, aquellos ojos donde tantas veces se había perdido y pedía no ser encontrada.

Demasiado heridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora