Llevaba esperando que confirmase su visita desde septiembre por lo menos, lo último que iba a hacer ahora que al fin lo tenía era malgastar el tiempo dándoles importancia a una, dos, tres, cuatro o tantas petardillas como fuesen.

-¿A dónde te propones llegar? -Pregunta rápidamente, puede que pretendiese no dejarme terminar la frase-. Sabes que esto va a terminal mal.

Estoy totalmente de acuerdo, aun así, me encojo de hombros.

-Perfecto. Entonces, ¿qué tienes previsto para nosotros? ¿Que follemos y cada uno haga su vida? Porque dudo que sepas dónde te estás metiendo, puedo ser un verdadero cabrón si es lo que quieres, puedo solo usarte si es lo que quieres, si es lo que tú vas a hacer conmigo. Puedo quererte únicamente para lo que he querido a las que han estado antes que tú.

Asiento con un nudo en la garganta.

Todo esto es una estupidez innecesaria pero, tras sus últimas amenazas y el hecho de que las haya pronunciado mirándome a la cara, quiero ver si va a cumplirlas, quiero ver si de verdad es capaz de tratarme como nunca ha hecho. Quiero que me demuestre si quizás simplemente he vivido engañada y sí que es capaz de usarme y desecharme, pese a que aún ahora mi corazón me dice que ni se me ocurra volver a pensar algo así viniendo de Brad.

-No te conviene retarme en esto -añade.

-Simplemente por creído ya te reto.

-¿Ah, sí? -Me cruzo de brazos y mantengo el silencio, él igual (incluso la mirada) hasta que se da cuenta de que vamos a seguir así a menos que él lo rompa, y lo hace-. Muy bien, ahora sí que te voy a dar verdaderos motivos por los que sentirte insegura.

Ya ni siquiera sé a qué nos hemos retado, pero el que tenga tal chulería como para decirme que sé que no me conviene ponerlo a prueba en esto, me ha tocado las narices. Y mucho. Tanto, que no pienso bajarme del burro hasta que crea que ya es demasiado.

Me estiro hacia atrás para de una vez por todas coger su portátil y bajarme del coche sin ni siquiera haberlo metido antes en la mochila, murmuro un «que te vaya bien el día» que no suena a «de veras espero que tengas un gran día», y cierro la puerta a mi espalda y con más fuerza de la debida.

Avanzo unos cuantos metros y todavía no escucho el motor del coche, no arranca aún cuando me pierdo entre algunos grupos de alumnos que caminan como zombies hacia la entrada, y no puedo asegurar que lo haga ni cuando ya mis bailarinas pisan el marmoleado suelo de la más grande y con menos imagen y objetos antiguos de lo que recordaba.

Mire donde mire, está plagado de personas. Me cago en mí misma en cuanto dejo de darle vueltas al tema de Brad, a eso en lo que me he metido sin del todo saber qué es exactamente, y caigo en la cuenta de que a menos que saque el horario que el decano me dió entre otras cosas en una carpeta cuando vine a hacer la entrevista, no voy a saber cómo llegar a mi destino, sea el que sea. Me paro junto a la pared de la izquierda cuando, tras chocarme con bastantes personas, todas ellas sin la más mínima intención de disculparse aunque tampoco es que yo cuente con ella, consigo salir de en medio de un pasillo que más que pasillo parece una pura autopista en vacaciones; coloco el ordenador de Brad entre mis piernas y aprovecho que la mochila nada más me cuelga del hombro derecho, para ponérmela sobre la barriga y abrirla en busca del dichoso papel que espero me ayude a dar con mi aula.

Pregrado: Aula B-12.

Se me hace complicado no pensar en la vitamina llamada de esa forma, se me hace más difícil todavía no volver a pensar en Brad gracias a la inicial pero, imposible... Madre mía, lo que se me hace imposible es el no declarar mentalmente que si llega a ser un número más, no entro en el aula ni de coña. Las supersticiones siempre me han solido resultar absurdas, miedos infundados que no sirven para nada más que limitarnos a la hora de hacer muchas cosas, pero esta de no mentar a tal número de otra forma que no sea «doce más uno» y la de pasar por debajo de los andamios de hierro que los obreros suelen montar... son superiores a mí.

No Me Falles  [2]Where stories live. Discover now